Las ciudades generan con frecuencia mucho ruido, y tan acostumbrados estamos a él que cuando nos internamos en plena naturaleza creemos que no vamos a soportar tanta invasión de silencio. Al menos, ésta es la primera experiencia sensorial que uno percibe al visitar el Parque Nacional de Hainich, uno de los más grandes bosques vírgenes alemanes, ubicado en el triángulo Eisenach-Mühlausen-Badlangelsalza.

El principal objetivo de la alta protección de este bosque es, tautológicamente hablando, permitir que la naturaleza sea la naturaleza. Esto es, que permanezca libre de cualquier intervención humana. Garantizar que la naturaleza se desarrolle de acuerdo a sus propias leyes. Que nadie pueda tocar ni dejar nada en el bosque, salvo las huellas de sus pisadas. Sin embargo, y pese a la exigente protección impuesta por la Unesco, este imponente paisaje puede ser admirado por los amantes de la naturaleza gracias a un itinerario didáctico diseñado a gran altura (Canopy way), por encima de las copas de los árboles, aunque también puede visitarse por senderos alternativos pedestres o en bicicleta, porque hay mucho que descubrir en este parque, especialmente en primavera y en otoño por su explosión del color.

Por los senderos percibo un olor a hojas y a setas, mientras una saxícola gorjea desde las alturas y un sapo salta chapoteando en un pequeño estanque, que está rodeado de líneas de espada amarillas y brillantes. Este parque natural te transporta a tiempos pasados, cuando los bosques se abandonaban a su suerte. Se trata de un bosque primitivo en medio de Alemania, donde las delicadas orquídeas empujan sus flores desde la tierra húmeda y los gatos salvajes acechan en las horquillas de las viejas hayas.

Si quieres explorar los densos bosques desde alturas vertiginosas, puedes tomar el sendero de las copas de los árboles. El recorrido a través de este original sistema tiene una longitud de 540 metros. Desde la altura del voladizo se abre la visión total de un mar verdoso e interminable, no solo de primitivos hayedos y de una rica diversidad de árboles -algunos, gigantes y milenarios, caídos y envueltos enteramente de musgo-, sino que también, si el visitante anda con los ojos bien abiertos, podrá descubrir entre su rara fauna al gato salvaje, el animal simbólico y emblemático de Hainich, que vive oculto también en los grandes bosques existentes en la zona de Eisenach. El que suscribe tuvo la fortuna de ver uno de ellos durante unos breves segundos, mientras su arrogante mirada se cruzaba con la mía como diciendo: ¡Qué haces tú en mi casa! Los gatos, domésticos o salvajes, nunca han olvidado que en la antigüedad ¡fueron dioses! Poco después se escabulló entre la maleza buscando un refugio que le permitiera vivir en su intimidad. Es muy difícil ganarse el afecto de un gato doméstico, pero el del salvaje es imposible. Hasta tiene la habilidad de descansar en lo alto de los árboles.

El 'canopy way' es un circuito que transcurre a gran altura, por encima de las copas de los árboles.

Si las condiciones climatológicas no son las más propicias para observar al gato salvaje en su hábitat natural (como seres sensibles, animales y plantas, reaccionan a los cambios climáticos) no hay que desanimarse. El visitante podrá admirar la timidez y fiereza a la vez de este felino salvaje, de complexión bastante mayor que el doméstico, en un centro cercano al parque llamado Village Hütscheroda, donde se ha reproducido un hábitat artificial con el fin de preservar su especie.

Efectos saludables

Asimismo, se ha creado un plan básico para interconectar por medio de corredores verdes los distintos hábitats de estos felinos y el resto de la fauna (miles de mariposas, insectos, ranas, extraños murciélagos -que recuerdan a Batman, el mítico héroe del cómic-, aves, pájaros carpintero, etcétera) que viven en otros bosques próximos para facilitar su procreación y protección.

Por otra parte, sumergirse en ese mar verdoso de Hainich resulta para cualquier turista o persona interesada en la naturaleza algo muy relajante, estimulante, inspirador y revitalizador en todos los sentidos. El contacto con este saludable entorno fortalece su sistema inmunológico al haberse alejado durante un tiempo del estrés urbano en el que vive, con frecuencia ruidoso e incómodo, para propiciar un encuentro consigo mismo. Se dice que todo el que visita este parque habrá cambiado de una u otra forma. No en balde, algunos filósofos aseguran que el verdadero objeto de la ciudad es hacernos desear el campo. Y lo creo.

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https://www.nationalpark-hainich.de

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