La principal razón de ser de las manifestaciones es la de informar : de informar al poder político de lo que siente y quiere el pueblo en determinados momentos y asuntos. Es, en cierto modo, un atajo del sistema hacia una democracia directísima, una democracia de base.

Pero con la masificación demográfica, esta faceta de la democracia está evolucionando hacia lo grotesco. El derecho a manifestarse parece cada vez más el derecho al pataleo y no pocas veces viene a ser una especie de "morir matando". Algo así como "si yo estoy a disgusto por lo que sea - despido, desahucio o cierre de un parvulario próximo -, fastidio a todo el mundo también"€ cortando el tráfico, aullando en la vía pública o quemando contendores de basura.

En los últimos tiempos esta deriva esperpéntica de la manifestación protestataria ha crecido alarmantemente. Así, solo unos pocos ejemplos : en Inglaterra se tiran al mar estatuas de esclavistas porque en los EE.UU. la violencia policial es alta; en Barcelona se denuncia a grito pelado que Nissan no quiere seguir perdiendo dinero con su fábrica de automóviles; y en Galicia cortan carreteras y queman neumáticos porque se cierra Alcoa por la misma razón. En cuanto a las caceroladas, la Historia no registra ni un solo cambio de Gobierno en el mundo por el ruidoso machaqueo de los artilugios culinarios.

Y en estos acontecimientos y en miles más muy similares lo primero que llama la atención es la falta de lógica. Porque es evidente que ningún empresario va a seguir en un negocio ruinoso tan solo porque unos miles o cientos de personas clamen al cielo o a dios sabe quién. Tampoco se ve la lógica por ninguna parte si lo que se pretende con las manifestaciones es que las autoridades intervengan en una crisis comercial o industrial. Porque al grito de "¡ Cierre, no !" ni se reclama nada viable, ni se denuncia una injusticia flagrante ni siquiera se ofrece una solución razonable - y razonada - al problema planteado.

Es decir, esta ola de pataletas lloronas sugiere que mentalmente la humanidad actual ha vuelto miles de años atrás cuando creía que haciéndole sahumerios a los dioses Baal, Assur, Ra, En-lil, Kemosh, Zeus, Visnú, etc. los ríos dejarían de desbordarse en primavera, los débiles ejércitos propios vencerían a rivales más poderosos, las enfermedades incurables tenían cura o las sequías se cortaban en seco. Nada de esto sucedía miles de años atrás por muchas rogativas que se hiciera a los dioses y uno se pregunta por qué se creen los humanos actuales que una gritería en las calles va a cambiar las leyes del mercado, la mecánica social de las naciones, los radicalismos o el pasado más o menos próximo

¿ Será que siguen creyendo en Baal?