bilbao - Los diputados que asistieron ayer a la segunda sesión de la investidura coincidieron en que la actitud de la derecha española dinamitó todos los usos y costumbres de la cortesía parlamentaria y la tolerancia al pluralismo. PP, Ciudadanos y Vox anticiparon su estrategia de crispación frente al futuro gobierno de Pedro Sánchez con motivo del turno de intervención de la izquierda abertzale. En su intento de cuestionar la legitimidad del candidato socialista por los votos que lo van a convertir en presidente, la derecha española reventó el pleno para escenificar su indignación con EH Bildu a voz en grito y con todo tipo de descalificaciones. El argumento de ETA volvió otra vez a la disputa política ocho años después del fin de la violencia y con la organización ya disuelta. El panorama de las alianzas, además, queda totalmente clarificado y dividido en dos bloques en vista de la estrategia de confrontación de la derecha española. El PP de Casado ha aparcado por completo su apuesta por los pactos de Estado con Sánchez, y ahora su prioridad es hacerlo caer.

Todo sucedió a primera hora, cuando Mertxe Aizpurua tomaba la palabra desde la tribuna para explicar la abstención. La llamaron terrorista e, incluso, instaron a que terminara de una vez, tal y como se pudo oír a Pablo Casado, del PP, lejos del tono que cabía imaginar en él como líder de la oposición. Su argumento fue que Aizpurua había opinado que el rey aplica recetas autoritarias, en alusión a su discurso tras las cargas contra el referéndum de independencia catalán. También se le afeó que reivindicara la figura de Arnaldo Otegi, de quien dijo que estuvo "injustamente" en prisión. Mientras hablaba Aizpurua, en la propia Mesa del Congreso, un órgano institucional, su secretario cuarto, Adolfo Suárez Illana, se giraba para darle la espalda. El popular, hijo del expresidente español, dijo más tarde que no quería confundirse con la "excrecencia" de la política.

"¡Pide perdón!", se oyó gritar desde su escaño a Casado, uno de los más activos en la bronca del pleno. Aizpurua terminó respondiendo: "Veo que no han seguido la recomendación de Baldoví de tomarse una tila". La trifulca alcanzó tal dimensión que el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, se puso en pie para gesticular con sus brazos y pedir calma a la derecha. Incluso se vio cómo, en la bancada de gobierno, el socialista José Luis Ábalos hacía un gesto similar. Todo lo sucedido sirvió a la derecha española para señalar al PSOE por permitirlo. Tras la intervención, Casado pidió la palabra para pedir que se aplicara el artículo 103 del reglamento y se llamara al orden a quien injurie a las instituciones del Estado. También se quejó C's. La presidenta del Congreso, la socialista Meritxell Batet, argumentó que debe respetar la libertad de expresión, mientras el PP, nuevamente por boca de Casado, pedía respeto para el rey. La derecha española atacó igualmente a Sánchez por haber tomado la palabra después de Aizpurua y no haberse pronunciado sobre el rey. No cayó en la envolvente. Prefirió dar normalidad al pleno y no responder al debate que se había suscitado sobre Felipe VI. Se centró en hablar de la mayoría progresista y la Europa federal, en respuesta a una Bildu que pedía un cambio democratizador y ponía en duda la validez de la transición. Aizpurua reclamó "democratizar el Estado, respetar el carácter plurinacional, el derecho de autodeterminación y repartir la riqueza", si quiere mantener su apoyo.

vivas a la policía La ultraderecha de Vox secundó la estrategia de boicot al acusar a la izquierda abertzale de tener las manos "manchadas de sangre", y lanzó vivas a la Policía y la Guardia Civil. Cuando Aizpurua aseguró que iba a terminar su discurso, se oyó otra vez a Casado: "¡Acaba, acaba ya!". Se lanzaron acusaciones de terrorismo y, en unas declaraciones posteriores, Aizpurua aseguró que, según algunos comentarios, le habían dicho "muérete".