ALGUNOS artistas prefieren un lienzo, otros el papel, pero algunos optan por paredes enormes. Es el caso de Aarón Diego Escauriaza y Lucía González-Pinto que dibujan en espacios gigantes que pueden alcanzar seis plantas de altura. Como son grandes proyectos de pintura mural, colaboran con artistas como Danel Castaño o el ucraniano Stan Sadovy. Y todo, no solo para acercar el arte a la gente, sino también para mejorar la calidad de vida de las personas. Porque desde su creación en 2006, en Bilbao, estos creativos de la firma Wallart han realizado decenas de murales con la ilusión de que sus soluciones artísticas mejoren el entorno urbano.

El trampantojo de Bermeo Azoka es probablemente, el mayor reto al que se han enfrentado. Un techo a 14 metros de altura en el que pintar un cielo de 250 metros cuadrados para crear un efecto cubierta de cristal. Sin embargo ha sido la intervención en el hospital de Cruces la que más les ha tocado el corazón. “En Oncología Pediátrica hemos hecho un proyecto que se llama Imagina el Bosque; la idea era convertir un espacio frío y difícil para los niños y sus familias en un espacio más amable porque los murales son más que pinturas, suponen una manera de hacer mejor la vida de los demás”, aseguran.

Representando ese arte público que lucha contra el olvido, cuando trabajan al aire libre, se pasan el día mirando al cielo. “Estamos totalmente a expensas de la meteorología porque damos una garantía de durabilidad y queremos que quede muy bien, así que es importante que no llueva”, declaran.

De hecho, en la primavera de 2016 crearon un enorme mural en Kirikiño (Bilbao) en una enorme pared de más de 150 metros de largo por cuatro de alto (en los puntos más elevados) y con un cambiante formato. “No había un boceto predefinido, cada mañana debíamos dedicar un rato a estudiar la pared, percibir la luz y los colores del entorno y analizar cada punto de vista para poder organizar el trabajo”. Y es que las grandes paredes requieren de una técnica y enfoque especial, y de una forma muy particular de trabajar. “Hay una primera fase de preparado, que es muy importante, porque pueden tener humedades, estar desconchadas, así que se rasca, se prepara, se echa un fungincida, después se da una base de color, se realiza un boceto del dibujo y luego se empieza a colorear”, describen.

Además, Lucía y Aarón siempre intentan ponerse en el punto de vista del espectador. Mientras que lo tradicional es que el artista busque dar salida a sus inquietudes, en Wallart se mantiene una relación estrecha con la gente. “Intentamos que sean los propios vecinos los que aporten las imágenes que van a quedar pintadas en las paredes. Ofrecemos tres o cuatro opciones y la gente pueda votar la propuesta que más le gusta”. De hecho, en Amurrio están pintando Basoa que fue elegido por los propios vecinos.

Por eso funcionan mucho con el boca a boca. “Nuestro mayor éxito es que la gente de la calle hable bien de esos murales o que ensalzen cómo se ha enriquecido una plaza”, explican autodidactas como Aarón que empezó a pintar a gran escala con solo 16 años. En la actualidad preparan sus próximos murales en Orduña, Amurrio y Laudio, donde van a echar el resto en un gran lienzo al aire libre de 360 metros cuadrados. Conscientes de que transforman entornos revitalizándolos, recomiendan que “dejen en nuestras manos el proceso, que nos encargamos de todo, el proceso participativo, el andamiaje, la pintura. Somos profesionales y el acabado es excelente”, sostienen.