BILBAO. Es sincera, habla de todo lo que le preguntes y responde con mucha honestidad. Cuando se le dice que está estupenda, responde rotunda: “Mi niña, no sabes cómo yo era antes. Me he dado mucha caña; no soy un libro de recomendaciones, soy lo contrario de lo que se tiene que hacer”. Intenta resolver sus problemas con Hacienda y también quiere ser feliz. En la entrevista, al hilo de su obra de teatro El amor está en el aire, recuerda a los hombres de su vida y no renuncia a ninguno de ellos. Pero ha llegado el momento de apreciar su soledad. Es cien por cien Bibiana Fernández, su apellido real y con el que quiere realizar un homenaje a su padre, el hombre de su primera vida que no ha vivido sus éxitos.

¿Se respira amor en el ambiente?

-Afortunadamente sí. Todavía nos queda amor en el sentido más amplio de la palabra, no solo del que hablamos en la función, que es entre parejas. También respiramos desconcierto, pero el amor y la curiosidad nos salvan.

¿Enamoradiza y curiosa?

-Curiosa por encima de todo, enamoradiza lo he sido mucho?

¿“He sido”? ¿En pasado?

-Veras, es que ha llegado un momento en mi vida, en el que me he tomado un descanso. Experimento la sensación de ser libre, que también implica estar sola.

¿Tiene ventajas?

-Soy dueña de mi tiempo, de mis decisiones, de mi trabajo, de mis ritmos vitales?

¿Tiene quejas del amor?

-Ninguna, le he dedicado mucho tiempo al amor y no tengo quejas; además, las mejores cosas de mi vida las he vivido enamorada. También es verdad que he sido prisionera de mi propia manera de querer.

¿Cómo es su manera de querer?

-Soy una mujer pasional, es algo que una no elige, a mí me parieron así.

La pasión es la sal de la vida, ¿o no?

-Es arrebatadora, te quita mucho tiempo, mucha energía y eres incapaz de compaginar una cosa con otra; ahora tengo todo el tiempo para mí.

De lo que usted ha contado sobre su vida se podría hacer una película, al menos por lo que contó en el programa de Bertín Osborne.

-Una no, varias. El programa fue más largo de lo que se emitió, se hizo una edición muy buena, pero había muchas más cosas, conté mucho más.

¿Le gusta hablar?

-Mucho, soy una persona con incontinencia verbal. Tengo una vida muy intensa. Pero creo que se podrían hacer películas de muchas mujeres. Creo que mi abuela tendría que tener su película.

¿Su vida era de película?

-Mira, cuando la gente me pregunta si mi vida era difícil yo contesto siempre que la vida difícil era la de nuestras abuelas. Esas mujeres que solo tuvieron una ocasión de amar; que se quedaron viudas y no conocieron ningún otro hombre; ellas no sabían lo que significaba disfrutar porque todo lo que les tocaba vivir eran responsabilidades.

Unas vidas poco envidiables.

-Pero muy admirables. Yo me quedo con la mía: he amado muchas veces, he querido muchas veces, he viajado, he hecho muchas travesuras, muchas locuras y me vanaglorio de esas locuras.

¿Era consciente de ellas?

-Claro, las locuras las he hecho desde la consciencia y la voluntad. La vida difícil es la de las personas que no tienen la posibilidad de elegir. Somos libres en la medida en la que elegimos lo que queremos, aunque elijamos el infierno.

Así que ha descubierto que se vive mejor en soledad que bajo la tiranía del amor.

-Se vive de otra manera, he vivido muy bien bajo esa tiranía; es más, la tiranía la imponía yo. Yo del amor hacía una patria, una bandera, una religión?

¿No es un poco exagerada?

-Al darle esa presencia al amor en mi vida, era presa de mis propios deseos, era prisionera de mi propio modo de querer. No era prisionera de circunstancias adversas no elegidas por mí.

¿Qué ha descubierto en soledad?

-Cosas sencillas que te hacen reconciliarte contigo misma. La vida existe en función de los impulsos vitales que tengas, de la edad, del deseo, de la curiosidad.

¿Se hubiera imaginado en su infancia ser la mujer que es hoy?

-Imaginármela sí. De hecho, mis primeras referencias tienen que ver con Fantomas, se quitaban caras y se ponían caras. Aquello me impresionaba, cuando yo tenía una crisis, me imaginaba quitándome una gran careta y convirtiéndome en una persona que se parece a la mujer que soy hoy.

Se mantiene estupenda, ¿qué hace? ¿Algún secreto que podamos seguir?

-No hay ningún misterio, la verdad es que me he dado mucha caña; no soy un libro de recomendaciones, soy lo contrario de lo que se tiene que hacer. Me cuido cuando toca: no soy un ejemplo, no soy una persona que no ha bebido, que no ha fumado, sino alguien que ha trasnochado, no ha dormido y ha malcomido? Todo lo que he hecho no está en ningún manual de la buena vida.

Pues vaya, ¿cuestión de genes como dicen algunas?

-Ja, ja, ja? Creo que la felicidad también nos hace mantenernos bien. Creo que la felicidad siempre aflora por algún lado, es como el amor y como el dinero, se nota.

¿Quedan en su vida amores para el recuerdo?

-Todos los amores son para el recuerdo. No los justifico ni los miro con la distancia del tiempo, los tienes que vivir desde el sitio donde estabas, desde la mujer que eras y desde los hombres que eran ellos en ese momento. Quizá los últimos me enseñaron una Bibi que no me gustaba y que era una caricatura.

¿No ha buscado el amor?

-Tengo que ser sincera, siempre me imaginaba con pareja y cuando no la tenía, estaba como la que está esperando un barco.

¿Y qué pasaba?

-Que a lo mejor tenía un buen momento, pero que era incapaz de apreciarlo. He sido muy feliz acompañada, pero también sola estoy estupendamente.