bilbao - En lugar de retomar la negociación en el punto en que la habían dejado, el PSOE y Unidas Podemos han vuelto al kilómetro cero en el diálogo para la investidura de Pedro Sánchez. Tras la votación fallida, el debate no se sitúa ya en quiénes deben ser los ministros de Podemos y cuál es la relevancia de las carteras que ocupan, sino que han vuelto a la casilla de salida: discuten si el gobierno debe ser de coalición o, por el contrario, si Sánchez debe gobernar en solitario con un gobierno monocolor apoyado desde fuera por Podemos, un gobierno a la portuguesa que volvió a defender ayer la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo. Iglesias se está viendo sometido a una presión interna cada vez mayor para que rebaje sus exigencias y se preste a dar su apoyo a un gobierno socialista en solitario con un acuerdo que se centre en los programas, como plantean Izquierda Unida y la corriente anticapitalista de Podemos. Pero, por el momento, no cede. En su propio programa televisivo, Fort Apache, Iglesias volvió a dejar caer la importancia que tiene para su partido gestionar ministerios como el de Trabajo, y acusó a los socialistas de no querer ceder porque se resisten a subir los salarios.

PSOE y Unidas Podemos van a comenzar el mes de agosto en esta situación de enfrentamiento y sin que se conozca cuándo van a retomar los contactos. El plazo límite lo marca el 23 de septiembre. Si Sánchez no fuera investido para entonces, las cámaras se disolverían y habría elecciones el 10 de noviembre. El PSOE está jugando con la presión de la encuesta del CIS y ayer volvió a agitar el 41,3% de apoyo que prevé para los socialistas, para que el resto de partidos se abstenga y evite unas elecciones. Los socialistas utilizaron sin ningún complejo las cifras para sentirse reforzados en su estrategia y para intentar que los grupos mayoritarios se abstengan, también Ciudadanos o el PP. En paralelo, les hacen un favor las voces dentro de Podemos que piden negociar un programa y olvidarse de entrar en el gobierno.

Iglesias ha quedado muy desgastado tras la investidura fallida y tras el desencuentro televisado en vivo y en directo, donde llegó a improvisar desde la tribuna una oferta para renunciar al Ministerio de Trabajo a cambio de gestionar las políticas activas de empleo. Fue un momento desconcertante que contribuyó al sainete. Después se conoció que la oferta del Ministerio de Igualdad no se le planteó a él en persona, sino al líder de IU, Alberto Garzón, porque fue el único que estaba disponible en el teléfono en aquel momento. El PSOE aprieta porque está viendo la debilidad de Iglesias.

el choque Calvo volvió a plantear ayer en Radio Nacional de España buscar un acuerdo programático para que Podemos apoye a Sánchez sin entrar en el gobierno. “La fórmula de apoyar al gobierno con objetivos concretos es una buena fórmula, con mucha historia en Europa”, dijo. A su juicio, tras la investidura fallida, hay que explorar otras fórmulas que no sean el gobierno de coalición. “El intento que hemos procurado y no ha salido es muy novedoso, es la primera vez que se planteaba en nuestro país y, si no ha salido adelante, hay que buscar otras vías”, sostuvo, para añadir que “hay fórmulas en otros países muy ensayadas, donde otro partido de izquierda apoya el programa o una parte”. Un día antes, Pablo Echenique ya había rechazado un respaldo desde fuera porque no da garantías de que el socialismo cumpla lo pactado. Iglesias añadió que Sánchez carece de “proyecto para el país” porque le da lo mismo contar con C’s que con Podemos, y cree que tras la “obsesión” del PSOE con el mercado de trabajo se esconde una negativa a subir salarios. No obstante, vio margen para el acuerdo porque hasta septiembre se abre un tiempo “más racional” para salir de “la dinámica del no hacer nada y ya ocurrirá algo”. “Esa actitud de Sánchez del me quedo quieto y ya se moverán los demás es algo muy rajoniano”, dijo.

PSOE y Unidas Podemos están condenados a entenderse si quieren evitar una repetición electoral. PP y C’s han remodelado sus ejecutivas para rodearse de los perfiles más duros con Pedro Sánchez y capear todos a una las presiones que pueden llegar desde el ámbito empresarial y financiero para que permitan la investidura. Los dos partidos de la derecha española han cerrado la puerta con el pretexto de que el socialismo los ha desairado en Nafarroa. Pero, al mismo tiempo, tampoco pueden articular una mayoría alternativa. La Razón ha aireado en las últimas horas la hipótesis de que el popular Pablo Casado intente ser investido pidiendo la abstención socialista. Nadie del PP lo ha confirmado oficialmente porque son conscientes de que es una maniobra condenada al fracaso y poco realista. Más bien parece un mensaje para llevar al ridículo y al extremo la propia petición de Sánchez a la derecha para que se abstenga en su investidura, que sería tanto como pedirle a él que permita la de Casado.