Si tiene que escoger una película como su favorita lo tiene claro: se queda con Taxi driver, de Martin Scorsese. “Hay muchas que me gustan, pero esta es especial”, ríe mientras aguanta resignado la batería de preguntas y las sesiones de fotos. Es buen conversador, amable, aunque contestar a preguntas de los periodistas no sea lo que más le gusta. Hasta el éxito de 'El hoyo' era, y lo dice él mismo, un anónimo digital. No está en redes sociales y se mantiene al margen de la euforia que estar en ellas conlleva: “Lo que quiero es hacer películas, nada más”, concluye.

¿Qué esperaba de El hoyo cuando se propuso hacerla?

No lo sé, aunque siempre esperas que un trabajo tuyo guste. Hicimos la película con muchísimo cariño, con gente muy cercana, y de una forma muy artesanal. Es una historia contada con mucha humildad. Veíamos que estábamos haciendo bien las cosas, pero los premios que nos han dado no nos los esperábamos.

¡Quién lo iba a decir! A priori el texto era un sainete para teatro y se ha convertido en un thriller con subgéneros del cine de terror, fantástico y psicológico.

El primer texto era una comedia muy alocada, muy al estilo de David Desola. La simbología, la metáfora y la profundidad de los personajes estaban ahí y eso es lo que me cautivó. Nos pusimos a trabajar en el guion de la película y poco a poco lo fuimos moldeando.

Tuvo que ser difícil la conversión de un texto teatral a una película dramática que se acerca al género de terror...

Sí, y teníamos visiones diferentes de cómo tenía que ser la película. David apostaba por su texto original, muy de comedia.

¿Cree que hubiera funcionado la comedia?

A lo mejor, es posible, pero ya nunca lo sabremos, al menos en cine. Pedro [Rivero, coguionista] y yo lo veíamos de otra manera. Hubo que meter algunos personajes, quitar a otros... Reconozco que eso para alguien que lo había escrito no era fácil. Además, tampoco queríamos perder del todo la parte humorística, la parte más kafkiana; no queríamos que por el camino se quedara fuera el humor negro. Fue difícil dar con el equilibrio para que la peli funcionara.

Pues a tenor de la acogida, parece que lo han encontrado.

No sé si hemos encontrado el perfecto equilibrio, pero si tienes diferentes tonos se te puede desmadrar.

¿Y qué tono ha elegido como predominante?

Sobre todo es un thriller de ciencia-ficción. Tiene bastante humor, pero negro, irónico y muy sutil. Tiene algo de terror y también drama de componente social.

Norte y sur en la vida de los personajes, ¿no?

Ricos y pobres, clases sociales. Al final es una muestra de la estructuración vertical de la sociedad. Extrapolarla hasta esta particular arquitectura de El hoyo nos permite hacer determinadas analogías.

Ha pasado los 40 y es su primera película...

Ja, ja, ja? ¿Me ves un poco viejo?

No, no he dicho eso. Quería saber por qué no se ha decidido antes a dirigir cine.

Yo estaba muy decidido. Siempre he querido dirigir, pero los proyectos que tenía eran muy difíciles de financiar. Quizá es una pregunta que no me tenías que hacer a mí, porque yo tenía los proyectos y eran buenos. Alguno lo retomaré en el futuro.

Los festivales de Toronto y Sitges habrán sido huracanes que han permitido que El hoyo vuele.

Cuando haces una película pones todo el amor del mundo para que guste. Sabes que no va a gustar a todo el mundo por igual, porque es una historia de género, pero lo que nos ha ocurrido en esos dos festivales ha sido algo que no nos esperábamos. No puedes soñar con ganar; puedes soñar con que te seleccionen, y eso ya era suficiente para nosotros.

¿Qué pesa más en la balanza del éxito, Toronto o Sitges?

Son diferentes. Toronto es un nivel de prestigio internacional muy potente, pero Sitges tiene un punto muy entrañable, de festival al que le tenemos mucho cariño, en el que hemos estado como productora muchas veces y donde hemos ganado muchos premios. Estoy muy contento con los dos reconocimientos.

A nivel de distribución pesará más el festival de Toronto...

Toronto fue una explosión a nivel comercial, a nivel de futuro comercial de la película. Fue un antes y un después, fue cuando entró Netflix. A partir de ese festival están saliendo oportunidades para financiar nuevas películas. Y Sitges tiene ese punto más?

¿Romántico?

Sí, exactamente. Es entrañable, es un festival con muchos seguidores, pero a nivel industrial es Toronto el que te da la llave, es un antes y un después.

Sin embargo, no esperaban ningún premio allí, y se volvieron a Euskadi antes de que el jurado fallara.

Claro que no lo esperábamos. Estábamos satisfechos de que nos hubieran seleccionado para esa sección tan codiciada por los cineastas como es el Midnight Madness. Yo me sentía premiado solo con haber podido estar allí, y ver la reacción del público fue impresionante. Todo fue algo que se salía del guion. Nos vinimos porque pensábamos que ya estaba, que hasta ahí habíamos llegado.

¿Cómo recibió la noticia?

Allí ya nos decían: Sois candidatos al premio. Incluso había prensa que decía que iba a ser muy difícil ganarnos. Pero nosotros somos como somos, y nos volvimos. El premio se decidió un domingo y yo me había olvidado completamente de él.

¡Qué poca fe!

No es eso, es que nos sentíamos premiados ya. Ese domingo estuve en el Casco Viejo comiendo unos pinchos con mi novia y con mi hija, nos fuimos a casa y nos echamos la siesta. Además, yo había perdido el móvil. Hasta que a las cinco o seis de la tarde, Carlos [Juárez, el productor], llamó al teléfono de mi hija de once años diciéndome: Oye, que te están llamando desde Toronto, te están escribiendo mails? ¿Dónde estás? Que hemos ganado, que hay que mandarles un vídeo. Fue así de inesperado. Si no dicen nada, ni me entero.

Vaya tranquilidad. ¿Aprendió la lección y en Sitges se quedó a ver cuál era la decisión del jurado?

Nos fuimos, nos fuimos. Lo que pasa es que volvimos. Nos dijeron: Veniros, que? Y allí fuimos. Cuando íbamos de camino se publicaron los premios. Íbamos por carretera, ocho personas en una furgoneta como auténticos rockeros.

¿Quién es Galder?

No sé exactamente quién soy, a mí me cuesta hablar de mí mismo. Soy una persona con muchas inquietudes y muchos complejos. Tengo ganas de soltar a través del cine la basura que llevo dentro.

¿Solo basura?

Supongo que habrá cosas buenas también.

¿Cómo se metió en el mundo del cine?

Estudié Gestión de Empresas, me especialicé en Comercio Internacional, me diplomé y me fui a Londres a aprender inglés y a hacer el quinto año en la universidad de Newcastle. Allí decidí que no era lo que yo quería, que siempre había deseado hacer cine. Ya tenía los estudios que querían mis padres y me fui a Madrid a estudiar cine. Les di el título y ya, era hora de cumplir con lo que me gustaba. Empecé a estudiar cine con 25 años.

¿Tuvo suerte en los inicios?

Ese año entre de meritorio en una película, estuve en el departamento de dirección y después fui enganchando rodajes. En 2002 montamos Carlos Juárez, Raquel Perea y yo Basque Films. He estado trabajando prácticamente en todos los departamentos que hay en un rodaje. He hecho mucha publicidad, anuncios para la tele...

Y ahora mismo, ¿en qué anda metido?

En varios proyectos. Alguno con los mismos autores de El hoyo y otro con el guionista Egoitz Moreno. Ahora es muy pronto para hablar de temáticas. Tengo reuniones y ronda de productoras en Los Ángeles para ver si conseguimos financiación.

Da la sensación de que hacer ronda de productoras no es lo que más le gusta.

Pues no. Lo que quiero es hacer películas. Incluso esto de las entrevistas tampoco me va mucho. Antes los directores no hacían tantas; quizá por eso nos quedábamos detrás de la cámara, para no tener que salir, pero ahora?

Ya lo siento.

No lo sientas, estoy a gusto. Me hacen hacer sketches para redes sociales y yo no tengo redes.

¿Y eso?

No me apetece. Hasta hacer El hoyo he sido un anónimo digital, pero veo que no voy a poder seguir siéndolo.

Hablamos mucho de cine vasco. ¿Cómo lo ve usted? ¿Es una burbuja o una realidad?

Es una realidad. Siempre ha habido películas importantes que han salido del cine vasco. Para los pocos que somos y los pocos recursos que tenemos, bastante hacemos. Ahora mismo están La trinchera infinita, Agur Etxebeste! y más. Se hace bastante para la poca inversión que hay. Damos bastante guerra e internacionalizamos bastante la cultura vasca, y eso es una inversión también.

En el pasado, los directores vascos se iban a Madrid para seguir haciendo cine. ¿Ya no es necesario abandonar Euskadi?

El que quiera, sí, pero en mi caso no lo veo necesario y solo voy lo imprescindible. Yo mi residencia la quiero tener en Bilbao, salvo sorpresa. Con los medios de comunicación que hay ahora no lo veo necesario, todo está globalizado informativamente y se puede ir a Los Ángeles y volver de seguido. Además, las plataformas están buscando producto local y exportable.

Eso significa dinero, ¿no?

Sí. Las plataformas están dispuestas a invertir dinero de verdad en producciones locales. Lo ideal sería rodar aquí con capital de donde sea.

Su productora tenía la distribución de la película cuando Netflix se metió en El hoyo. ¿Cómo va a ser la combinación de ambos sistemas, salas y televisión?

No estaba totalmente distribuida, pero al estar participada por TVE y ETB teníamos dos ventanas abiertas. También teníamos previsto hacer un estreno en salas. Antes de Netflix, la película estaba vendida en varios mercados asiáticos: Japón, Corea del Sur, China y algún otro. La plataforma nos ha comprado los derechos mundiales salvo para esos países en lo que ya están vendidos. Netflix hará el lanzamiento mundial en marzo.

Hay quien critica que el cine se vea a través de las plataformas, y son críticas que apuestan por las salas y dicen que lo otro no es cine.

No estoy de acuerdo. Creo que las plataformas han venido para quedarse y son una fuente de financiación. A mí lo que me gusta es el cine, y soy su defensor en el formato que sea: corto, series, largo? Lo que sea. Donde mejor se ve el cine es en las salas, pero las salas no se pueden convertir en un embudo. Las plataformas suman las posibilidades que tenemos los creadores y abren otras formas de financiación que van a ser muy bien venidas.

¿En qué tipo de género le gusta trabajar y cuál prefiere como espectador?

Es el mismo, el thriller tirando un poco a fantástico, la ciencia ficción, los mundos extraños. Como espectador consumo también drama.

Pues sabrá que dicen que lo más difícil es la comedia...

No lo sé. Sí que me gusta la comedia, pero con un tratamiento muy británico, muy serio, muy neutro. No me gusta hacer un chiste y que la gente se ría del propio chiste.

Perdone, pero los chistes se hacen para que la gente se ría. ¿O no?

Sí, seguro, pero a mí me gusta que el chiste vaya abajo y el que lo pille, bien. No me gusta hacer alarde del propio chiste.

¿Cree que las salas de cine acabarán muriendo?

Espero que no. No creo que acaben muriendo, porque siempre habrá gente a la que le guste ese punto romántico. Donde mejor se ven las películas es en las salas, ya lo he dicho, pero ahora hay nuevas formas. Es más cómodo ver las películas en casa y el cine tendrá que amoldarse a diferentes formatos de visionado. Estamos en el mejor momento histórico para ser creador y hacer cine, siempre que te amoldes a los canales para ver las historias.

¿Y quién decide esos canales?

No será el cineasta quien los decida, será la demanda la que se imponga.

PERSONAL

Edad: 45 años.

Lugar de nacimiento: Bilbao.

Familia: Tiene pareja y una hija de once años.

Formación: Tiene una diplomatura en Gestión de Empresas con especialidad en Comercio Internacional. Estudió cine en Madrid.

Trayectoria: Comenzó de meritorio en el departamento de dirección de una productora. Siempre tuvo proyectos entre manos, pero no pudo realizarlos. Ha hecho cortos y sobre todo publicidad para televisión. El hoyo es su primera película, su ópera prima, y con ella ha tocado el cielo dos veces, primero en Toronto y después en Sitges. A esta historia aún le quedan festivales por recorrer. Se estrenó el día 8 en salas. Se ha vendido al mercado asiático, pero será Netflix quien la lance a nivel mundial a principios de marzo de 2020.

Futuro: Galder Gaztelu-Urrutia se plantea retomar aquellos guiones e ideas que quedaron en un cajón si consigue la financiación necesaria.