J.V.- Empecemos aclarando que nadie está exactamente igual las 24 horas de los 365 días del año. Incluso, se puede levantar uno de buen humor y acostarse tristón o viceversa. Eso es normal, ¿verdad?
I.Q.- Sí, por supuesto. Vivimos en un mundo cada vez más poblado y en permanente interacción con otras personas, bien sea solas u organizadas, y reaccionamos a los estímulos que vienen de nuestro entorno con cambios emocionales. A veces esa inestabilidad es una señal de que estamos vivos (cuando la conseguimos controlar); otras, es un signo de que estamos mal (cuando es demasiado frecuente y se escapa de nuestro control).
J.V.- Lo que no es tan normal es cambiar de estado anímico varias veces a lo largo del mismo día. Eso nos habla de que algo no funciona bien. ¿Qué?
I.Q.- Ya te adelantaba algo en la respuesta anterior. No siempre es un indicador de que algo anda mal, porque puede ser un indicador de que estamos inmersos en una situación de mucha tensión o de mucho cambio que nos obliga a adaptarnos a cosas diferentes en un corto espacio de tiempo con su lógica repercusión en las emociones (cuanto más nos alejamos de un problema, experimentamos un alivio un tanto engañoso y cuando nos acercamos, nos volvemos a tensionar). Sin embargo, sí hay personas que en presencia de estímulos que otros semejantes consiguen conducir, con mayor o menor tino, se descontrolan de forma muy llamativa: aquí hay una inestabilidad patológica.
J.V.- Supongo que es importante distinguir si se trata de una situación pasajera o de algo permanente. Hay personas que siempre manifiestan esos dientes de sierra en su estado.
I.Q.- Sí, la ciclotimia es el estado natural -podríamos decir de rasgo- de muchas personas que ven cómo se alteran sus afectos de la misma manera que lo hacen los vagones de una montaña rusa. En el otro supuesto estarían las personas a las que he descrito en la respuesta anterior y que responden con cambios bruscos de humor porque viven cambios bruscos de los estímulos que les depara su vida diaria en ese momento.
J.V.- También habrá que fijarse en los estímulos o acontecimientos que provocan esos cambios de estado. Muchas veces son pequeñeces y, en ocasiones, ni siquiera hay un motivo aparente para pasar de un humor a otro.
I.Q.- Efectivamente. Ahí intervienen los rasgos de personalidad de las personas, su edad, etc.. Cuanto más experimentado es un individuo (hombre o mujer), más recursos tiene para hacer frente a estos cambios y menos vulnerable es a las agresiones del entorno. Por el contrario, la fragilidad que dan ser muy dubitativo, o joven o inexperto, te convierten en alguien más vulnerables a esas mismas agresiones.
J.V.- Hay quien manifiesta estas descompensaciones no en un día, sino a lo largo de periodos de tiempo más prolongados. Durante un mes son la alegría de la huerta y al siguiente van llorando por las esquinas. ¿Estamos ante un trastorno o ante una forma de ser?
I.Q.- Pueden ser ambas cosas. La diferencia es con qué intensidad obstaculizan su desenvolvimiento diario. Hay personas pesimistas y frágiles que llevan su actividad siempre quejándose, pero cumpliendo; otras no pueden desarrollar su actividad normal cuando no se encuentran bien y, además, se complican la vida en esos periodos.
J.V.- ¿Se puede hacer algo para tratar de mantener una especie de velocidad de crucero emocional y no estar en la eterna montaña rusa?
I.Q.- Pues en mi opinión, sí. En mi etapa anterior, la radiofónica, solía decir que vivir es acumular experiencia y echo mano de ese pensamiento para trasladarlo aquí ahora; afrontar las cosas (en unos párrafos más arriba hablaba de tranquilidades engañosas) nos permite aprender, tanto de los aciertos como de los errores y nos da otro arsenal de recursos para que nos tiemble el pulso lo menos posible ante los cambios que nos trae la vida.
J.V.- Por razones obvias, no es fácil convivir con alguien que manifiesta todo esto de lo que hablamos. ¿Cómo podemos ayudarlos?
I.Q.- Apoyarles, que no consentirles, en los cambios. Hay que hacer las observaciones que hagan falta para que se tome conciencia de estas situaciones y se puedan introducir medidas correctoras. La comunicación franca, leal y valiente es una muy buena herramienta.
J.V.- Cuando estos cambios de humor o de estado son muy extremos, ¿podemos estar ante algo que merezca atención profesional?
I.Q.- Sí. De hecho existe un trastorno de personalidad al que se le denomina así: por inestabilidad emocional.
"Mi vida es una noche de reyes interminable"
(Ally McBeal)
Se trata de un personaje de ficción!!!