Antes de que en la Comunidad de Madrid se abran los colegios electorales para que puedan votar cinco millones de personas, ya se sabe quién ha ganado. Solo quedan por resolver dos dudas antagónicas: a qué distancia se quedará el PP de la mayoría absoluta (69 de 136 escaños) o si se produce tal movilización de la izquierda que pulveriza el signo de todas las encuestas publicadas en torno a este 4-M. Evidentemente, todos los pronósticos coinciden en una aplastante victoria de la actual presidenta en funciones, Isabel Díaz Ayuso, por encima incluso de los 60 parlamentarios regionales que le permitiría no solo seguir gobernando sino redoblar su decidido propósito de presión sobre Pedro Sánchez.

Las urnas vuelven a abrirse en este territorio dos años después y en unas condiciones diametralmente distintas. Los madrileños son llamados a votar en una convocatoria anticipada que transcurrirá en un día laborable y bajo estrictas medidas higiénicas y sanitarias por culpa de una pandemia que aquí ha causado una desgarradora cifra de muertos y contagios en los últimos catorce meses por culpa de la covid-19. Y lo hacen después de una campaña agresiva, plagada de amenazas personales y desafíos constantes que ha agudizado la polarización entre izquierda y derecha a la que se viene asistiendo desde que triunfó la moción de censura contra Mariano Rajoy por la corrupción de su partido, el PP.

Habrá una elevada participación electoral, en un día soleado, posterior al puente vacacional, que marcó un cierre de campaña rodeado de una abierta polémica por las denuncias de la izquierda a la utilización partidista que la candidata popular hizo de los actos conmemorativos del 2 de Mayo. Fue el último estertor de un cruce interminable de reproches mutuos que se lleva por delante la ausencia de un auténtico debate sobre propuestas y de análisis de la gestión que había desempeñado el Gobierno de coalición PP-Ciudadanos en los dos años anteriores.

En este contexto de aspereza y enfrentamiento permanente, la izquierda no ha sido capaz de desgastar la imagen de Díaz Ayuso, que se dispone a obtener un exultante triunfo para alargar los 26 años de dominio del PP en la autonomía más poderosa del Estado español. Los sondeos auguran una contundente derrota del PSOE tras su victoria en 2019 que podría verse ridiculizada por el acercamiento o, tal vez, sorpasso de Más Madrid después del acierto estratégico de el discurso de su cabeza de lista, Mónica García, en la captación del voto.

A partir de ahí, apenas queda ratificar la pronosticada debacle de Ciudadanos, que podría quedar fuera de la Asamblea de Madrid, una institución que ahora preside. Sería la puntilla política para Inés Arrimadas después del desastre que le supuso el hundimiento en el 14-F de Catalunya. Y, a su vez, asistir a la despedida de Pablo Iglesias. El líder de Unidas Podemos ha contribuido a agitar la campaña, pero sin más rédito que evitar la caída en picado que se preveía para su coalición cuando nadie quería liderar la candidatura.

En cambio, VOX, situado en el otro lado de la trinchera con su verbo xenófobo y militarista, apuntala su condición de fuerza necesaria para que el PP siga en el gobierno mientras se dispone a exprimir su catálogo de exigencias a Díaz Ayuso, previsiblemente sin entrar en un gobierno de coalición para evitar su desgaste y centrar todas sus fuerzas en atacar al Gobierno Sánchez.