El etimólogo y divulgador Paco Álvarez ha publicado un vídeo en el que aborda la influencia del euskera en el castellano. Lo hace desde una perspectiva académica, apoyándose en datos objetivos, pero también insistiendo en una idea clave que repite varias veces: hay que ser muy prudentes.
Álvarez parte de un hecho bien conocido: “el euskera es, esencialmente, la única lengua prerromana paleohispánica que sobrevivió la romanización y latinización de la península ibérica”. Aunque el euskera y el latín (y después el castellano) pertenecen a familias lingüísticas muy distintas, eso no impidió que convivieran durante siglos.
Desde el principio lanza la advertencia de que “hemos de tener cautela cuando hablamos de todo esto”, entre otras cosas porque el euskera antiguo nos es poco conocido y no accede a la escritura de forma clara hasta el siglo XVI.
El nacimiento del castellano
El experto recuerda que el romance que acabaría convirtiéndose en el castellano actual nació en la zona de Burgos, en contacto directo con áreas de habla "euskérica". Por eso subraya que “en caso de contacto geográfico, lo raro sería que no hubiera contacto lingüístico”. Ahora bien, también aclara que el latín fue siempre la lengua dominante y que la posible influencia del euskera se limitaría sobre todo a la fonología y al vocabulario.
Las cinco vocales
Uno de los ejemplos más citados es el sistema pentavocálico del castellano. El castellano general tiene cinco vocales puras (A, E, I, O, U), igual que el euskera antiguo y el actual.
Álvarez matiza con claridad que “correlación no implica causalidad y el mayor porcentaje de las lenguas del mundo tiene también cinco vocales”, por lo que el parecido puede ser pura estadística. Sin embargo, añade un dato que complica el asunto: justo el castellano y el aragonés, lenguas en contacto con el euskera, tienen cinco vocales, mientras que otras romances peninsulares como el gallego, el portugués, el catalán o el francés tienen más. Eso “inclinaría un poco la balanza”.
La erre inicial
Otro rasgo típico del castellano que se le ha atribuído al euskera es la erre fuerte al inicio de palabra (como en 'rojo'). Como esta erre inicial no procede directamente del latín clásico, a menudo se ha atribuido al euskera. “El euskera no admitía una erre a principio de palabra”, y por eso añadía una vocal protética en préstamos latinos, como 'rosa', que en euskera se dice 'arrosa'. Álvarez señala que no tiene mucho sentido atribuir al euskera un rasgo que esa lengua no toleraba.
Más interesante resulta el caso de la aspiración de la F latina, como pasar de 'farina' a 'harina'. Aquí Álvarez reconoce que es “el rasgo de influencia euskérica más probable de todos”, ya que el euskera antiguo carecía de F y tendía a evitarla.
Donde no hay dudas
Donde sí existe mayor consenso es en el léxico. Palabras como izquierda, que sustituyó al latín 'sinistra', suelen citarse como préstamos provenientes del euskera.
Álvarez menciona también apellidos claramente "euskéricos" muy comunes en el mundo hispano, como García, cuyo origen podría estar en 'gaztea' (joven) o en una raíz relacionada con 'hartza' (oso), aunque “esto tampoco termina de estar claro”. Incluso su propio nombre, Javier, procede de un topónimo con origen en el euskera que significa “casa nueva”.
“Algo parece que hay, pero poco que pueda saberse a ciencia cierta", dice el experto. Las certezas en este terreno son pocas y las hipótesis demasiadas. Teniendo en cuenta el comportamiento y la evolución de los idiomas durante la historia queda claro que donde hay convivencia, suele haber influencia mutua.