Bilbao - Mikel Reparaz (Iruñea, 1975) ha informado del momento histórico de la recuperación de relaciones entre Cuba y EE.UU., tanto desde La Habana como desde Washington, y podría contar pronto la llegada de la primera mujer a la Casa Blanca.
¿A la prensa le ha tocado la lotería con la decisión de Donald Trump de ser candidato a las presidenciales?
-Algunos periodistas como Megyn Kelly o Jorge Ramos no creo que opinen así. Los comentarios sexistas contra Kelly y la expulsión de Ramos de una rueda de prensa al grito de “Vuélvete a Univisión” dan idea de su nivel. Pero es cierto que en medio de un proceso de primarias bastante aburrido está dando muchos titulares.
Diecisiete aspirantes republicanos. ¿Es posible seguir esa campaña?
-Nunca había habido tantos en unas primarias y eso ha complicado la organización de los debates. Para algunos analistas, la presencia de Trump en el primero fue un gran regalo para el resto de candidatos porque provocó una audiencia récord de 24 millones de espectadores, algo sin precedentes en un proceso de primarias.
¿Puede ser Trump el finalista? ¿Podría ganar a Hillary Clinton?
-Nadie se toma en serio su candidatura, sobre todo porque no cuenta con apoyos en el Partido Republicano. Pero nunca se sabe porque a día de hoy lidera las encuestas. En 1980 nadie esperaba que un actor de películas de serie B como Ronald Reagan llegara a la Casa Blanca. Para Hillary Clinton es más preocupante que Jeb Bush se haya puesto por delante en las encuestas en un Estado tradicionalmente demócrata como Michigan.
Desde Europa, Trump parece un individuo estrafalario. ¿Y en EE.UU.?
-Sí, claro. Pero aquí hay mucha gente que le votará porque no habla como los políticos y porque es un multimillonario que denuncia la corrupción de la política admitiendo que él ha sido parte de ella desde el otro lado de la barrera. Esa honestidad chulesca tiene muchos seguidores. Es una especie de Berlusconi a la americana.
Sin que la senadora Warren dé el paso, ¿entre los demócratas alguien puede hacer sombra a Hillary, salvo ella misma y sus e-mails?
-Todos están a la espera del vicepresidente Biden. Si se presenta, se interpretará como una declaración de guerra del entorno de Obama. La Casa Blanca ha sugerido que vería con buenos ojos su candidatura. La caída de Clinton en las encuestas por los casos de los e-mails y la financiación de la Fundación Clinton está poniendo interesante el panorama demócrata.
Después de un afroamericano, ¿puede haber una mujer en la Casa Blanca, bien Hillary, bien Carly Fiorina?
-Hoy por hoy, todo parece indicar que Hillary Clinton será la primera mujer al frente del Gobierno más poderoso del planeta. “La guerra contra las mujeres” es uno de sus temas de campaña. Por otro lado, el fenómeno Trump ha servido para cambiar algunas cosas en el lado republicano. Su machismo exacerbado ha obligado al resto de candidatos a posicionarse y la candidatura de Carly Florina va ganando peso.
Al ‘pato cojo’ le quedaban dos golpes de efecto: el pacto nuclear con Irán y el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba...
-Junto al acuerdo con Irán, el deshielo entre EE.UU. y Cuba quedará para la Historia como el gran logro de Obama en política exterior. Sin embargo, la izada de las banderas de Cuba y Estados Unidos en Washington y en La Habana es sólo la consecuencia lógica de un proceso que venía ya madurando hace años, con una evolución en las políticas económicas en la isla y con el cambio generacional de los cubanos de Miami que durante estas décadas han influido directamente en la política de Washington. Han sido 54 años de inmovilismo, de guerra fría que ya no se sostenía y finalmente Obama ha decidido dar el paso.
¿A pesar de los republicanos?
Aunque se empeñen en mantener el embargo y en criticar al Gobierno demócrata por “doblegarse ante el castrismo”, el acercamiento entre los dos países es irreversible. Ni siquiera un presidente republicano del ala más dura podría resistir las presiones de los grandes empresarios estadounidenses que quieren hacer negocios en Cuba. Para bien o para mal, el cambio ha llegado. Raúl Castro dejará la presidencia en 2018 y habrá que ver quién se sitúa en el poder y cómo gestiona la situación.
¿Hay otros grupos en contra?
He tenido la oportunidad de seguir el proceso desde diferentes sitios (Miami, Washington, La Habana?) y el único lugar donde he encontrado gente de la calle en contra del restablecimiento de relaciones es en el Café Versalles de la Pequeña Habana, en Miami. Es el lugar histórico donde se ha concentrado el núcleo duro del anticastrismo y allí se siguen reuniendo los cubanos exiliados de muy avanzada edad que han vivido el conflicto en primera persona. Los jóvenes cubanos de EE.UU. han pasado página, ahora son estadounidenses que quieren ir a Cuba a ver a sus familiares, de vacaciones?
¿Y en la isla?
En Cuba hay mucho optimismo en la calle, aunque no euforia. Ven con ilusión el cambio, el posible fin del bloqueo, la llegada de internet y la apertura a EE.UU. Digamos que ahora hay una ligera “gotera capitalista” de la que algunos empiezan a beneficiarse, pero muchos cubanos son conscientes de que pronto se convertirá en un tsunami. Y con él no sólo vendrán los cruceros estadounidenses y los centros comerciales; también llegarán las desigualdades y la criminalidad. Será interesante ver cómo gestiona el Gobierno cubano esa ola.
Esta semana dos reporteros han sido asesinados en Virginia mientras informaban en directo. ¿Se ha repetido mucho el momento del crimen? ¿Ha habido amarillismo?
-Vivimos en una sociedad acostumbrada a las imágenes de violencia extrema, desde las decapitaciones del Estado Islámico hasta tiroteos grabados con un móvil y difundidos sin límite en las redes sociales. En ese contexto, el amarillismo clásico pierde su significado. Las televisiones ni siquiera advierten, como hacían antes, de que “las imágenes que van a ver pueden herir su sensibilidad”. El asesinato de los dos reporteros de Virginia es un ejemplo. Todo el país ha sido testigo del crimen, en directo delante de las cámaras, y ¿cuál ha sido la reacción? La Casa Blanca ha echado la culpa a los republicanos de bloquear las medidas para controlar el acceso a las armas y Hillary Clinton ha aprovechado para hacer campaña.
¿No se van a tomar más medidas?
En algunos Estados puedes comprar una pistola como compras un par de zapatos y además amparado por la Constitución. El de las armas, además de un negocio, es un tema político de primer orden en algunos Estados republicanos con mucho peso electoral. A eso súmale una sociedad insensible a la violencia y sabrás por qué ningún presidente, ni siquiera Obama, se ha atrevido a tomar medidas serias para limitar la venta de armas. En lo que va de año casi 8.500 estadounidenses han muerto por armas de fuego, y sigue sumando?
Hace un año Ferguson (Misuri) era noticia por la muerte de un joven negro por disparos de un policía. Este verano sigue en los informativos y han muerto muchos más negros por disparos de agentes. Y con el primer presidente afroamericano... ¿No está sorprendido?
-La brutalidad policial es parte de esa cultura de las armas y la violencia. En una sociedad pacífica donde los agentes se dedican a ayudar a ancianos a cruzar la calle y como mucho a poner multas de tráfico, es raro que haya tiroteos. Por el contrario, cuando la Policía está militarizada, con equipamiento traído directamente de Afganistán y la población está potencialmente armada, la cultura del gatillo fácil es algo casi inevitable. Y luego está el racismo. EE.UU. es una sociedad que ha evolucionado hacia lo políticamente correcto, pero sigue siendo profundamente racista. El racismo de verdad no es llamar nigger a alguien o enarbolar la bandera sureña, sino mantener una estructura de poder blanca, segregar de facto a la población negra en barrios pobres o llenar las cárceles de gente sin recursos que resultan ser, claro, en su mayoría negros e hispanos. Es un círculo vicioso del que no es fácil salir. Hará falta algo más que un presidente afroamericano.
¿Usted comprende las actuaciones policiales, que casi siempre acaban en absolución, o las encuentra desmedidas?
-La impunidad es un problema añadido. La gran mayoría de casos en los que un policía mata a alguien se solventan con una investigación interna, no llegan a los tribunales. Y en los contados casos en los que la fiscalía entra en acción, el sistema del Gran Jurado normalmente impide que haya juicio porque prevalece casi siempre el beneficio de la duda a favor del agente. Eso hace que sólo unos pocos casos de muertes a manos de la Policía hayan acabado en juicio. Aunque poco a poco eso también está cambiando porque la sociedad está tomando conciencia y porque hay más pruebas irrefutables. El hecho de que todo el mundo lleve una cámara en el bolsillo ha sido algo positivo.
En estos dos años largos, habrá trabajado con muchos colegas afroamericanos. ¿Qué le cuentan?
-Recuerdo lo que me dijo un estudiante negro durante los disturbios raciales de Baltimore. Era de noche y las calles estaban tomadas por policías armados porque acababa de entrar en vigor el toque de queda. “Si ahora mismo sales corriendo, los policías te preguntarán a dónde vas; si salgo yo corriendo, dispararán antes de preguntar”. Por desgracia, es una realidad en muchos lugares de EE.UU.
La Policía se defiende con el eslogan ‘Las vidas azules importan’. Cincuenta agentes fueron asesinados a tiros en 2014. ¿Se sienten desprotegidos o desprestigiados?
-Pude entrevistar a varios policías de Baltimore durante los disturbios, entre ellos dos puertorriqueños recién llegados. Los propios agentes se quejaban del racismo que hay dentro del cuerpo policial, donde tenían que soportar el maltrato de sus colegas blancos y los insultos racistas de sus superiores, pero se defendían de las críticas diciendo que en zonas como West Baltimore la Policía se juega la vida a diario enfrentándose a bandas armadas hasta los dientes.
Por si fuera poco, el tiroteo de Charleston y la polémica con la bandera confederada. ¿Le parece importante retirar ese símbolo?
-Volvemos a los gestos, símbolos y banderas. Mucha gente siente la bandera confederada como una agresión, pero el debate de fondo no es ése. En mi opinión, los políticos han utilizado el tema para desviar la atención.
Este verano ha estado muy acompañado por vascos que han ido a Boise. ¿Se ha emocionado con esta celebración y con una presencia del euskera tan inusual?
-El Jaialdi de Boise es todo un acontecimiento para la comunidad vascoamericana, un lugar de encuentro. Estuve por primera vez hace diez años y en esta edición he visto aún más presencia de vascos del otro lado del Atlántico. Muchos se esperan encontrar un lugar casi bucólico, donde se han mantenido con vida la lengua y las tradiciones, pero ésa no es exactamente la realidad de Idaho. Hay una comunidad vasca muy importante e influyente, eso es cierto, pero son estadounidenses que viven su identidad de una forma muy particular. Muchos ya no hablan euskera, pero sienten sus raíces muy cerca. Más allá de los mitos y el folklore, es muy interesante conocer esa realidad porque también sirve para explicar este país, construido por generaciones de inmigrantes.