Bilbao- José Virtuoso (Caracas, 1959) está visitando diversas ciudades con centros docentes y universidades jesuitas para exponer la situación política y social que se vive en Venezuela y para promover la solidaridad hacia el pueblo venezolano y los alumnos de la UCAB.

Usted sostiene que la presión internacional puede contribuir de manera positiva a una solución no violenta de la crisis de Venezuela. ¿Todavía no hay suficiente presión internacional?

-Creo que, en el caso de Venezuela, la presión internacional está bastante fraccionada. El conflicto venezolano dejó de ser local para convertirse en un conflicto internacional y regional, que suscita apoyos y oposiciones, fundamentalmente porque hay países alineados con la ideología que, primero desde el chavismo y ahora Maduro, han intentado poner en marcha. En este sentido, una de las tareas que hay que realizar consiste en articular muy bien la presión que pueden ejercer los países y organismos que están a favor del cambio democrático en Venezuela, que no reconocen a Maduro y que desean que el desenlace sea la celebración de unas elecciones libres, democráticas y con garantías verdaderas.

¿Presión sí pero intervención no?

-Hay que concitar y favorecer un único discurso o, por lo menos, un discurso coherente con capacidad real de incidir en los organismos internacionales. Por supuesto también tiene que haber propuestas articuladas con la oposición interna del país y todo eso supone un gran trabajo político y una gran capacidad de entendimiento sabiendo que entre los distintos países también hay división, porque cada país ve cómo la política externa afecta a la interna. Articular todos esos intereses es bastante complejo, pero me parece fundamental para el cambio en Venezuela.

¿La Organización de Estados Americanos (OEA) podría ayudar?

-Tendría que darse una posición de mayor fortaleza, por supuesto de la OEA, que es el foro regional, pero también tendría que articularse en la ONU. Eso implica intentar convencer a algunos actores que están obstruyendo la resolución del Consejo de Seguridad, como Rusia y China. Los intereses de cada uno en el conflicto internacional derivado del caso venezolano son distintos. Configurar un bloque para el cambio también tiene que ver con el FMI, el BID y el Banco Mundial.

¿Considera que es posible que el conflicto derive en un enfrentamiento civil?

-Es posible. Venezuela está atravesada por la violencia. Se vive una violencia social brutal que es fruto, entre otras cosas, de la proliferación de armas de fuego entre la población. Y si a eso se le suma la violencia política que genera todo un conjunto de grupos irregulares que aplican acciones represivas en nombre del Estado o de la ideología, lo que tenemos es una mezcla muy explosiva. Si se llegara a desarrollar un proceso de enfrentamiento militar entre facciones distintas de las Fuerzas Armadas el cuadro se complicaría más aún. Nosotros vivimos permanentemente al borde la guerra civil, no se desborda pero estamos siempre en el borde.

¿Hay algún factor que podría provocar ese desbordamiento?

-Creo que el elemento fundamental que permitiría que eso sucediera sería un enfrentamiento entre las Fuerzas Armadas, que hasta ahora han preferido actuar homogéneamente: o desconocen en su totalidad al régimen o apoyan en su totalidad al régimen. Creo que en un contexto de violencia un enfrentamiento entre las Fuerzas Armadas podría generar un clima imparable. Sin embargo, al menos hasta ahora, se han comportado bajo esa perspectiva y no están dispuestas a un enfrentamiento entre unidades militares o entre distintos grupos o fuerzas. Pero un desmembramiento que lleve a una confrontación militar, en el contexto actual, sería algo realmente explosivo.

¿Cree que el enfrentamiento político está eclipsando los problemas socioeconómicos que viven los venezolanos?

-Quizás desde fuera puede verse como un conflicto de grupos políticos, de grupos polarizados y comprometidos con intereses hegemónicos, pero la realidad verdadera es que la solución política solo es un medio, el mecanismo necesario para solucionar el problema de fondo, que es la terrible tragedia económica y la crisis humanitaria. Una situación que es fruto de un conjunto de decisiones políticas, de una manera de concebir el Estado, de un modelo fallido de economía.

Así, ¿no se trata de elegir entre Guaidó o Maduro?

-Ciertamente el problema político no es entre Guaidó y Maduro, el problema fundamental es que la gran mayoría del pueblo venezolano necesita recobrar condiciones de vida dignas. Y ese cuadro será imposible modificarlo si no se cambian las claves de decisión que están en los mandos del Estado y, en general, el modo de concebir el poder. El régimen político actualmente encabezado por Maduro sigue un modelo totalmente inviable, con una concepción del Estado como un ente al servicio de los intereses fundamentales de la élite dominante y bajo unas concepciones ideológicas enmarcadas en lo que se conoce como el socialismo del siglo XXI.

¿Todos estos años de conflicto han provocado un retroceso social?

-Nosotros sumamos ya importantes retrocesos. América Latina es un continente cuyos niveles de PIB, de productividad, de índices de bienestar social han ido en aumento. Y son pocos los países que no estamos en esa dinámica: Haití, Cuba, Nicaragua, Venezuela... y por algo será. ¿Por qué Venezuela, junto a Cuba, Haití y Nicaragua, está experimentando niveles tan importantes de retroceso? Pues precisamente porque no estamos viviendo lo que ha pasado en gran parte de la región: que el modelo económico y social ha avanzado en la medida en que la sociedad ha ganado control. ¿Qué tenemos en Venezuela? La vivencia de una profunda tragedia que va a agravarse mientras se mantengan las condiciones políticas actuales.

También hay una crisis de refugiados y exiliados.

-Tenemos dos niveles. Un primer gran elemento es el flujo migratorio, personas que son expulsadas del país por las condiciones socioeconómicas. Vamos ya por el orden de los 4 millones de personas. Estamos hablando de un 14% de la población, lo que es una situación sumamente grave. Y dentro de ese gran flujo migratorio hay un grupo muy particular que son los que tienen que huir por razones políticas, porque sus derechos humanos son violados de manera sistemática, sufren persecución o temen sufrir represalias por sus posiciones políticas. Ese grupo, que intenta buscar cobijo bajo la protección de otro Estado, lo conforman refugiados políticos.

¿Ha encontrado receptividad hacia la situación en su país?

-Las universidades de la Compañía de Jesús nos han brindado una acogida muy buena y han servido de plataforma para la discusión del problema venezolano. También han mostrado su solidaridad. La UCAB ha desarrollado esta gira en conjunto con esas universidades, entre otras cosas, para promover la solidaridad y poder seguir siendo una universidad de calidad.

La semana que viene, después de su gira, volverá a Venezuela, ¿teme por su seguridad?

-Como todo venezolano que quiere mantener una posición libre y autónoma frente al conflicto. Todo el que se ve en la necesidad de emprender acciones críticas o desarrollar un discurso crítico frente al gobierno debe temer. Lo más sensato es que tema por su seguridad. Pero, bueno, lo afrontamos con confianza y en la seguridad de que estamos haciendo lo que creemos que tenemos que hacer.