ATHLETIC: Unai Simón; De Marcos, Vivian, Yeray, Yuri; Vesga, Sancet (Min. 84, Guruzeta); Nico Williams (Min. 84, Capa), Muniain (Min. 84, Morcillo), Berenguer (Min. 60, Lekue); y Raúl García (Min. 76, Dani García).

CÁDIZ: Ledesma; Iza Carcelén, Hernández, Momo, Espino; Fali (Min. 60, Lozano); Bongonda (Min. 70, Sobrino), Álex Fernández, Escalante, Ocampo (Min. 70, Chris Ramos); y Roger (Min. 70, Sergi Guardiola).

Goles: 1-0: Min. 10; Sancet. 1-1: Min. 25; Escalante. 2-1: Min. 35; Sancet. 3-1: Min. 44; Yeray. 4-1: Min. 75; Sancet.

Árbitro: Pizarro Gómez (Comité Madrileño). Expulsó a Yuri, en el minuto 58, por doble amonestación.

Incidencias: Partido correspondiente a la vigésima jornada de LaLiga Santander disputado en San Mamés ante 42.916 espectadores, según datos oficiales, entre ellos unos 300 aficionados del Cádiz. Alex Txikon realizó el saque de honor en reconocimiento a la reciente cumbre invernal y sin oxígeno al Manaslu.

Resolvió el Athletic en una noche apoteósica de Oihan Sancet. Su impacto en un duelo de lo más ameno se reveló capital y permitió romper una tendencia peligrosa que empezaba a pesar como una losa en el ánimo, pues estaba comprometiendo seriamente cualquier expectativa positiva. La cita generaba cierto temor, más por la cadena de tropiezos propia que por la entidad del adversario, un Cádiz que vino de cara a San Mamés y salió muy malparado. Aunque amenazó con complicar la existencia a los rojiblancos, el cuadro andaluz acabó roto, al igual que en la primera vuelta recibió cuatro goles y eso que estuvo en superioridad numérica la última media hora. La expulsión de Yuri Berchiche no tuvo influencia que podía suponerse. Para entonces el marcador lucía un 3-1, margen que se antojaba suficiente para garantizar la victoria. En vez de causar problemas en el Athletic, la tarjeta roja del lateral trajo un desbarajuste en las filas amarillas, que encajaron el cuarto, en otra acción fulgurante del hombre del partido.

Valverde optó por recuperar el centro del campo del comienzo de temporada. Desde mediados de octubre no había hecho coincidir en dicha línea al dúo Sancet-Muniain y debió acordarse de la buena racha de resultados que condujo al equipo a la tercera plaza de la clasificación para volver a una fórmula que volvió a funcionar. En especial por culpa de la desatada inspiración de Sancet, omnipresente durante toda la primera mitad. Autor de dos goles, estuvo en todas las llegadas y pudo perfectamente ampliar su cuenta, de no mediar una gran salida del marco de Ledesma. El interior galvanizó el juego colectivo, su soltura en las conducciones y el modo de aparecer en posiciones de remate fue clave para que la afición por fin gozase.

También contribuyó al éxito el valiente planteamiento de Sergio González. Sus hombres salieron a tutear al anfitrión, en vez de encerrarse propusieron un intercambio de golpes poco común para tratarse de un candidato al descenso lejos de su casa. Ello favoreció que hubiese espacios para transitar, metros para correr y situaciones donde la zaga andaluza sufría. Claro que también la defensa rojiblanca tuvo que aplicarse, pues menudearon las aproximaciones y los remates contra Simón. La verdad es que la puesta en escena de ambos conjuntos deparó un espectáculo muy entretenido, pero asimismo un tanto incierto. Los avisos se fueron alternando: abrió fuego Nico Williams, replicaron Bongonda (al lateral de la red) y Escalante (a la madera) y entonces llegó el primer turno de Sancet, que estampó su volea en la red.

No varió el guion. Al Athletic le costaba sujetar como suele, de modo que el empate no sorprendió en demasía. Nació en una gran maniobra de Ocampo, que remontó la línea de fondo tras driblar a De Marcos y sirvió para que Escalante empujase en el área pequeña. La felicidad visitante duró poco más de un suspiro. Sancet rentabilizó una hábil dejada de Raúl García, que siguió a un par de incalificables despejes de los andaluces. A partir de ahí el encuentro tomó otros derroteros, el Cádiz notó el golpe y el Athletic fue elevando sus prestaciones. Se asistió a sus mejores minutos, sin permitir alegrías y percutiendo con fe.

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El Athletic - Cádiz, en imágenes Borja Guerrero

Fruto de ese afán por abrir distancias y rubricar la sentencia, el tercero. A balón parado: templó Muniain y sus compañeros se lanzaron como posesos a buscar la pelota, con los marcadores estáticos. Yeray cabeceó en plancha. Aplacado el inconformismo del Cádiz, la victoria se presumía más que encaminada. Había funcionado la pegada, esa suerte del fútbol que tantos disgustos le cuesta al Athletic. Sin Iñaki Williams y con Raúl García ejerciendo de ariete, con un número inferior de jugadas de ataque, el gol quiso premiar a un grupo que precisó de un rato largo para interpretar correctamente lo que el encuentro reclamaba. Poco a poco entendió que era lo que podía dañar al Cádiz, sin duda quien supo captar su punto débil fue Sancet. Se encargó de aclarar las combinaciones, acelerar las transiciones y culminar. Un servicio completo y pleno de brillantez.

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No obstante, siempre hay un espacio para el sobresalto, una circunstancia que puede alterar el normal curso de los acontecimientos, incluso si todo parece ir rodado, que era el caso. Las urgencias se habían visto correspondidas por las ganas del equipo de reivindicarse y llegó el contratiempo. Evitable, sí, tanto que Valverde ya había mandado calentar a Lekue, pues Yuri, amonestado, corría el riesgo de ver la segunda tarjeta. La sustitución no llegó a producirse. El lateral derribó a Iza y el árbitro, después de pensárselo, se metió la mano en el bolsillo. Lekue tuvo que salir y Berenguer pasó al banquillo. Enfrente decidieron tocar a rebato. Poco antes Sergio, que ya había quitado a un medio y recurrido a Lozano, un punta, tiró la casa por la ventana: triple relevo, tres delanteros frescos.

Valverde esperó aún para reaccionar y puede decirse que no le pasó factura, pues volcado en un lance a balón parado, el Cádiz descuidó la retaguardia. Raúl García, a trancas y barrancas, conectó con Nico Williams y este sirvió al espacio con todo el terreno visitante libre. La zancada de Sancet, un control orientado con la cabeza y un fulminante zurdazo según pisaba el área, liquidaron el pulso. Ya no había más tela que cortar. Hubo un chut de Sobrino repelido por la madera en el 90, nada más, porque el Athletic mantuvo la compostura, no se vio exigido por un grupo aturdido. Como sería que Valverde se permitió repartir minutos entre los que nunca asoman: Capa y Morcillo entraron en el lote junto a Guruzeta, mientras los aficionados despedían puestos en pie al héroe de un encuentro que les devolvió la sonrisa.