LA ciudad de la luz se ahogaba en su propio bullicio. Mortecina y lánguida, París hacía tiempo que no relucía como antes debido a la contaminación atmosférica producida por las compactas recuas de vehículos que, día tras día accedían a la capital gala. Por eso, y cumpliendo el viejo proverbio de que A grandes males, grandes remedios, las autoridades galas decretaron ayer un toque de queda que prohibía la circulación de todos aquellos coches particulares que lucieran matrícula par.

El objetivo marcado al establecer la circulación alterna era frenar el preocupante pico de contaminación detectado durante la semana pasada en la región de París -la medida no fue exclusiva de la capital y se extendió a 22 ciudades del entorno- cuando se alcanzó el nivel de alerta por la presencia de micropartículas, causadas en particular por las emisiones de los vehículos diesel.

Al parecer, la restricción ordenada por las autoridades del Elíseo surtieron efecto ya que, a última de la tarde de ayer, se decidió anular las restricciones de circulación a los vehículos debido a la "tendencia a la mejora" del episodio de contaminación atmosférica que ha afectado a la capital francesa en los últimos días, informó el ministro de Ecología, Philippe Martin.

A su entender, la decisión de limitar la circulación de vehículos era "necesaria" por "salud pública" y ha servido para rebajar el tráfico rodado entre un 25 y un 30% y los atascos en un 62%. Esa medida -junto con otras como la gratuidad de los transportes públicos como el metro, los trenes de cercanías o las bicicletas municipales y la prohibición de camiones pesados en la región- permitieron que las últimas mediciones realizadas, el aire en París contenga menos de 50 miligramos por metro cúbico de partículas finas, el nivel de alerta más bajo. En los últimos días, la concentración llegó a ser de 100 miligramos por metro cúbico, una tasa considerada peligrosa.

Y, como habitualmente ocurre en momentos de desgracia, el episodio de contaminación atmosférica que ha azotado París, asfixiada desde hace una semana y sometida a medidas excepcionales para volver a la normalidad, ha convertido la nube de polución en el escaparate perfecto para el servicio de coches eléctricos y públicos de la capital francesa. El uso del llamado Autolib, un vehículo completamente eléctrico que desde 2011 completa la oferta de transporte público en París, ha registrado un aumento del 60% desde que la ciudad se encuentra en alerta ecológica.

Elecciones en una semana Por su parte, la ministra de Sanidad, Marisol Touraine, dijo que aunque es consciente de que la circulación alterna "va a molestar" a muchos automovilistas y puede tener un coste político, se justifica porque es "una decisión sanitaria". "Lo único que nos ha motivado es la salud pública", comentó Touraine, a seis días de las elecciones municipales, en cuya campaña ha entrado de lleno la cuestión de la lucha contra la contaminación y las restricciones del tráfico.

La titular de Sanidad señaló que en el plan global contra la contaminación que prepara el Gobierno se trabaja "en el peso adecuado del diesel", que supone casi el 70% del parque automovilístico francés tras muchos años de promocionarlo, en particular con una fiscalidad más baja del gasóleo.

Unos 700 policías se encargaron ayer de controlar el cumplimiento de las reglas de juego establecidas en puntos estratégicos de París y de su área metropolitana y detuvieron a numerosos coches y motocicletas con matrículas pares, a los que imponían multas de 22 euros. Hay que remontarse hasta el 1 de octubre de 1997 para encontrar unas medidas restrictivas similares que también tuvieran buenos resultados.