NO hay guerras sin crueldad, pero han sido ojos y oídos de periodistas de mujeres los que han dado visibilidad a la especial crueldad que sufren ellas: mujeres y niñas. Una de estas periodistas testigos directos de esta brutalidad ha sido Ana Paso, reportera de guerra durante veinticinco año, cubriendo las cinco guerras balcánicas, los conflictos en Centroamérica, Alganistán y la guerra del Golfo.

“Empecé en la agencia Efe para pasar a la Gaceta de los Negocios y después a la revista Época”, explica satisfecha de su trayectoria profesional que culmina con la docencia en la Universidad de Ciencias de la Información en Madrid y sus colaboraciones con medios americanos. Porque Ana trabajó durante cinco años en Washington y volvió al Estado para realizar su tesis doctoral. Inicialmente iba a centrarse en las mujeres reporteras del mundo, cuando observó que no había nada serio publicado sobre las mujeres reporteras en el Estado, por lo que se ciñó a ellas. “Mujeres invisibilizadas, grandes del periodismo olvidadas exceptuando unas cuantas que eran rostros conocidos en TVE”, reconoce. “La agencia y la televisión fueron las que apostaron por las mujeres; eran los medios que más despliegues hacían y tras agotar el cupo de hombres, nos llamaban”.

Esto le llevó a la ex corresponsal de guerra en Balcanes y Oriente Medio a publicar Reporteras españolas, testigos de guerra, basado en su tesis doctoral. “Son cinco siglos de reporterismo hecho por mujeres. La primera fue la guipuzcoana Francisca de Aculodi, en el siglo XVII, que escribía desde San Sebastián para un quincenal belga. Después vinieron Teresa de Escoriaza, periodista que en 1921 se había ido a cubrir a Melilla la Guerra de Marruecos y Sofía Casanova que cubrió la primera Guerra Mundial y la revolución bolchevique. Luego ya saltamos a los años 70 con Carmen Sarmiento, Rosa María Calaf, Maruja Torres, Teresa Aranguren... En el libro cito, analizo y entrevisto a 34 mujeres que han estado informando en la mayor parte de los conflictos armados del siglo XX”, explica.

¿La mujer reportera tiene otro enfoque a la hora de informar? “De las 34 entrevistadas algunas dicen que aportan un sello especial, otras que no; yo soy de las que piensa que depende de la sensibilidad de la periodista. Un reportaje bien escrito, sin conocer el nombre, no sabes si está elaborado por un hombre o una mujer”. “Pero lo que sí es cierto es que desde que estamos las reporteras se da más visibilidad a las mujeres víctimas en los conflictos armados”, afirma con rotundidad, al tiempo que critica la precariedad de la profesión. “Sobre todo en la información internacional, porque cada vez se apuesta por enviar a menos gente fuera; han reducido el tiempo de permanencia de los periodistas sobre el terreno y tiran de redes sociales. Y eso que tenemos grandes profesionales”.

Se lamenta de que se hayan unificado las versiones y desaparecido el sello propio de la casa. “La crisis económica, los ERE en los medios... Al final el periodista, por desgracia, no es tan valiente y altivo como antes y muchas grandes periodistas están en la calle. Además, lo que me parece lamentable es la dictadura informativa a la que estamos sometidos”, critica Ana . “Los periodistas tienen miedo a quedarse en la calle y el poder político/económico quiere hacernos pasar por el aro; no estamos en la época dorada del periodismo español”.

Aunque las redacciones están llenas de mujeres, pocas acceden a la dirección. “Es el reflejo de la sociedad y de las empresas; la profesión está sumida en un pozo sin fondo. Tendrá que cambiar el esquema, porque escribir al dictado no creo que les guste. Además, las mujeres que están en puestos de poder dejan mucho que desear. Debieran de arriesgarse, igual que lo hemos hecho las reporteras labrándonos un hueco en los conflictos armados; a nosotras nadie nos ha regalado nada. Las directivas tendrían que luchar por un periodismo decente y no escribir al dictado. Pero se asientan cómodamente en la poltrona con la etiqueta feminista... Es como si hubiéramos dado un parón”, se queja Ana, quien dice que en sus 25 años de reportera vio situaciones tremendas, “pero hay que contarlo. Esa fue mi prioridad: lo fácil era quedarse en casa, pero mi objetivo fue informar desde el terreno”.