BILBAO - Donald Trump desciende del Air Force One. Y se oye a la tripulación suspirar aliviada. Sobre todo, las azafatas. Trota escalerilla abajo con la soltura de un cowboy.
-Tengo cinco minutos para usted, joven. Desde prisa con las preguntas. Pero antes ¿en qué jodido lugar estamos? ¿Hay burgers?
Gracias, presidente. No se preocupe. Hay burgers.
-Los burgers son la garantía de que un país es una democracia. Y que cada hombre tenga un rifle. Sin burgers y rifles no es posible la libertad. Lo sabe todo el mundo. Burger & Rifle for liberty. America first.
Se está despeinando, señor.
-¡Maldita sea! Hay quien piensa que me pongo esta moña para taparme el cartón. Y es falso. Se trata de un homenaje a Davy Crockett. Él usaba una piel de mapache como sombrero. Yo me pongo el pelazo así. Estoy pensando en dejarme coleta. ¡Remember El Alamo!
Entiendo. ¿Qué tal sus relaciones con Rusia?
-Me gusta Putin. Pelea con osos, pesca a mano y dispara rifles. Con un hombre así siempre se puede entender uno. Y Rusia es un gran país, aunque hace mucho que no he estado en Varsovia.
¿No le preocupa que Putin vaya a usar el próximo Mundial de fútbol para ganar influencia internacional?
-¡Tonterías! ¿A cuánta gente le interesa el fútbol en este planeta? Nada, a cuatro pelados, chicanos y espaldas mojadas. Yo no lo veo nunca. Además, nuestra selección ganará el Mundial. Me he apostado una cena con Melania a que levantamos la Copa.
Perdone, presidente, pero ya puede ir pagando la cena. Estados Unidos no se ha clasificado para la fase final.
-¿Cómo? Eso es imposible. Salvo haciendo la guerra en Vietnam, somos los mejores en todo. Me toma usted el pelo. Como sea una broma, compro su periódico y le pongo a escribir los horóscopos.
Jamás me permitiría reírme de usted. Además, México sí estará en Rusia. Y con opciones.
-¿Pero les dejan entrar en Rusia? Tengo que hablar con Putin inmediatamente para que él también construya un muro en la frontera. Aunque sea con pladur. ¿Y me dice usted que México es mejor que Estados Unidos jugando al fútbol?
Es un país con una larga tradición en los Mundiales. Y buenos futbolistas.
-OK. Estamos en fin de semana. ¿Qué hora será ahora en Washington? Me da igual, soy el hombre más poderoso del mundo. Si llamo, cogerá alguien. Que me pongan con el Pentágono. Invadiendo México mañana, para cuando empiece el Mundial su selección es la nuestra. A ganar. ¿A cuántos home-runs se juega cada partido?
Es algo más complicado, con porterías, como el hockey hielo. A lo mejor a la ONU no le parece buena idea invadir México.
-La ONU soy yo. Y la OTAN. Y el Banco Mundial. Menos la FIFA, todo. Invadiendo México mañana, no solo ganó el Mundial de Rusia, también me ahorro el muro en el Río Grande. Aunque tendría que hacerlo más abajo, al sur de México, cerca de Chile o por ahí.
Al menos, déle un una vuelta a la idea, por si acaso. Cambiemos de tema, ¿qué tal con Kim Jong-un?
-Mmmm, no le cojo la onda a ese chico. No sé si quiere quedar conmigo para echar unos misiles juntos o si está de morros. Es un poco carahuevo. Oye, lo tenemos que dejar ya ¿Dónde está el retrete por aquí? ¿Y algún bar con chicas monas? Olvídalo, me han dicho que las portuguesas son muy hoscas.
Presidente, no está usted en Portugal.
-Acuérdate de los horóscopos.
Moito Obrigado.
Trump, rodeado por seis armarios roperos del Servicio Secreto, de esos que no sabes si llevan pistola en el sobaco o es otro músculo más, trota hacia los excusados del aeropuerto bajándose la bragueta. Nadie se explica cómo entran siete personas en un minúsculo baño. Deben de utilizar alguna técnica de la CIA, aunque alguno saldrá salpicado. Fuera aguarda el enorme Cadillac blindado. La mayoría cree que es para proteger a Trump. Lo cierto es que es para proteger al resto. Cuando Trump está dentro, el mundo está a salvo.