E L cocinero catalán Santi Santamaría falleció ayer en Singapur, cuando un grupo de amigos visitábamos su restaurante Santi, en el lujoso resort Marina Bay Sands de la ciudad que gestiona su hija Regina. Por la mañana, estuvimos viendo las instalaciones y tratando temas de la cultura china, donde hay una gran consideración de la hostelería. Allí participábamos en un viaje gastronómico, en el que asistimos a una ruta por seis restaurantes diferentes.
La tercera parada era en el Santi, donde acudimos a una charla con periodistas de todo el mundo. Santi era catalán y, como tal, en su presentación habló en catalán y castellano. Fue su hija Regina quien tradujo la charla al inglés. "Mi restaurante es el único sitio con grafitis de todo Singapur. Me he entretenido haciéndolos yo mismo", presumió el chef. Después de la presentación se sirvió un aperitivo con pan tumaca, pintxos y gazpacho, y Santi nos invitó a todos a pasar a la cocina. Él salió por delante.
Entonces vino un amigo gritando y nos avisó de que Santi se había desplomado. Salimos todos corriendo. Se rompió, se lo llevó un infarto. Tenía muchos kilos y era un borrico. Fue una casualidad que no lo viéramos en primera persona, porque nos había invitado a pasar a la cocina, el verdadero centro del restaurante, pero se adelantó porque dijo que sentía como una bajada de glucosa.
Me quiero anticipar a las buenas palabras. Ahora dirán, aquellos que le criticaron que era una bella persona, y en verdad lo era. Él estaba dolido con su profesión porque era libertario y no creía que hubiera hecho nada malo dando su opinión.
Santi era impresionante. Tiene restaurantes en Barcelona, Madrid, Toledo y también en Singapur. Ha muerto un grande y como tal hay que homenajearle.
Santi era catalán y la verdad es que mucha gente no le perdona eso. Es un hombre de familia, aprovechaba cualquier ocasión para estar con su mujer y con sus hijos. Además, hace pocos días vivió la alegría de ser abuelo, de conocer al hijo de su hijo. Santi contó con un equipo fantástico. Es un hombre sencillo, bruto, neto, decía lo que sentía. Le tengo mucho aprecio, porque era respetuoso con todo el mundo, hasta con el enemigo.
El mal genio lo tenemos todos, pero era cordial y educado. Yo tenía mucha confianza con él y nunca me dijo nada de nadie. Quizá no calculaba la fuerza de lo que decía, pero lo decía porque lo sentía y mucha gente le criticó por eso.