Este miércoles estrena ‘La línea invisible’ en Movistar+, una serie que se encuentra en el listado de las más esperadas por su temática: el origen de ETA con el asesinato de José Antonio Pardines, la primera víctima de la banda terrorista. Todo empezó el 7 de junio de 1968.

Mariano Barroso aprovecha el confinamiento para trabajar en nuevos proyectos. Ha dejado La línea invisible, su nueva serie de televisión, perfectamente trazada para que Movistar+ la anticipe diez días sobre la fecha prevista de estreno, así que los pases empiezan este miércoles, día 8. Quien hoy es presidente de la Academia de Cine vivió durante 2019 más de siete meses en Euskal Herria, y dice riendo que se ha hecho amigo íntimo del txakoli, el chuletón, las piparras, las conservas de bonito, el pescado del norte y también de sus paisajes y su gente: “No me puedo imaginar la Parte Vieja de Donostia o el Casco Viejo de Bilbao cerrados a cal y canto. En cuanto pase todo esto tengo que volver allí y, sobre todo a Iparralde, una tierra que me fascinó”. Ha adoptado un término euskaldún, maitia, para su charla cotidiana, y sabe que cuando se pase la crisis del coronavirus “nada va a volver a ser igual. ¿Quién iba a imaginar que íbamos a vivir una distopía real y que la vida nos cambiaría? Eso eran solo historias de cine o televisión”, concluye.

Ahora que está a punto del estreno, ¿cómo vendería La línea invisible a los espectadores?

Es la historia menos conocida de ETA, justo su origen. ¿Qué ocurrió antes de que empezara todo lo que ya sabemos, lo que todo el mundo conoce? ¿Quiénes eran ellos? ¿Cuáles fueron las motivaciones reales? En los orígenes de las historias siempre hay motivaciones personales que van más allá de una situación objetiva o política.

¿Por qué esta historia se acerca más al origen de ETA que a su desarrollo posterior?

Es importante acercarse a los principios de los hechos, porque es importante saber por qué un grupo de chavales inició un movimiento que todos sabemos cómo continuó después. Hay una idea que siempre me ha rondado por la cabeza. Una comedia acaba con una boda y una tragedia empieza con una boda. En este caso, la peor pesadilla pudo empezar como un sueño.

¿Cómo le surgió a usted esta idea? ¿Cómo llegó a la dirección de La línea invisible?

Cuando yo me incorporé la historia llevaba ya un tiempo en desarrollo. Entré a través de Domingo Corral, el responsable de Movistar+ para series. Conocía el proyecto a través de Alejandro Hernández, uno de los dos guionistas ?el otro es Michel Gaztambide?, y mi propuesta fue basar la historia en los personajes.

¿Los personajes por encima de un intento de narración objetiva de los hechos?

¿Y quién tiene la versión objetiva de unos hechos de estas características? Hay tantas versiones como personas vivieron aquella realidad o como personas han escuchado lo que les han contado. Lo que nosotros hacemos es versionar una historia basada en unos hechos reales y en unos personajes reales. Para mí, en todas las historias están los personajes y sus motivaciones a partir de unos comportamientos determinados. Me pareció que en esta en concreto había un mundo fascinante en el entramado inicial de sus protagonistas, tanto en Txabi Etxebarrieta como en Melitón Manzanas y en todos los que están con ellos, en un lado o en otro. Y el detonante fue el asesinato de José Antonio Pardines.

¿Se podría haber hecho esta serie antes de que ETA hubiera dejado las armas?

Habría sido muy complicado, aunque ahora tampoco ha sido fácil. Para mi sorpresa, cuando empezamos a trabajar en la serie vi que este tema no está cerrado del todo. La situación ha cambiado muchísimo, por suerte; no hay violencia, existe un respeto a la vida, y ha habido un montón de encuentros y de actos que demuestran que la violencia ha quedado atrás.

¿Pero??

Esto que vemos es como la punta del iceberg, aunque hay algo por debajo muy tremendo que condiciona la vida. Hay un concepto muy de bandos, hay mucho dolor, todavía se percibe el dolor. Pienso que lo que caracterizó a las épocas pasadas fue la incapacidad de la sociedad de un lado y del otro de reconocer el dolor ajeno? Uf, no voy a entrar por ahí, lo último que quiero es hacer política con esta serie.

Pero la trama está muy ligada a la política, concretamente a la política de aquellos años finales de los 60.

Ya, pero lo mío no es la política, lo mío es intentar responder a cuestiones que no tienen fácil respuesta. La pregunta, porque nos hemos desviado de ella, era las posibilidades que tenía esta serie de hacerse antes de que ETA abandonara las armas. Pues creo que hubiera sido muy difícil, porque entonces estaba todo patas arriba. Ahora hay cierta perspectiva y una cierta voluntad de tratar de entender y de mirar lo que ocurrió.

En otras series sobre esta tierra se han grabado aquí los exteriores, pero los interiores se han hecho en platós ubicados en Madrid. ¿Por qué La línea invisible se hizo íntegramente en Euskal Herria?

Es algo que discutimos mucho, y no fue fácil tomar la decisión. Por una parte, pensamos que hacerlo todo en Euskadi nos iba a ayudar a que fuera más real, porque la realidad de lo acontecido estaba allí, no en Madrid. Pero por otro lado era mucho más complicado a nivel de producción, Madrid es el centro de esta industria y lo tienes todo más a mano. Al final, la balanza se inclinó por estar en el lugar donde todo ocurrió. Además, la mayor parte del equipo era de gente vasca.

Gente que de una forma u otra había estado en contacto con lo que había sucedido en Euskadi, bien de oídas o por haberlo vivido, ¿no?

Exacto. Me encontré con un equipo que se encontraba afectado e implicado con todo lo que se contaba., y lo más importante no era que la gente empatizara más con un bando que con otro.

¿Qué era lo importante? ETA y sus recuerdos dieron lugar a una sociedad polarizada en bandos y hay muchos puntos no superados aún.

Me di cuenta de que la gente empatizaba más con el dolor de los personajes que con los bandos, y haber hecho la serie en los lugares donde ocurrió amplifica ese sentimiento.

Como resultado, usted se pasó una buena temporada en Euskadi.

Siete meses en total. Localizaciones, preparación y rodaje me hicieron estar siete meses allá, siete meses que disfruté muchísimo. Estuve muy feliz y me sentí muy contento de haber podido hacer toda la serie en vuestra tierra, que es maravillosa. Como experiencia es una de las más inolvidables y entrañables que me ha dado mi trabajo.

Pero ya conocía Euskadi, y no solo en plan turista.

Sí, pero mi conocimiento era más superficial. Había ido muchas veces, incluso di clases en Donostia y en otros lugares de Euskadi, pero nunca había estado tanto tiempo. El cine, en este caso la televisión, nos permite a los profesionales que nos dedicamos a este trabajo hacer estas inmersiones durante meses y conocer de primera mano los lugares donde se produce una historia.

¿Le ha impresionado algún paisaje o algún ambiente más que otro?

No voy a descubrir aquí las riquezas de Euskadi?

Pero sí que las puede contar con otra mirada.

Eso puede que sí. A mí me parece todo muy impresionante. Qué voy a decir de los paisajes, hay algunos que son tremendos, pero lo que más me ha marcado ha sido el carácter de las personas.

Un carácter que muchos que vienen de fuera consideran brusco y seco.

Yo pienso que no es así. Es un carácter que va muy ligado al paisaje, a la orografía del lugar, a la cercanía del mar, a la montaña? Sé que puedo caer en los tópicos y no me gusta generalizar, pero lo más fascinante ha sido descubrir todos los lugares diferentes que hay y toda la gente tan distinta que hay en Euskadi.

¿Un paisaje social?

Sí. Euskadi está llena de gente deseosa de hablar, gente que se atreve a hablar, que siente la necesidad de hablar de temas que antes igual calló. Creo que todavía queda dolor dentro, pero seguro que sale fuera. Han sido muchos años de tragedia, pero vuestra tierra me ha dado otras cosas más allá de este trabajo. Hemos grabado en País Vasco, en Navarra, en Iparralde? Un mismo pueblo, pero con mucha diversidad.

¿Se ha hecho amigo al txakoli?

Uy, sí claro, amigo íntimo, pero sin pasarnos. Es estupendo, pero si solo fuera eso... Soy amigo del txakoli y de todo lo demás: la chuleta, el pescado, esas verduras tan estupendas y bien cocinadas... Es que todo me sabía bueno, demasiado bueno. Compañeros vascos del rodaje nos regalaban a los de fuera tarros de bonito, de guindillas... Bueno las guindillas allí son piparras, ¿no?

Sí, se llaman así.

Y me regalaban también chuletas. La verdad es que era un festival para el estómago. Me ocurría lo mismo en Iparralde, porque estuvimos por allí en varios lugares. Baiona es una maravilla, como San Juan de Luz y los pueblecitos de los alrededores, que me parecieron lugares fantásticos. Quiero volver a Iparralde en cuanto pueda.

A este paso, le van a dar el carné de vasco.

Y el pasaporte también. De verdad, he estado feliz. Hemos trabajado mucho y duro, pero creo que los resultados han sido buenos y he disfrutado de un ambiente de trabajo increíble.

Si volvemos a la realidad, vivimos en un universo paralizado. ¿En qué medida puede afectar el coronavirus al sector audiovisual?

Nos ha golpeado de lleno en el corazón de la industria y va a implicar muchos daños a la profesión.

¿Cree que se recuperará el sector a la vuelta del confinamiento?

No lo sé, no podemos decir que sí o que no. Las consecuencias de lo que todo esto va a suponer están por ver. Está todo parado, salvo las exhibiciones. Más que nunca se disfruta de nuestros trabajos, pero desde casa. Es un parón muy fuerte que espero que dure poco.

Cómo presidente de la Academia de Cine, ¿cómo ve la salud del sector?

Antes de este parón era estupenda y se estaban haciendo muchas cosas, pero con este parón ya no sé qué decir. Espero que cuando se restablezca la normalidad podamos retomar la actividad con la ayuda y el apoyo del Estado.

¿Lleva bien lo de estar confinado en casa?

No me puedo quejar. Esta situación relativiza todo y coloca muchas prioridades en su sitio. Es tiempo para aceptar una realidad que nadie queríamos pero que está ahí. Ahora mismo, estándonos quietos ya estamos haciendo muchísimo. Yo llevaba bastante tiempo fuera de casa, he estado trabajando muy duro para terminar toda la posproducción de La línea invisible y me encuentro en una fase de descanso, aunque sea un descanso confinado. No concibo que haya gente que se vaya de casa intentando pasar el fin de semana fuera o que salgan a la calle sin más. Me parece gente de otro planeta.

¿Cree que cuando todo esto acabe habrá mucho cine, televisión y literatura sobre el coronavirus?

Eso seguro, pero no sé si la gente va a querer indagar en este tema. Fíjate, hace cuatro días estaban muy de moda las distopías en las series y en las películas.

¿Y quién iba a pensar que un bar era una distopía?

Exacto. Una distopía es ir a un bar a tomar un txakoli o a comer un pincho. Lo ves ahora y parece algo de otra época, y eso lo hacíamos anteayer como quien dice. Ahora mismo, la distopía es lo que hasta ayer era el costumbrismo y la normalidad.

¿No tiene tentaciones de hacer algo sobre el coronavirus? Va a ser el único de su sector que no lo piense.

Ja, ja, ja? La verdad es que no. Estoy escribiendo cosas que me piden para hablar de la situación, pero en principio, no. No tengo nada en concreto, pero seguro que antes o después influirá sobre lo que escriba, cómo no, pero también en lo que tú escribas o escriban otros.

¿Cabe una segunda parte de La línea invisible?

Sí. La historia dio para mucho, qué voy a contar yo, pero la verdad es que no me veo haciéndola. De todas formas, cuando veas cómo acaba te darás cuenta de si cabe o no. Ahora mismo hay varios proyectos que están tratando distintas épocas de ETA, y algunos ya están terminados. Aunque el enfoque que hemos dado en esta serie está muy centrado en los personajes y en el origen de la banda, nuestra historia acaba cuando todo empieza, y cuando todo empieza es otra película, es otra serie, es otro mundo completamente distinto.

Da la impresión de que ha habido un acuerdo entre productoras, guionistas, cadenas? para tocar el tema de ETA en un mismo momento.

No diría tanto que se han puesto de acuerdo como que había una historia pendiente de narrar, una historia que ha convulsionado a este país de una manera muy bestia. La ficción audiovisual necesita apoyarse en las historias que hemos vivido, porque están en el subconsciente colectivo. Todo el mundo sabe algo de aquello que ocurrió, así que son hechos que piden a gritos ser contados y recreados en la pantalla.

Una parte amplia de su equipo en la serie era euskaldún, ¿ha aprendido usted muchas palabras en euskera?

He aprendido unas cuantas que son fundamentales, pero me quedo con la que más me gusta: maitia. La he dicho muchas veces y la he hecho mía. Le he cogido mucho cariño a la gente y por eso he utilizado tanto maitia.

¿Qué proyectos tiene ahora a la vista?

Estoy con dos en desarrollo y sabes perfectamente que no se deben contar hasta que no sean firmes. Estoy en fase de desarrollo, que por cierto, es la parte que más me gusta.

¿No le gusta el rodaje?

Sí, lo disfruto, pero el estrés y la presión de los rodajes también me pasan factura.

¿Se puede saber si es cine o televisión?

Las dos cosas, una de cada.

Parece que se ha pasado al lado oscuro del audiovisual, la televisión, el medio que más le ha atrapado.

Ja, ja, ja? ¿Lado oscuro? No, por favor. Lo que ocurre con las plataformas es que si tienes proyectos entre manos y los haces a través de ellas tienes la financiación resuelta. No ocurre lo mismo en el cine, donde para levantar una película el esfuerzo es mucho mayor y a veces te quedas sin poder producirla.

¿Qué le engancha de las series?

El desarrollo de los personajes, ir mostrando cómo van descubriendo sus capas a lo largo de los capítulos. Es algo que no puedes hacer en el cine, porque el tiempo es menor, más limitado, y tienes menos opciones para los personajes.

La presencia arrolladora de las plataformas ha abierto un debate, el de las películas que se realizan para ellas. ¿Son cine o televisión?

Es un debate que no se acaba nunca. El cine entendido como tal y desde mi punto de vista no es la película en sí, no es el contenido; el cine para mí es el fenómeno que se produce en el encuentro entre lo que se produce en la pantalla y la mente del espectador. Una película no transcurre en una pantalla, transcurre en el espacio invisible que hay con el espectador.

Quiere decir que el cine para usted es el que se hace para las salas, ¿no?

Sí. Este fenómeno del que te hablo solo ocurre en las salas. Lo que vemos en casa de forma individual o en grupos más limitados es otra cosa. El cine es una experiencia colectiva, no es individual.

PERSONAL

Edad: 60 años (26 de diciembre de 1959).

Lugar de nacimiento: Barcelona.

Formación: Estudió dirección cinematográfica en el American Film Institute y en el Instituto Sundance. Cursó dirección teatral en el Teatro Español de Madrid y en el Laboratorio William Layton.

Trayectoria docente: Ha sido jefe de la cátedra de dirección de la Escuela de Cine de Cuba. Ha estado también al frente de la coordinación de la Escuela de Cinematografía y Audiovisual de la Comunidad de Madrid.

Trayectoria audiovisual: Hay que remontarse a 1993 para ir a sus inicios. Formó pareja con Joaquín Oristrell, con el que escribió la película Mi hermano del alma. Fue su primer trabajo como director y con ella ganó el Goya a la mejor dirección novel.

Cine: Mi hermano del alma (1993), Lucrecia (1994, fue una película para televisión), Éxtasis (1995), Los lobos de Washington (1999), Kasbah (2000), In the time of the butterflies (2001), Hormigas en la boca (2005), Lo mejor de Eva (2012) y Todas las mujeres (2013).

Televisión: El día de mañana (2018), Criminal (2019) y La línea invisible (2020).

Teatro: El hombre elefante, Closser y Recortes.