No me mires porque te vas a caer. Mira hacia delante que te voy a sujetar todo el rato”. Estas palabras nunca se borrarán de la cabeza de Cristina Fernández de Aranguiz. Era una niña que pedaleaba con fuerza sobre su bicicleta en algún lugar de La Rioja. Tenía miedo de que su padre soltara su sillín. “Y cuando me di cuenta, estaba en la otra punta de la calle y mi padre estaba atrás. Y me decía: Ves como no ha sido tan difícil. Mi bici era una Orbea roja, la tengo todavía”, apunta la hija de uno de los socios fundadores de la empresa eibartarra que este año cumple 175 años.

La capacidad de adaptación a los tiempos y la naturaleza innovadora de Orbea le han valido una larga vida a este fabricante de bicicletas. En la actualidad se ha hecho con dos fábricas: la planta principal situada en Mallabia, que cuenta con 180 trabajadores; y una segunda en Portugal. Además, tiene filiales en Francia, Estados Unidos, Italia, Inglaterra, Bélgica, Alemania, Australia y Portugal, y cuenta con importadores en todo el mundo, gracias a los cuales llega a tener presencia en más de 64 mercados. Vende anualmente una media de 250.000 bicicletas, con un nivel de exportación del 70%. Se trata de unos datos positivos que se mantienen a pesar de la crisis económica.

A fabricar bicicletas y carritos

Pero para llegar a esto, hay que remontarse 175 años, cuando Orbea fue fundada por los hermanos Juan Manuel, Mateo, Casimiro y Petra Orbea Murua, con el objetivo de dedicarse a la fabricación de revólveres de pistón, cartuchos y pistolas, en 1840. En aquella época, estos hermanos supieron ver la demanda de armas generada por la Primera Guerra mundial, un olfato para el negocio que no se ha disipado en tantos años. Cuando finalizó la contienda, Orbea contaba con una plantilla de 1.000 trabajadores y se reinventó para fabricar bicicletas y carritos de niño con los tubos utilizados en las armas.

Entonces, se inició una nueva etapa de expansión en la que fue pionera en España gracias a la introducción del Velosolex. Sin embargo, a partir de la década de los años 60, la lenta contracción en la demanda de bicicletas llevó a Orbea a tocar fondo en 1969. Su única opción fue constituirse como cooperativa, así que en 1971 se integró en el Grupo Cooperativista Mondragón. Poco después, la empresa abandonó los terrenos de Eibar para instalarse en su actual sede de Mallabia.

Uno de los aciertos de la marca para mantenerse en el candelero fue introducirse en el mundo de la competición pues los aficionados a las bicicletas echaban el ojo a los modelos de Orbea. En 1980 se creó su primer equipo de carretera. De hecho, hace ahora treinta años, en 1985, Perico Delgado logró su primera Vuelta a España luciendo el maillot de este conjunto.

Su primera bici, una Orbea

“La marca Orbea me trae muy gratos recuerdos”, señala el exciclista. “Yo era joven y salté al ciclismo profesional. Tuve la oferta de Orbea, y creo que fui valiente aceptándola, porque era un equipo joven. En 1984 estuve a punto de ganar la Vuelta a España y al final no lo logré. Pero en el 85 luché por ello. Fue mi primer gran éxito y se me quedó un recuerdo imborrable”, relata. Su primera bicicleta también fue Orbea, y la siguiente que se cruzó en su camino le llevó a la victoria.

El boom de las mountain bikes

Al igual que para Delgado, para Fernández de Aranguiz, Orbea significa algo especial; es parte de su vida. “Conozco Orbea desde cuando se cortaban y se soldaban las cuadros, hasta lo que es hoy en día, y tengo la suerte de poder trabajar aquí”, cuenta la encargada de supervisar los riesgos laborales y medioambientales de las dos fábricas.

“Mi padre era el ajustador y hacía las máquinas y los prototipos de las bicis. Las primeras que salían las probábamos mi hermana y yo con los cuadros casi sin pintar. He vivido todas esas bicis, la Yovana, la Furia, la Deba, la Donosti”, recuerda con afecto esta ermuarra de 44 años.

A los 21, empezó a trabajar en la cadena de montaje con los frenos y las ruedas, y ha vivido varios de los hitos de la empresa en primera persona entre los que destaca, por proximidad en el tiempo, el de la década de los años 90 cuando explotó el “boom de las mountain bikes”, todo un cambio para la planta de aquella época.

“Orbea decidió que si queríamos mantenernos en este mundo, teníamos que hacer un producto diferente. Trabajábamos a relevo e incluso de forma nocturna, algo que nunca habíamos hecho. Estábamos inmersos en dar abasto”, cuenta Fernández de Aranguiz. Algo parecido sucedió con el cuadro Orca, el modelo más exitoso de la marca, fabricado desde 2003; o con la vinculación al triatlón.

Un libro y un documental

Tras su progresiva apertura internacional, Orbea continúa innovando para mantenerse con vida. Persiste su participación en la competición de carretera con los equipos Euskaltel-Euskadi y Optum Pro Cycling, y con Luna Chix en el ámbito de montaña. La última novedad, y adaptación a las necesidades del mercado y de la demanda, son las bicicletas eléctricas, “una prestación transversal a todos los modelos”, ilustraban desde la planta.

Además, tal y como destacan, se ha puesto en marcha un servicio de customización de las bicicletas a través de la página web, sin coste adicional, gracias al cual se puede elegir los colores o estampar algún nombre, por ejemplo.

El Orbea original ha dejado paso al Orbea de las segundas y terceras generaciones. Y para recordar su esencia, a finales de año la empresa tienen prevista la publicación de un libro y la edición de un documental en el que se hará un repaso a sus productos, a las personas que han formado parte de ella, a su tierra que es Euskadi, y a los logros atesorados en la competición.