BILBAO - Atrás quedan los tiempos en que Pedro Sánchez aludía a la necesidad de “pacificar” Catalunya e instaba a las derechas a no avivar los rescoldos del 155 en aras de reconducir la “convivencia”, que a juicio del socialista es el problema. Hay que mirar también por el retrovisor la etapa en que el ahora presidente en funciones organizaba reuniones con el Govern, mesas de diálogo y hasta justificaba la presencia de relatores en una relación que, para gozo de la Generalitat, tomaba tintes casi de bilateralidad. Entregado ya a la campaña, e incluso antes, cuando echaba en cara a Unidas Podemos que les distanciaba su posición sobre el conflicto catalán; el líder del PSOE ha ido adoptando un discurso cada vez más centralista, que huye de aquella idea de plurinacionalidad de la que hacía gala cuando optaba a secretario general de su partido.

Y en el que con el paso de los días ha ido acrecentando su amenaza de recurrir al precepto constitucional al que los socialistas ya dieron el visto bueno en plena convulsión del procés en el caso de que el Ejecutivo de Quim Torra, y el soberanismo en general, se salten en su respuesta a la sentencia del Tribunal Supremo, o en cualquier escenario, las líneas rojas que se marcan desde Madrid. “No amenazo”, puntualizó ayer Sánchez para rebajar el evidente tono de su advertencia, pero si “en las próximas semanas o meses” tiene que aplicar el artículo 155, no le temblará el pulso, aunque deba hacerlo de manera proporcional “para no dar más gasolina al independentismo”, e incluso en periodo electoral, con el Gobierno en funciones y disueltas las Cortes. Y es que “lo podría hacer sin problema desde el punto de vista constitucional y de la legitimidad”, trasladando esa capacidad a la Diputación Permanente.

A nadie se le escapa que en el comportamiento de Sánchez, envuelto en la bandera de la españolidad hasta en su lema hacia el 10-N, Ahora España, se halla la intención de ir minando el caladero de Ciudadanos en busca del voto más centrista y centralizador, si bien ello le pueda suponer ceder por la izquierda y aunque no haya calculado los efectos que ello pueda tener en el electorado del PSC. A sabiendas además de que para erigirse en presidente del Gobierno, Catalunya siempre es epicentro de las victorias. “No jueguen con fuego”, avisó Sánchez a los secesionistas, expresión que asoció al hecho de que “no condenen” la presunta violencia, “cualquier violencia”, o indicios de terrorismo de los CDR, que es lo que “estamos viendo en Torra”. Lo manifestó ayer en una entrevista en la cadena Ser en una jornada que no fue cualquiera, sino la del segundo aniversario del referéndum del 1-O, y que se saldó sin incidentes destacables y con los partidos y entidades civiles independentistas ofreciendo una imagen de unidad.

Sánchez acusó al president de “amparar y banalizar las actuaciones que se han llevado a cabo por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado”, y le pidió “que no cometa el error más grave, mirar para otro lado cuando hay indicios de violencia” en la actuación de los CDR detenidos. En ese punto, ahondó en los “tres ejes” en que se basaría el recurso al 155: la “firmeza democrática” para proteger el Estatut y “la obligación de restituir el autogobierno”; la unidad de “todas las fuerzas políticas nacionales”; y la “proporcionalidad” en esta actuación para que “la sociedad entienda cuáles son las decisiones que se toman”. La opción de aplicar la ley de Seguridad como le reclama Pablo Casado no la contempla porque el socialista dice confiar en los Mossos pese a la dimisión, hace solo 48 horas, de su director, Andreu Martínez. Lo que sí hará el Gobierno en funciones es impugnar las propuestas de resolución aprobadas por las formaciones independentistas en el último debate de política general en el Parlament, hasta el punto de que podría actuar contra la Mesa de la Cámara catalana.

Pero ni Torra ni el soberanismo se dejan amedrentar por los toques de atención altisonantes de Sánchez. En el acto institucional por el 1-O, el president se comprometió a “avanzar sin excusas para que la República catalana sea una realidad”. “El Govern se compromete con la radicalidad democrática, el derecho a la autodeterminación, el diálogo, la cohesión social y el respeto escrupuloso a los derechos humanos, los derechos civiles y las libertades colectivas”, expresó, reafirmando su compromiso para “persistir hasta conseguir la libertad de los presos políticas y el retorno de las personas exiliadas”. Desde ERC, su portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián, afeó el giro de Sánchez para buscar el voto más constitucionalista. “Hace seis meses el discurso del PSOE y el PSC era diametralmente diferente, a cualquier representante se le apretaba bastante con el 155 y ni una vez cayó en la amenaza”, lamentó en TVE. “Y ahora, en una semana lo han dicho más que en toda la campaña anterior”, criticó el republicano.

PP: intervenir las cuentas Quien tampoco se cree a Sánchez es el PP. “No es creíble”, señaló Casado respecto a su estrategia, urgiéndole a intervenir las cuentas públicas catalanas, como hizo Mariano Rajoy. En esta tormenta perfecta contra el soberanismo, Albert Rivera (C’s) reclamó a los socialistas que avalen la moción de censura que plantearán el lunes contra Torra y que no cuenta con votos suficientes para salir adelante. El PSC se abstendrá, el PP votará a favor y los comunes lo harán en contra.