Moscú - El matrimonio de conveniencia entre Putin y Erdogan peligra por las actuales tensiones en Siria. Durante casi un lustro Rusia y Turquía pusieron de lado sus agrias afrentas históricas con el fin de estabilizar la situación militar y humanitaria en el país árabe. Pero Ankara ha tensado tanto la cuerda en las últimas semanas con sus diatribas militares, que ésta está a punto de romperse.

Los presidentes ruso, Vladímir Putin, y turco, Recep Tayyip Erdogan, tienen muchas cosas en común. Ambos son partidarios de la mano dura con sus opositores y son criticados por sus tendencias autoritarias. Putin acabó con la guerrilla islamista del Cáucaso sin importarle el coste humano y Erdogan quiere hacer lo mismo con la kurda. Son más temidos que amados en sus respectivos países. Sorprendentemente para muchos analistas, ambos forjaron una improbable unión que ha causado no poco quebraderos de cabeza a Estados Unidos. Putin ha logrado salir victorioso en su intento de evitar el derrocamiento del presidente sirio, Bachar al Asad, y Erdogan ha podido liberarse del yugo estadounidense para presentarse como líder regional. La relación estuvo a punto de resquebrajarse cuando Ankara derribó a finales de 2015 un avión ruso. Putin incluso afirmó entonces que era "prácticamente imposible" llegar a un acuerdo con Erdogan, que se negó durante semanas a disculparse por el incidente.

Putin incluso acusó a la familia de Erdogan de enriquecerse del tráfico ilegal de petróleo del Estado Islámico, pero el pragmatismo de ambos mandatarios imperó y, junto a Irán, ambos firmaron los años siguientes varios acuerdos de paz en Astaná y Sochi que permitieron acabar con la guerra a gran escala en Siria. Hasta ahora la alianza ha sido mutuamente beneficiosa -Rusia incluso suministró baterías antiaéreas a Turquía, país miembro de la OTAN-, pero las bajas sufridas en las últimas semanas por el Ejército turco en Siria hacen cada vez más difícil para Erdogan, justificar su silencio.

El detonante de la actual tensión fue la ofensiva del Ejército sirio que en las últimas semanas ha logrado importancias ganancias territoriales.

El objetivo no es tanto Idlib como las dos carreteras -la M4 y la M5- que unen Damasco con Alepo y la segunda ciudad del país con la costa en Latakia -cuyo control es clave para la reconstrucción del país-, además de que así, también cortarían el suministro a los islamistas.- Efe