QUE somos de Bilbao, por eso llevamos la txapela a medio lao”. En la Villa el tamaño sí importa. Incluido el de la txapela, y la posición también. Para reivindicar este cubrecabezas, signo de identidad por excelencia, y defender una leve inclinación lateral, el martes se constituye la cofradía de la Txapela a medio lao. Aunque la porte demasiado calada, Manu Iturregi, trikitilari y villano con licenciatura de farolín, lleva txapela todo el año. “Yo suelo usarla con menos vuelo, doce pulgadas, porque si no, me veo cara de aitite”, declara resuelto con su boina de verano. “No es que se haya perdido la tradición, es que la moda es llevar la cabeza descubierta, pero como soy calvo la uso muchísimo... Sobre todo en invierno que es comodísima. Además te la quitas, la enroscas y al bolsillo o al hombro”, dice Manu haciendo una demo.

Con el fin de promover la inclinación lateral del mítico tocado de bilbainos y bilbainas desde tiempos inmemoriales, aquellos en los que únicamente era abandonado en la cabecera de la cama o el banco de la iglesia, la cofradía establece este primer año un grupo gestor provisional con Isidro Elezgarai como presidente, el bigote mayor, Manu Iturregi; o el sombrero mayor, Emilio Pirla y el titiritero mayor, Antton Bastero, todos de comprobada esencia bilbaina. La puesta de largo se hará en un lugar que viene al pelo, la escultura Variante Ovoide de Oteiza, conocida popularmente como txapela a medio lao. Entre más de una veintena de cofrades no faltarán infiltrados como Felipe Zelaieta, bertsolari, natural de Mallabia, exvecino de Bilbao, pero actual residente ¡en Gasteiz! O Begitxu Gómez, delegada de esta modalidad en tierras alavesas.

Después, una kalejira por El Arenal exhibirá esta prenda dotorea, como la califica Nati Ortiz de Zarate que se dedica a vestuario de teatro y ha puesto muchas txapelas. “Algunas han viajado por el mundo porque las he regalado”. Para Emilio Pirla, sombrerero mayor del reino, “cada vez se venden más, sobre todo a chicas. Me compran partir de 12 años y ha venido alguna señora de 98”. “Además de estética, es muy práctica. Los hombres usan una buena para todo el invierno, pero las señoras se compran dos o tres por temporada”. Los asiáticos arrasan en su tienda del Casco Viejo. “El año pasado hice un reportaje con una actriz japonesa y desde entonces han venido a comprar txapela muchísimos japoneses, coreanos, taiwaneses, chinos... porque se la habían visto a ella, que se llevó once el mismo día. En seis meses he tenido más clientes orientales que en toda mi vida”, destaca. La txapela es universal y Pirla cuenta a modo de anécdota que en italiano boina se dice basco. Ahí queda eso.

El color identifica, el tamaño importa, y a mayor vuelo más prestancia, al menos en Bilbao. Pero la inclinación es determinante. Bereciartua teorizó sobre ello, expresando que la colocación de la boina define la personalidad. Antton Bastero va más allá y lanza una clase magistral de cómo se pone la txapela, según el territorio. Más calada, más plana, echada hacia atrás, marcando pliegues... Por la forma de llevarla se distinguirá a un alavés, de un guipuzcoano, un vizcaino, un navarro o un vecino de Iparralde. Son txapeldunes.