NACIDO hace 69 años en el seno de una familia sionista y secular en Tel Aviv, Netanyahu pasó mucho tiempo de su infancia y adolescencia en EE.UU. por el trabajo de su padre historiador. Allí cursó luego sus estudios universitarios en el prestigioso MIT y luego en Harvard. Durante esos años intercaló sus estudios con su servicio militar en Israel, donde llegó a ser oficial de la famosa Sayeret Matcal, la unidad de élite del Estado Mayor del Ejército, y sirvió en múltiples operaciones, incluida la Guerra de Yom Kipur, en 1973.

Su carrera política solo comenzaría en 1982, como número dos de la delegación diplomática de Israel en EE.UU., de donde pasó a ser embajador en las Naciones Unidas.

En 1988 regresó a Israel y, en un meteórico ascenso, se convirtió a los 46 años en el primer ministro más joven de la historia política nacional, tras haber sido acusado de incitar indirectamente al asesinato de Isaac Rabin en las virulentas manifestaciones de la derecha contra los acuerdos de paz de Oslo.

Truncado su primer mandato, se apartó de la política para dedicarse a los negocios, regresando a finales de 2002 como ministro de Asuntos Exteriores y luego de Finanzas.

En las elecciones de 2009, ya como líder del Likud, partido que aún encabeza, Netanyahu fue el segundo candidato más votado detrás de la centrista Tzipi Livni, que le superó en un escaño. La fortaleza de su bloque derechista, sin embargo, le permitió ser quien formó gobierno, comenzando así su segundo mandato como primer ministro, cargo que retendría luego en las elecciones de 2013 y 2015, con coaliciones cada vez más inclinadas hacia la derecha. Su ideología política incluye una férrea defensa del libre mercado, de la identidad y mayoría judías del estado y el mantenimiento del statu quo en relación a Jerusalén y la ocupación de los territorios palestinos.

El apodado Bibi demostró una vez más la astucia política que lo caracteriza y logró sobreponerse a los obstáculos que se le presentaron en una de las campañas más reñidas en mucho tiempo. A fines de febrero, cuando el fiscal general del Estado anunció que le imputaría por tres causas distintas de corrupción, incluyendo cargos de fraude y soborno, su continuidad en el poder parecía tambalearse.

Sin embargo, y confirmando la inquebrantable lealtad de sus seguidores, esta decisión terminó siendo un traspié que no tuvo un gran impacto en su popularidad.