BILBAO. La jubilación anticipada a la que le condenó el ERE de TVE desde 2009 privó a su audiencia, mayoritaria, del inconfundible estilo de Rosa María Calaf (Barcelona, 1945) a la hora de presentar los conflictos que experimentaba en primera persona como corresponsal. De ahí que su experiencia sea el mejor altavoz y espejo para abordar la ola de acontecimientos de rango internacional que en las últimas semanas copan la información. Una avalancha que además no se cubre ya con la honestidad necesaria porque "se funciona a golpe de titular".

Dada la reciente cascada de acontecimientos, ¿qué asunto le gustaría estar cubriendo?

Soy la primera sorprendida, pero no siento ningún gusanillo en el estómago, más que nada porque no paro de dar charlas, clases en universidades y de viajar. Acabo de estar dos meses por Suramérica y tres en Australia. Además, la información televisiva cada vez es más superficial, algo que yo ya sufría en los últimos años. La verdad es que me siento un pelín liberada.

Conexión: aparece el enviado especial y durante segundos se escucha el sonido de las balas en Libia. De vuelta a plató la presentadora dice: "Así se trabaja...". ¿Es de recibo un documento semejante?

Pues no, porque conviertes al periodista en protagonista y eso que dices no explica nada. Puede ser casualidad, que te pille en un momento. Es elevar una anécdota a categoría general. La importancia no es que disparen estando tú, sino que lo hagan a los civiles locales. Tú estás allí porque es tu trabajo, gajes del oficio. Se tiende al espectáculo, a buscar el impacto y no la profundidad.

Priman los audímetros.

Se informa por la emoción y no por el conocimiento. ¡Claro que tiene que haber humanidad en lo que cuentas! Pero dando información y no funcionando en base a la pena. Vemos matar civiles en Libia, y sentimos al instante compasión y simpatía hacia ellos. Pero de inmediato pensamos que no tenemos nada que ver. ¡Pues sí! Sí que tenemos que ver porque Gadafi es como era hace años, cuando le recibíamos con fanfarrias, y eso es lo que no se cuenta.

Con el bagaje de las experiencias a sus espaldas, ¿le sorprende la ola de revueltas en el mundo árabe?

No me sorprende en cuanto a que la situación de indefensión e injusticia duraba desde hace tanto que algún día iba a estallar. Sí en que al final lo haya hecho, que hayan podido superar los marcos de represión que hay en esos países.

Ni se sabe cómo acabará ni la gente confía en que los gobiernos occidentales o la ONU resuelva esto.

Una vez que se abre la caja de los truenos... Las ONG hacen una labor extraordinaria que deberían realizarla los gobiernos. Ocupan el vacío de quienes no se preocupan por quienes deben, de sus propios pueblos. No responden a los propios compromisos adquiridos de ayuda al desarrollo... Es un entramado del que el ciudadano debe ser consciente. Con todo, soy optimista. El ser humano tiene una capacidad extraordinaria para seguir adelante, la humanidad nunca ha estado tan bien comparada con etapas precedentes. Se avanza a trancas y barrancas. Lo que pasa es que las cosas buenas que hace la gente no venden y no se cuentan.

Otras situaciones son inevitables.

Un terremoto es inevitable pero no la gravedad de sus consecuencias. Si en vez de en Japón, sucede en Filipinas, Indonesia o la propia China, sería diez veces peor. El tema nuclear demuestra que ahí las cosas también se han hecho mal.

¿Cuál es el conflicto más duro que padeció sobre el terreno?

El de Timor. Aquello era una guerra civil porque los dos bandos eran muy desiguales: una población civil que lucha por su independencia, y el ejército y unos paramilitares que pretenden mantener la ocupación. Vecino contra vecino en una porción muy pequeña. No era un frente delimitado. Podías conocer hoy a una persona y mañana no verla porque ya la habían matado.

También pisó Haití. ¿Ve salida con la llegada al poder de Martelly?

Me parece una locura total. Es otra vez lo mismo. Estamos pretendiendo colocar instituciones en lugares donde previamente no hay educación para que todo funcione. Es evidente que debe existir democracia, ¡claro que sí! Pero solo se puede ejercer cuando dispones de una sociedad que realmente actúe democráticamente, unos medios de comunicación... Si no, corres el riesgo de estas cosas. Doy el beneficio de la duda, pero soy escéptica. Haití ya estaba muy mal antes del terremoto. Nunca nos hemos preocupado de lo mal que estaba, solo cuando el temblor, y ahora hay cólera, olvido... Una cosa es clara: en este mundo hay muchos mundos pero todos están en este, y somos responsables de lo que pasa. Es esencial la educación, la comunicación para conocer y comprender al otro; no para retarnos defendiendo pequeños grupos de intereses.

¿Dónde es imposible trabajar?

En Corea del Norte. Tanto si vas de periodista como de turista estás completamente vigilado. Es como un parque temático estalinista. Siempre me gusta homenajear al periodista local. Hay muchos que mueren ejerciendo su profesión. El enviado especial va más protegido, está allí porque quiere y se va cuando quiere. El autóctono corre peligro diariamente, la presión está en la puerta de su casa.

Irremediablemente, habrá sido presa del miedo.

Sí, pero depende del momento. En las situaciones límite tratas de solucionar la papeleta y es luego cuando piensas en verdad dónde te has metido. Más que nada, miedo por tu equipo y la gente que te acompaña. Además, de no tenerlo, podría cometer insensateces.

¿Lleva la cuenta de los sitios en que ha estado?

170. Me faltan 22, según la ONU. Mi intención es estar en todos, si bien alguno, como Somalia, lo veo difícil.

¿Por qué se prescinde del periodista veterano?

Porque es más complicado que entre en el juego del espectáculo, del todo vale. El más joven no es que tenga un problema de mayor o menor talento, sino que es más dócil por su falta de experiencia. Nadie nacemos enseñados, todos tuvimos que aprender. Pero el otro es más manejable, y más en la situación de precariedad en que se ha instalado la profesión periodística. Teme perder el puesto de trabajo y uno acaba haciendo cosas que no haría. Y para aquellas que hace no ha sido formado. No es de extrañar que ahora solo quieran hacer deportes o, como me dicen muchas, ser presentadoras...

No corren buenos tiempos para la información general.

El fin no es la excelencia informativa. La responsabilidad atañe a las empresas periodísticas, políticos, a los periodistas... Y al ciudadano, que no debe dejarse arrastrar por esa ola de banalidad. Tiene que hacer un esfuerzo para reclamar información. Ves cómo desaparece CNN+ y encima con escarnio, porque lo suplen de inmediato con algo tan deleznable como Gran Hermano. Parece como un bofetón. No todo es malo, hay en las redes sociales, donde también hay que tener cuidado, gente que muestra su disconformidad en blogs... El otro día estuve en Tolosa con un grupo al que le gusta viajar.

Marcó un estilo, tanto a nivel estético como profesional.

Lo de viajar me viene de familia, ya que mi abuelo materno se fue a India al inicio del siglo XX por negocios. Y lo del estilo no lo inventé yo. Era transgresor, Llongueras hizo buen trabajo poniéndome el pelo de todas las maneras -causó furor el pelo rojizo-. Eso viene de la cultura anglosajona, donde instan a que el espectador pronto se identifique contigo. Hice unos cursos con la BBC donde nos dijeron que hay que buscar una forma personal de hacer las cosas.

En resumen, toca apelar al 'Yes, we can' a ver si arreglamos esto.

Hay que arremangarse, no dejar que la sociedad siga cayendo en picado con valores mercantilistas, la codicia y el despilfarro, donde solo cuenta tener cosas y no ser persona. El planeta no lo soportaría. Tenemos que decidir qué hacemos con nuestras vidas y las de nuestros hijos.