Bilbao - Nerea Kanpo lleva 7 años haciéndose cargo de los gatos callejeros de Uribarri. Dos veces al día, coge el autobús en San Inazio, donde vive, y les lleva comida y agua fresca. Les lleva al veterinario para ponerles las vacunas necesarias y les acoge en su casa cuando enferman. Ha visto nacer y crecer a decenas de ellos; también morir. Pero lo que ha visto esta semana la ha dejado destrozada: un desalmado ha matado a cinco mininos de apenas tres semanas de vida, decapitando a uno de ellos. “He visto gatos que han sufrido palizas, he tenido otros que ha habido que sacrificar... Pero lo de estos pequeños es una salvajada”, lamenta. Ayer mismo acudió a presentar una denuncia ante la Ertzaintza y va a iniciar una recogida de firmas para reclamar al Ayuntamiento más presencia policial en el barrio. “No es la primera vez que ocurre algo así pero esto ha sobrepasado todos los límites. Voy a ir a por todas”, advierte.

Nerea empezó a cuidar de varias colonias de gatos cuando vivía en Uribarri. Las fue descubriendo mientras paseaba a su perro y ahora da de comer y atiende a unos 25, que viven en los alrededores del Grupo Montaña, “en una zona verde que es ideal para ellos. Además, mantienen las ratas a raya”, explica. Hasta allí va dos veces al día: a mediodía y a la noche, para llevarles comida -“latas, buenos piensos, jamón cocido; nada de pollo o pescado crudo”- y agua fresca, y recoger los restos anteriores. Sabe que lo que hace va contra la normativa municipal, que prohíbe alimentar a los animales que viven en la calle, pero le puede su amor por los pequeños mínimos. “Dejo la comida en lugares escondidos, no a la vista, y recojo las sobras”, advierte. También les lleva al veterinario, les pone sus vacunas y se los lleva a casa cuando están enfermos o heridos. Una vecina del barrio, que heredó esta labor de su madre, la ayuda cada día.

Fue ella precisamente la que se encontró la macabra escena el pasado lunes, en una plazoleta sobre las vías del tren. “Había ido a llevarles comida a la mañana y ha visto una cría. Cuando ha ido a cogerla, se ha dado cuenta de que tenía la cabeza colgada. Me llamó histérica”, recuerda, sin poder ocultar su enfado. Cerca encontraron otras cuatro crías, todas ellas con señales de haber sido torturadas.

La macabra matanza ha colmado la paciencia de Nerea, pero no ha sido el único incidente. “Los pobres gatos son el pimpampún de todos los sinvergüenzas del barrio: les tiran petardos en Navidad, azuzan los perros contra ellos...”, enumera. Denunció los hechos ayer ante la Ertzaintza, acompañada de miembros del Colectivo Antitaurino y Animalista de Bizkaia. “Esto no se va a quedar así”, advertía. También va a iniciar una recogida de firmas a través de internet para reclamar al Ayuntamiento más presencia policial en la zona. “La gente pasea a perros potencialmente peligrosos sin correa ni bozal, destrozan el mobiliario urbano... Y nadie hace nada”, critica.