madrid - Preso de la emoción, Oriol Junqueras tuvo que asistirse de un papel para leer su reivindicativa promesa de la Constitución mientras los jabatos de Vox aporreaban las maderas. Gabriel Rufián le palmeó la espalda y el resto de sus fieles aplaudió. Minutos después le esperaba el furgón policial. Un certero reflejo de la anómala normalidad parlamentaria vivida en el arranque de una legislatura que augura emociones, tensión, diálogo, conatos de inestabilidad, reconstrucción de la derecha, y política, mucha política sobre dos puntos cardinales: Catalunya y derechos sociales.

Posiblemente en su primer y último día como diputado, el venerado líder de ERC multiplicó exponencialmente su carisma entre corrillos, pasillos y escaños dejando que quien quisiera se acercara a él. Como Pedro Sánchez no tenía ningún interés por una foto tan abrasiva aún sin formar gobierno y a cuatro días del 26-M, el vicepresidente del procés fue a su encuentro, sobre todo porque tenía muchas ganas de decirle, quizá como una premonición: “Tenemos que hablar”. La aguerrida Miriam Nogueras madrugó para reivindicar a los suyos, pero en JxCat solo vende Puigdemont. El debate interno del soberanismo catalán se decanta ya hasta en los detalles más nimios.

Junqueras no pierde las horas en la cárcel. Está enganchado al mundo. Se lo demuestra a diputados y dirigentes de ERC, a quienes, incluso, pone deberes. Ayer mismo, pilló con el pie cambiado a uno de sus parlamentarios al preguntarle de sopetón: “¿Todavía no has hablado con el arzobispo de Tarragona?”. El prelado gerundense Joan Planellas, de reconocido espíritu soberanista y declarado enemigo de Albert Boadella cuando ambos compartían las calles de Jafre, ocupa desde hace apenas unos días la vacante de Jaume Pujol, sustituido en medio de supuestos abusos a menores. Pero también les recordó “que ya no puede quedar tiempo para recoger las últimas cerezas antes de que se estropeen”.

La tarea más difícil le queda a partir del lunes, cuando haya que decidir el auténtico campo de juego con el futuro gobierno en solitario. Los votos nulos de ayer con el lazo amarillo son pasatiempos, atrezzo mediático. Los republicanos catalanes van a vender caro inicialmente su apoyo, pero Sánchez no se les pondrá de rodillas. La imagen de distensión con la ley en la mano engranda al líder socialista. Ahora bien, la elección nada simbólica de Meritxell Batet como tercera presidenta de la historia del Congreso desnuda una realidad: el PSOE está a un escaño de la mayoría absoluta siempre que no acumule más enemigos. A partir de ahí, solo le quedará buscar nuevos aliados puntuales. Ya sabe que Albert Rivera no le cogerá el teléfono en mucho tiempo, empeñado en liderar a una derecha tan desestructurada. De momento, ha ganado a Vox y al PP como abanderado españolista al protestar por la catarata de reivindicaciones proferidas al acatar la Carta Magna. El líder de Ciudadanos volvió a morder con gusto la presa, harto de la retahíla de proclamas que le iban atormentando. Los catalanes hablaron de presos políticos; los podemitas, de derecho social y hasta Roberto Uriarte apeló al artículo 128; EH Bildu lo fio a la futura república vasca y en el PNV apelaron al imperativo legal.

En este contexto, Pablo Casado bastante tiene con la tormenta que se le avecina. Y la ultraderecha, reducida a buscar el simbolismo porque no suma con nadie. Lo demostró muy temprano Santiago Abascal al situar rápidamente a los suyos detrás del banco azul en un gesto que no gustó nada a Patxi López. A cambio tuvo que compartir las cámaras durante más de cuatro horas con el socialista catalán José Zaragoza, sin que ninguno pareciera molesto con sus prolongados diálogos.

En ocasiones, el Hemiciclo asemejó una romería, pero el ruido no se le fue de la mano al trending topic Agustín Javier Zamarrón. Este valleinclanesco médico socialista de Miranda de Ebro, imborrable por su templanza y frases celebérrimas, pasará a la historia de las mesas de edad. Sus paseos hasta el gallinero -futuro alojamiento destinado maliciosamente a Vox- para que votara Pablo Echenique no tuvieron desperdicio sorteando los interminables corrillos en torno a los presos catalanes, a los que gustosamente se iban sumando nacionalistas, abertzales y Pablo Iglesias. Solo por cortesía, Inés Arrimadas prefirió dar dos besos al encarcelado Josep Rull.

Tras superar las interminables aglomeraciones de acceso al pleno, fue una mañana reivindicativa, aunque solo de un lado, a modo de camisetas. Abascal ni se giró cuando tres diputados socialistas posaban orgullosos con el emblema Gaysper. La joven Marta Rosique aprovechó los minutos de televisión luciendo desde la tribuna su lema Accion Antifexista. Països Catalans. Pero nadie como el presidente Revilla para exprimir el valor de un único diputado atrayendo a periodistas como panel de rica miel. Solo comparable con Gabriel Rufián, insustituible como agitador propagandista. Apagados estos fuegos de artificio bastante previsibles, el auténtico partido empieza tras el escrutinio del domingo.