Bilbao -La obra de teatro El test pliega hoy velas en el Palacio Euskalduna después de una estancia de doce días en los que ha registrado un éxito abrumador. Luis Merlo, uno de sus cuatro protagonistas, también se sube al barco de la rutina que marca septiembre y sabe que en otoño va a tener que combinar escenarios y cámaras, un binomio que un día le estresó y que ahora vuelve a retomar con ilusión y ganas. Nunca dejará de ser Mauri, el vecino de Antena 3, mitad ternura, mitad histeria; pero ahora es Bruno, un neurótico total que depende de forma absoluta de su psicóloga.

¿Va a poder combinar ‘La que se avecina’ en televisión con las funciones de ‘El test’?

-Lo voy a poder hacer, lo voy a hacer con mucha felicidad. El reencuentro con los compañeros de La que se avecina, con los que trabajé en Aquí no hay quien viva, el reencuentro también con Alberto y Laura Caballero, está siendo un regalo de la vida.

¿Le ha hecho muchos regalos la vida?

-Con los años, yo cumplí los 50 en junio, uno se hace más pesimista. Cada día crees más en los regalos que te puedes autogestionar y procurar tu mismo. Pero este ha sido un regalo en toda regla, hablo de la coincidencia de la serie y la obra de teatro; un regalo maravilloso. ¿Cómo voy a estar con las dos cosas? Como siempre, con cansancio, durmiendo menos horas, pero encantado.

Le recuerdo agotado en otras ocasiones, sin ir más lejos, en ‘Aquí no hay quien viva’, juró no volver a hacer teatro y televisión a la par.

-Eran otros métodos de trabajo. Ahora es mucho más razonable trabajar en La que se avecina. Supongo que aquel método infernal de producción fue motivado por la sorpresa del éxito de la serie.

¿No se supo gestionar bien el éxito?

-Era la pescadilla que se mordía la cola, íbamos muy ajustados para hacer los capítulos, pero quién se resistía a hacer otro capítulo más con lo divertido que era grabarlos. No quiero ser víctima de nada, pero si hay que ser víctima de algo, mejor serlo de un éxito que de un fracaso.

Hablemos de la obra de teatro y del dilema que plantea el texto: 100.000 euros al momento o un millón dentro de diez años. ¿Con qué se queda usted?

-Soy muy impaciente. Pero creo que lo que me pediría el corazón serían los 100.000 euros y lo que me aconsejaría la cabeza sería aceptar el millón dentro de diez años.

En diez años pueden pasar muchas cosas, demasiadas.

-Esa es una frase literal de la función. Ese es el tema. Pienso que cada uno tiene su ADN y el mío es el de la impaciencia. Pero ser impaciente es bueno.

¿Usted cree?

-Sí, la gente impaciente sigue deseando, sigue teniendo pasión; desea muchas cosas y la paciencia a veces no es deseo ni pasión.

¿Es la razón?

-Quizá, pero lo que yo te digo, soy un impaciente y, además, me gusta.

¿Se vivía bien solo con teatro?

-Sí. Muy bien, pero dentro de una catástrofe que todos conocemos. Los precios de las butacas no han subido, estábamos nivelando los precios para acabar con el mito de que el teatro es caro, cuando nos pegaron el mazazo del 21% del IVA. Muchas empresas, productoras teatrales, constructores de decorado, actores? han entrado en una crisis tremenda.

¿Ha sido su caso?

-Yo he tenido la inmensa suerte de haber apostado hace más de treinta años por trabajar con mi hermano (Pedro Larrañaga), exceptuando pequeñas aventuras. Amo la comedia y estamos en un momento en el que es beneficiosa para la gente.

Si rascamos la superficie de ‘El test’, ¿podremos encontrar drama?

-Todo es vida, lo que nos podría suceder a cualquiera. Lo que pasa es que yo insisto, con el toque inteligente de que el plato esté teñido de sentido del humor. Esta obra solo con trascendencia se viviría de otra manera.

¿Una situación real?

-Salvando las distancias. Es una situación que te pone en aprietos, pero siempre por detrás hay un humor inteligentísimo a mi entender.

Un hombre muy urbano que vive en el campo. ¿Qué tal lo lleva?

-¿Urbano yo? Estás equivocada, ese era el de antes. Yo ya no soy urbano.

Ha renunciado.

-Es que no hay urbanidad, no hay urbanismo. Recuerdo cuando fui por primera vez a Nueva York, la gente iba caminando por la calle a lo suyo, sin mirar a nadie. Recuerdo un Madrid de aquella época donde había más relación entre la gente, ahora Madrid se parece más al Nueva York que había vivido años antes.

Pero en la ciudad todo parece estar más a mano.

-Y en el campo en el que yo vivo también; hay librerías, tiendas de comida, restaurantes, cine? hay de todo.

¿Está seguro de que usted vive en el campo?

-Muy seguro. Tengo lo que necesito muy cerca y la gente que veo por allí va más despacio.

Una de sus intenciones era tocar el piano, ¿lo ha conseguido?

-Estoy en ello, el trabajo me ha retirado mucho de mis aficiones. Mira, cuando estoy en Bilbao, en musical Deusto, tengo a Rafa, un gran amigo, que me permite practicar por las mañanas en la tienda. Intento robar tiempo para tocar el piano y también para ir al gimnasio cuando estoy por aquí y saludar a Álvaro.

Acabará comprándose casa en algún rincón de Euskadi.

-Yo soy del norte, Larrañaga es un apellido de aquí; mi abuelo era de Avilés. Cuando subo al norte soy feliz, la temperatura de esta zona me encanta. Cuando estoy en Bilbao y sale el sol muy fuerte, le digo: “¿Pero tú qué haces aquí? No eres de este sitio”.

El sol da vida.

-¿Tú crees? Se dice sol de justicia y eso no es muy bueno ni para bien de nadie. El sol tiene algo lúdico, está ligado a las vacaciones y después de trabajar todo el año, cada vez más en condiciones penosas, llega el momento de disfrutar del sol que es gratis y del mar que también es gratis; entiendo que eso produzca alegría.

A mucha gente menos a usted, ¿no?

-A la mayoría, yo cuando llega el verano estoy deseando irme a Finlandia?

A Finlandia, un hombre frío.

-Un hombre del frío, no un hombre frío. Además, me gusta el frío polar. A veces mi hermana llega a casa y dice: “Por favor, pon algo de calefacción”. En la casa de campo, si estoy solo no la pongo ni en enero. Comprendo que es excesivo, pero soy un hombre para vivir en el frío.

“Voy a poder compaginar el rodaje de la serie y la obra de teatro; y lo voy a hacer con mucha felicidad”

“El método infernal de producción de ‘Aquí no hay quien viva’ fue motivado por la sorpresa de su éxito”

“La gente impaciente sigue deseando cosas y teniendo pasión. La paciencia, a veces, no es deseo ni pasión”

“Yo amo la comedia y ahora mismo estamos en un momento en el que es beneficiosa para la gente”