Esta migración de la que hablamos reúne varias particularidades: fue femenina, realizada únicamente por mujeres, que caminaban durante tres o cuatro días por el Pirineo cercano. Cuando pensamos en las migraciones de la primera mitad del siglo XX las imaginamos a Argentina, Suiza o Alemania, pero había migraciones minúsculas que buscaban una realidad totalmente diferente, y sobre todo sustento en los difíciles años 20 y 30.

Las mujeres roncalesas, ansotanas y salacencas, y sus curtidas y habilidosas manos, se convirtieron en una mano de obra cualificada y muy valorada en la floreciente industria de la alpargata de Maule, la capital de Zuberoa. Eran años en los que no existían carreteras, ni comunicación, así que cruzar los Pirineos era una aventura empujada por la necesidad. Su marcha en otoño y su vuelta en primavera, sumadas a su vestimenta negra, les hizo recibir el cariñoso apodo de las golondrinas. Seis meses de migración cada año hizo que algunas formaran familia en la otra vertiente y otras se separan de sus hijos durante meses. La trashumancia y las golondrinas hicieron de las familias pirenaicas una sociedad migrante durante décadas.

Compartir el mismo idioma en ambas vertientes de Pirineo con sus variantes -el euskera roncalés y el euskera suletino-, facilitó la transferencia cultural entre las dos caras. Dos joyas lingüísticas de nuestra lengua que no se deben olvidar.

La memoria de estas mujeres sigue palpable en los pueblos pirenaicos, con actividades anuales que las recuerdan, pero hace siete años la Asociación Deportiva Mendiak Bizirik y la empresa de actividades Nive, con base en Roncal, crearon un proyecto transfronterizo, sin apenas apoyo y con muchas horas de trabajo, creando un producto deportivo que une pasado y presente, y pone un grano de arena en el desarrollo turístico del Pirineo Occidental, generando recursos en sus valles.

Hoy en día, el proyecto de la Ruta de las Golondrinas es una idea madura y una travesía consolidada. Los pequeños refugios han visto revitalizada su vida estival, el Pirineo navarro se revaloriza, y cada año cientos de montañeros y senderistas se animan a ir y conocer, o a volver de nuevo a caminar por diferentes variantes de la Ruta. Este año, además, entra a formar parte de la misma el refugio de Belagua.

A grandes rasgos, la Ruta de las Golondrinas es un camino que intenta unir historia y deporte, montañas en femenino y Pirineo como recurso turístico, sin necesidad de modificar el paisaje, además de montaña, mucha montaña. Un viaje que empieza cuando el caminante quiera.

DATOS

Qué es: La Ruta de las Golondrinas nace como travesía circular con forfait en 3, 4 o 5 etapas circunvalando un paisaje único en Europa: Larra.

Por dónde va: Cruza los valles de Belagua, Linza, Lescún, Bearn y Zuberoa, atravesando el Pirineo Occidental, sus bosques, cumbres y valles.

En qué consiste: Existen tres variantes diferentes: de tres días (Golondrina Alpina), cuatro días (Golondrina Clásica) y cinco días (Gran Golondrina). La Golondrina Alpina es la Ruta más salvaje, difícil y alpina. Transcurre por los refugios de Belagua, Linza y Laberouat. Una variante que exige experiencia en montaña, nociones de orientación y caminar por tramos fuera de sendero. Recomendable para grupos pequeños, con experiencia y que busquen un recorrido exigente. La Golondrina Clásica es el recorrido de toda la vida a través de Belagua, Linza, Laberouat y Jeandel. Espectacular y variado recorrido realizando un gran bucle alrededor de Larra; con opciones más sencillas o complicadas en cada etapa. Aun así, exige un mínimo de forma física y conocimientos de orientación con cualquier ruta de alta montaña. La Gran Golondrina es la opción más larga en días y kilómetros de la Ruta, con la posibilidad de salir caminando desde el mismo Isaba/Izaba (5 días). Recorre de la misma manera Belagua, Linza, Laberouat y Jeandel con diferentes opciones. Una manera de conocer más profundamente los valles de Roncal y Belagua.

¿Para quién es? Para hacer la Ruta de las Golondrinas no es necesario ser un gran deportista, pero sí tener cierto hábito de caminar y de estar en el monte entre cinco y siete horas por jornada, afrontando un desnivel de subida de hasta 800 metros en las etapas más sencillas. Se requiere, además, un mínimo de experiencia en montaña y de orientación.

El recorrido transcurre por alta montaña y es necesario tener conocimientos de mapa, brújula y GPS. Quienes tienen dudas acerca de sus conocimientos y su experiencia pueden contratar una salida guiada. Así mismo, no es una ruta recomendable para realizar con niños menores de 12 años, debido a las distancias, los desniveles y por tratarse de un recorrido por senderos de montaña.