eS una de las aún 114.000 identidades en paradero desconocido tras la guerra de 1936. El suyo es un caso que amalgama curiosos enigmas solapados y que gracias a miembros de la agrupación Euskal Prospekzio Taldea y de la Sociedad de Ciencias Aranzadi ha ido viendo la luz. El esqueleto del gudari Severino, de Zeberio, debe yacer en algún lugar.

Su caso cumple en silencio diez años, no solo de palos de ciego, sino de concatenaciones conseguidas a golpe de ilusión, emociones a flor de piel y esperanzas. Con tesón. A modo de breve y rápida recopilación de datos, esta es la historia de un joven vizcaino del Ejército de Euzkadi que en un bunker cinceló su firma y detalló su procedencia: Zeberio. Los investigadores Alberto J. Sampedro Ixile y Mauro Saravia dieron con la familia del gudari. Como curiosidad, y vuelta de tuerca para el estudio, descubren que fue adoptado y amamantado, de forma solidaria, por una madre del pueblo. De cuatro hermanos varones, tres partieron como gudaris a la guerra a luchar contra el bando golpista. De ellos, Severino fue el único que no volvió al hogar. Desapareció.

En 2009, Ixile, socio de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, fue quien halló cerca de Legutio un fortín abandonado. Al entrar en él había una inscripción escrita a mano que decía: “De Ceberio, Severino Ayerdi Arteche”. “Este detalle fue publicado en un foro de Internet para ver si alguien podía dar una pista de esta persona, pero no fue el caso”, lamenta Ixile. El siguiente paso fue consultar al investigador de Ugao-Miraballes Ritxi Zarate porque Zeberio es un pueblo fronterizo a su municipio. El intento de Zarate, a su pesar, también dio resultado negativo.

En 2017, en una conversación entre Ixile y el fotógrafo Mauro Saravia, este último le dijo que la familia de su mujer “es de Zeberio de toda la vida”. “Me relató la historia de Severino y si podía investigar. Lo primero que hice fue hablar con mi suegra dando con los familiares ya que uno de los Ayerdi había sido entrenador de fútbol de mi mujer cuando era una niña”, asevera.

En ese instante, Saravia habla vía telefónica con Edorta, a la postre sobrino de Severino. Le aportó el hallazgo y se citaron en la plaza de Zeberio. “Fue así como un emocionado Edorta me comentó que Severino era hijo adoptivo de la familia y que su nombre natural era Ceferino Arrese Letona. Que lo habían ido a buscar a Bilbao para aprovechar la leche materna, ya que su abuela hacía poco había perdido un hijo, desarrollándose esta situación alrededor de 1917”, explica. Exhuman nuevos datos: que Severino era dantzari, “esbelto y ágil”, y el menor de los cuatro hermanos de sangre llamados Patxi, Cándido, Antolina y Pedro. Recordemos que él era el quinto, tomado en adopción.

Cita en el fortín Al dar los militares españoles el golpe de Estado y como consecuencia estallar la guerra, Patxi, el mayor, no fue llamado a filas ya que luchó en la Guerra de Marruecos. Cándido optó por unirse al Batallón nº 77, M.A.I. Irrintzi, del PNV. Pedro se alistó en el Batallón de Infantería nº 39 Arana Goiri, de ideología también jeltzale, y Severino se presentó voluntario y fue destinado al Batallón nº 2 de Ingenieros del Ejército Vasco.

Cándido y Pedro volvieron después de los años, no así Severino. “Cabe destacar -mantiene Saravia- que Pedro y Cándido no descansaron en buscar a su hermano, enviando cartas al Ejército y a las instituciones de aquellos años, y encontrando siempre respuestas negativas. Antes de fallecer, le pidieron a Edorta que continuara con su búsqueda”. Ellos mismos le trasmitieron que uno de los hermanos coincidió con él en Gernika antes del bombardeo, así como que vecinos de Zeberio aseguraban que se le vio por última vez en la Batalla del Ebro.

Con estos datos, los inagotables investigadores de Euskal Prospekzio Taldea y de Aranzadi comenzaron la investigación a través de archivos. “Durante años ha sido un caso muy distinto, pero sobre todo peculiar. Aparece en los padrones de Zeberio como Severino Ayerdi Arteche, luego como Ceferino Arrese Letona, lo que dificultó aún más encontrar indicios de su vida en el frente. Fue siempre muy confuso y con muchas incógnitas ya que no aparecía en ningún sitio”, sostienen.

A principios de este año, Mauro concertó una cita en el fortín que reunió a Euskal Prospekzio Taldea y la familia, ya que Edorta, agradecido, le urgió conocer personalmente a Ixile por ser quien encontró la pista de su tío desaparecido. Una vez allí, la familia identificó el lugar, lo recorrió y preguntó si es posible preservarlo ya que es “el último vestigio en vida de nuestro familiar”. Días después, eso sí, “se encuentra la primera esperanza”.

Localizan las nóminas del Euzkadiko Gudarostea en las que aparece Severino, pero con un error en el nombre, detallado como Severiano Ayerdi Arteche del Batallón nº 2 de Ingenieros. Estas credenciales oficiales están firmadas por el propio Severino hasta julio de 1937 siendo el último vestigio de su vida, “hasta el momento”. Hoy Severino continúa sin paradero conocido. “Las esperanzas no se pierden debido a que se puede contar con el apoyo de Gogora”, agradece Saravia.