EL sueño es un proceso biológico imprescindible para el equilibrio físico y psíquico de las personas.

Mientras uno duerme se está inconsciente, pero el cuerpo y el cerebro continúan desarrollando una serie de actividades para que el organismo funcione adecuadamente. Por ello cuando el sueño no es correcto en cantidad o calidad, se rompe el equilibrio, pudiendo afectarse incluso la salud en diferentes grados. Las referencias históricas al sueño son muy frecuentes, desde Morfeo, dios del sueño de la mitología griega, encargado de llevar sueños a reyes y emperadores.

Miguel de Cervantes decía de Don Quijote que estaba loco por no dormir y que Sancho Panza, de buen dormir con siestas de 5 horas, roncaba. Asimismo, Shakespeare hizo presentes los problemas en esta materia de Macbeth y Falstaff. Los trastornos del sueño son un conjunto de procesos patológicos que afectan a la estructura normal del sueño, siendo muy numerosos y diferentes entre sí, como por ejemplo el insomnio, el síndrome de piernas inquietas o la apnea obstructiva del sueño. El Síndrome de Apnea Obstructiva del Sueño se define como un cuadro caracterizado por somnolencia diurna excesiva, trastornos respiratorios, cardiacos, metabólicos o inflamatorios secundarios a episodios repetidos de obstrucción de la vía aérea superior durante el sueño.

Según estudios, en adultos puede afectar hasta el 4 y 6% de los varones y el 2 y 4% de las mujeres. En la población general infantil los datos son muy diversos. Entre el 1-3% de los niños pueden padecerlo, pero estas cifras pueden ascender hasta 13% o 66% cuando se asocia a factores de riesgo como la obesidad. La faringe juega un papel importante en la respiración. En ella existen músculos constrictores y dilatadores. Estos últimos evitan su colapso durante la inspiración.

Su función radica en permitir el adecuado balance entre la faringe y la presión negativa ejercida por los músculos torácicos en el acto de la inspiración, asegurando la permeabilidad de las vías. Durante el sueño la musculatura pierde tono y las estructuras se colapsan más fácilmente dificultando la respiración. Como consecuencia de estos episodios recién señalados aparece una reducción marcada de oxígeno en sangre que afecta el metabolismo tisular; un aumento del CO2 que genera narcosis (alteración del estado de consciencia) y deprime el centro respiratorio, además de somnolencia y otros disturbios como hipertensión, alteraciones metabólicas y neuropsiquiátricas. Para su diagnóstico, además de la historia clínica (hábitos, postura al dormir, consumo de medicamentos y estimulantes etc.) y examen clínico (vías respiratorias, tipo de lengua y paladar, peso corporal etc.) será necesario utilizar instrumentos de evaluación subjetiva (escalas que reflejan la somnolencia durante el día) y objetiva con el fin de realizar un diagnóstico íntegro.

La polisomnografía es considerada el patrón de oro en la medicina del sueño y generalmente se realiza en servicios especializados (laboratorios del sueño). El estudio portátil de apnea del sueño o poligrafía respiratoria, cada vez gana más peso y se puede efectuar a nivel domiciliario aunque registra menos variables que la polisomnografía. El tratamiento es multidisciplinario.

Tras el diagnóstico adecuado por un servicio especializado se aborda desde las siguientes vías en función de cada caso.

Medidas generales: reducción de peso, higiene del sueño, eliminación de alcohol , tabaco y hábitos nocivos y supresión de fármacos que favorezcan el cuadro. Tratamiento quirúrgico: cirugía nasal, de amígdalas, del paladar, avance maxilomandibular etc.

Presión de aire positiva continua (CPAP): es el tratamiento de elección en primera instancia. Los dispositivos se emplean durante el sueño y aportan el oxígeno que necesita el paciente a través del aire que insuflan por medio de una mascarilla.

Dispositivos orales: representan un grupo de aparatos que mediante la modificación de la posición de algunas estructuras como la lengua o mandíbula facilitan el paso del aire.

Constituyen una herramienta a tener en cuenta en casos de apneas leves y moderada y mala tolerancia a los dispositivos de presión de aire positiva continua.

El odontólogo, aunque no es el especialista encargado del diagnóstico de estos procesos, sí que puede representar un papel muy importante en la identificación de los mismos de manera precoz, para establecer la derivación oportuna a los servicios específicos, además de poder ser muy útil en la monitorización del proceso y en el tratamiento por medio de dispositivos orales cuando estén debidamente indicados. ?