Como le sucediera a David Bowie en la segunda mitad de los años 70, a Nick Cave y sus Bad Seeds en los 80 y a U2 en los 90, cuando los irlandeses barajaban su disolución, Pet Shop Boys ha regresado a Berlín, a sus prestigiosos estudios Hansa, para grabar su último disco, Hotspot (XL Recordings), un variado disco de pop electrónico que fluctúa entre el baile y los tiempos medios, y surge repleto de guiños a la ciudad alemana y letras entre el hedonismo, la nostalgia por el paso del tiempo. El dúo lo presentará en el próximo Bilbao BBK Live.

Más de 35 años después de su formación, Neil Tennant y Chris Lowe siguen al frente de Pet Shop Boys. El veterano dúo británico de pop electrónico se ha instalado en un cómodo espacio, similar al de bandas hermanas de sonido y filosofía como Depeche Mode, en el que las loas de la crítica especializada (casi) nunca han remitido a pesar de haber sido uno de los proyectos pop con más repercusión en las listas de ventas y tirón en festivales masivos desde mediados de los 80 .

Tras una larga vida bajo el manto protector de una multinacional, el dúo, que ha sabido envejecer con dignidad, sarcasmo y elegancia, acaba de publicar su décimo cuarto disco, que presentan como el cierre de una trilogía que se inició al abandonar EMI y lanzarse a la independencia bajo el apoyo del productor Stuart Price. Con el responsable de éxitos como Confessions on a dancefloor, de Madonna, Day & Age, de The Killers, y hits de New Order o Kylie Minogue, debutaron con el bailable y electrónico Electric (2013) y consolidaron su relación con el más pop Super (2016).

Ninguno de ellos contenía clásicos imperecederos como It's a sin, Being boring, West end girls, Go west o Domino dancing, pero la colaboración prosigue ahora con Hotspot, un disco que pivota sobre la relación de Pet Shop Boys con Berlín, donde se grabó, en los estudios Hansa, cuya sonoridad grandiosa ha servido como escenario de trabajos de música clásica y gemas del pop y el rock firmadas por Bowie (Low y Heroes), U2 (Atchung baby), Nick Cave & The Bad Seeds (Your funeral... my trial), The Psychedelic Furs, Siouxie & The Banshees, Depeche Mode... y, recientemente, hasta Vetusta Morla.

De L.A. a Alemania Aunque el proceso de creación de Hotspot se inició en Los Ángeles tras una actividad frenética del dúo con el EP Agenda, una larga gira y adaptaciones teatrales, culminó en Berlín; y se nota en sus canciones, con versos con guiños explícitos a los trenes de la ciudad y localizaciones como Warschauerstraße y Zehlendorf. "Hemos escrito gran parte de nuestra música en los últimos diez años en Berlín y fue una experiencia emocionante trabajar en este álbum, en los legendarios estudios de Hansa, y agregar una nueva dimensión a nuestro sonido", según el dúo.

Neil y Chris hablan de Hotspot como "un disco más analógico"... pero la sentencia es más que discutible. Lo que sí es cierto es que es un disco de pop, de pop electrónico que, por encima de todo, busca la diversión, en contraposición a la trascendencia, lo que no impide encontrar los habituales versos reflexivos o sarcásticos, según el caso, del dúo. Y musicalmente suena diverso y variado, con tempos para el baile y otros para la caricia; y con el eterno poder melódico del dúo.

Se abre con el imparable Will-o-the-wisp, y no se podría hacer mejor. Es lo más bailable, brillante y certero del nuevo repertorio, aunque en ritmo no le van a la zaga el fogonazo disco-music de Monkey business, con un entramado rítmico de raíz funk y sus voces filtradas, o un Happy people con fraseos rapeados. Destacan también los bonitos medios tiempos I don't wanna y Dreamland, el segundo compartido con otro icono LGTBI, el vocalista Olly Alexander, de Years & Years; la balada electro You are the one; la fantástica Hopin for a miracle, con arranque reggae, y la tranquila y evocadora Burning the heather, con la colaboración del exguitarrista de Suede, Bernard Butler.

Fiesta y nostalgia El álbum, que aporta un cierre bizarro con Wedding in Berlin, con loops de la marcha nupcial de Mendelssohn, mantiene todavía rastros del hedonismo de antaño ("disfrutemos de la noche hasta que llegue la luz, sucede tan rápido") y aporta alguna diatriba sobre la fama (entre "la expectativa de ser el nº1" a la soledad de la cumbre: "no hay ningún lugar al que puedas llamar hogar") y la soledad ("no quiero salir, no quiero ir a bailar").

Neil y Chris se han hecho mayores. En sus canciones se cuestionan por el inevitable paso del tiempo ("¿de dónde vengo? ¿adónde voy? el tiempo es tan cruel") y se cuela cierto lamento por las viejas conquistas (aquellos chicos guapos artistas berlineses, ahora casados) y la nostalgia de los tiempos de búsqueda de "amor y risas". También muestran las uñas en versos contra "un mundo que se interpone en tu camino" y cuando, en Dreamland, sueñan con "una tierra libre" y Neil canta "estoy tan cansado de mi país", puede que en alusión al Brexit. El cierre suena conservador, cuando defienden las bodas, con versos que, en ellos, suenan desfasados, por superados: "nos casamos porque nos queremos, un montón de gente lo hace... no importa que sea heterosexual o gay".