Bilbao - Susana Ruiz es una de las cuatro foniatras que pasan consulta en Euskadi. Estudió medicina y se especializó en otorrinolaringología porque “quería saber cómo funcionaba la laringe”. Se mudó a Barcelona donde estudió foniatría con el profesor Jorge Perelló, “el padre de la foniatría en España”. De nuevo en Bilbao, abrió la consulta y desde entonces no ha parado de trabajar. “Ahora ya sé cómo funcional la laringe de un cantante”, ríe.
¿Qué es la foniatría?
-Es una especialidad médica que todavía no está reconocida oficialmente en muchos países de Europa, entre los cuales nos encontramos. Se ocupa del estudio, diagnóstico y tratamiento de todas las patologías que afectan a la comunicación humana, es decir, las dificultades de comunicación de una persona sorda, las dificultades de comunicación de una persona que ha perdido la voz o que no puede estructurar correctamente el lenguaje, que no puede hablar porque no puede pronunciar correctamente.
¿Qué incidencia tienen en la población los trastornos de la comunicación?
-La OMS determinó que necesitaríamos un foniatra cada 200.000 personas y hoy hay un foniatra cada 400.000. La demanda es grandísima, lo que pasa que se va atendiendo gracias a logopedas que hacen las rehabilitaciones con diagnósticos de otros especialistas. En muy pocos centros públicos hay plazas reservadas para foniatras como tal.
¿Qué profesionales se ven más afectados por los trastornos de la voz?
-Todos los que necesitan la voz para trabajar: docentes, periodistas de medios de comunicación audiovisuales, políticos, abogados. En cuanto a la voz artística, cantantes y actores. El resto de la especialidad son enfermedades que afectan a la foniatría, por ejemplo, un accidente cerebrovascular en una persona que pierde la movilidad de la mitad de su cuerpo y que no puede expresarse. Esa persona sabe lo que quiere decir pero no puede expresarlo. Eso son patologías neurológicas. También los niños con problemas de lecto-escritura, que si no son diagnosticados en la infancia pueden verse en dificultades para el aprendizaje y esto, posteriormente, dificulta muchísimo el acceso de algunas estas personas a estudios superiores, por ejemplo.
¿Deberíamos trabajar todas las personas la voz independientemente del trabajo que tengamos?
-Si estás contento con tu voz y haces tu vida perfectamente no tienes que hacer nada. El asunto es cuando uno empieza a tener problemas con su voz. Primero tienes problemas que se pasan al día siguiente o a los dos días, luego duran tres días, luego cuatro... al principio tienes problemas con la voz a final de semana, recuperas con el fin de semana, pero luego los tienes el martes o miércoles. Es decir la laringe está sometida a un esfuerzo y, finalmente, te das cuenta de forma súbita que no tienes la voz bien nunca. Ese no es el momento para un tratamiento, eso ya es un poquito tarde. Una ronquera que dura entre 7 y 10 días tiene que ser vista por un especialista en foniatría o por un otorrinolaringólogo, porque puede ser desde la patología más banal, como una inflamación por un esfuerzo, hasta una patología grave como un cáncer. Hay que mirarlo y una vez descartado que es algo importante, si hay una lesión, es obligatorio hacer una rehabilitación de la voz.
Trabajó durante 11 años con el Teatro Arriaga, ¿cómo trata un cantante la voz?
-Generalmente un cantante de opera no viene porque necesita que nosotros le corrijamos la técnica vocal. Consultan sobre todo problemas puntuales días antes de empezar la función. Algo les ha cambiado, quizá por el viaje, que están cansados, un cansancio muscular afecta mucho la voz; quizá porque han llegado a una ciudad con otro entorno ambiental, quizá más húmedo, más seco, más polucionado; por la situación de estrés a la que están siempre sometidos. O tienen una enfermedad común, como el resto de los humanos, pero el tratamiento tiene partes diferentes.
¿Qué son los trastornos de la deglución?
-Es la dificultad que presentan algunas personas al tragar, bien por problemas neurológicos, bien personas ancianos se manifiesta como dificultad para pasar la comida o atragantamiento frecuente. Y a veces en las familias pasa inadvertido. Una persona que tose mucho después de comer o que carraspea y se le queda con sensación de flemas ahí, eso es quizá que no ha deglutido completamente la sustancia que quería deglutir. Cuando una persona tiene menos sensibilidad en la zona debido a una enfermedad o debido a la edad, esos fragmentos de alimentos pueden meterse en las vías respiratorias y provocar patologías graves como neumonías que requieren hospitalización y la pena de ello es que si nos diéramos cuenta al principio, una rehabilitación foniátrica podría ayudarles mucho.