debo estar haciéndome mayor, porque cada vez me molestan más los ruidos. Y no me refiero solo a los ruidos explícitos, sino también a cualquier sentimiento de interrupción cuando estoy pensando, leyendo, etc. Últimamente me molesta incluso el medio de acceso a la lectura o la información. Y cada vez me gusta más el tacto del periódico o el de un libro. Stewart Todhunter y Penny de Byl, de la Universidad de Bond en Australia, investigaron este asunto durante un tiempo. Concluyeron que la percepción humana de la tangibilidad física de un objeto está directamente asociada con el aprendizaje. Tocar y oler un libro físico no produce los mismos efectos de consolidación de la lectura que un libro digital.

Quizás por eso no me termino de acomodar a esta era en la que están naciendo constantemente formatos no lineales, interactivos y sociales en soporte digital. Son elementos que no permiten sumergirse en esos ratos de concentración que decía. Especialmente porque a los que nos dedicamos al sector del conocimiento, la concentración nos resulta vital.

Son numerosas las evidencias que existen a favor del silencio. El investigador Imke Kirste encontró recientemente en un estudio que el silencio está asociado con el desarrollo de nuevas células en el hipocampo, la zona del cerebro asociada con la memoria y el aprendizaje-. Incluso hay evidencias que los tan modernos y novedosos espacios de coworking no son necesariamente más productivos; un estudio en una de las principales revistas de psicología demostraba cómo el ruido en espacios abiertos provocaban más distracciones. ¿Por qué? El silencio ayuda a mantener la energía, mejorar las condiciones de nuestra mente, haciendo que esta esté más receptiva y adaptativa a entornos complejos.

Es normal así que quiera con este pequeño texto hacer un homenaje al silencio. Ese elemento que tanto olvidamos en esta era digital. Especialmente porque lo que empezó siendo un mundo donde disfrutábamos informándonos y aprendiendo de muchas cosas, se ha acabado convirtiendo, permitidme la caricaturización, en un mundo de selfies en redes sociales. Y lo que para muchos resulta un lugar de entretenimiento, acaba siendo ruido para muchos otros. Dedico bastante tiempo a entrenar a los algoritmos de Instagram, Twitter o Facebook precisamente en ello. Al ser herramientas que recogen cualquier dato en cualquier momento -movimientos de ratón o dedo en el móvil, qué visitamos, a qué reaccionamos, etc.-, para evitar las distracciones y los ruidos, interactúo con contenidos que realmente quiero que aprendan que me gusta. Y viceversa para los que no me gustan.

Si conseguir el silencio en las redes sociales resulta laborioso -hay que entrenarlas- en el mundo físico lo tienes más fácil. Basta con apagar cualquier distracción sonora o visual durante un tiempo. Por ejemplo, la música clásica que suelas escuchar, donde también hay estudios que demuestran que el silencio es más terapéutico aún. Si sigues este ritual, las probabilidades de encontrar ideas novedosas, aumentan exponencialmente. Incluso mejorarás tu capacidad de escucha hacia los demás, dado que los modos de atención y captación de información mejorarán ostensiblemente.

“Nada refuerza tanto la autoridad como el silencio”. Se le atribuye esta frase a Leonardo da Vinci. El renacentista era una de esas personas obsesionadas con el silencio. Son numerosos los eruditos intelectuales de todas las épocas que podrían citarse. Quizás la diferencia con sus épocas y la actual es la sobreabundancia de información y la transformación de la misma hacia espacios sociales e interactivos. Eso ha provocado no solo que bombardeemos al cerebro con información que quizás nos aporta poco, sino también que lo llenemos de capacidades de interrupción y ruido.

¿Eran tiempos mejores para la lectura los anteriores? Diría que no. Pero hasta que no pase una generación, supongo que la convivencia en comunidad digital no será más relajada. Y la gente se seguirá enfadando por pedir silencio, o por responder tarde a Skype, Whatsapp o el chat corporativo. Por todo ello, va por ti este texto, querido silencio.