EL nombre de la calle que les sonará, Máximo Aguirre, está bien ganado. No en vano, el hombre que nació en 1791 bajo los influjos de la Revolución Francesa representa el prototipo de personaje formado en la tradición familiar del escritorio para el ejercicio de un comercio de intermediación para ir transformándose en empresario industrial, promotor inmobiliario y fundador de la nueva banca de Bilbao, al tiempo que mantenía el perfil de comerciante.

Digamos que Máximo se especializó en el comercio de las harinas y derivados, el producto que sustituyó al tradicional comercio de las lanas a partir de 1830 y que se convirtió en una fuente extraordinaria de capitalización. No en vano sirvió para promover la industrialización en el sector agroalimentario y el aprendizaje del negocio industrial. Hay que destacar la participación directa de Máximo en la fundación de nuevas instituciones financieras como el Banco de Bilbao (200.000 reales), la Sociedad Bilbaína General de Crédito fundada en 1861 y la Compañía de seguros marítimos, el Lloyd Vascongado.

Haciéndose un nombre y siendo hombre de tendencias liberales, a la entrada del general Sarsfield en Bilbao el 26 de noviembre, expulsados los carlistas del control de la villa, fue nombrado regidor del nuevo Ayuntamiento. Participó en la constitución de la Comisión permanente de Guerra, constituida el 9 de junio de 1836 para la defensa de Bilbao y tres años después fundó la Sociedad Bilbaína, en 1839, una sociedad de ocio y recreo que servía como marco de reunión y plataforma socio-política. Fue su primer presidente y en 1850 de nuevo ocupó la presidencia. Con inteligencia e intuición aprobó el reglamento de la Sociedad, una norma que establecía en su Artículo 1º: “La Sociedad tiene por objeto la lectura y el recreo”. Este enunciado de su objeto social, en su aparente sencillez, ha sido sin embargo la clave salvadora a la que se ha aferrado tenazmente la Sociedad en los momentos en que ha tenido que superar difíciles compromisos. Hombre hábil e inquieto volvió a ocupar el sillón noble de la alcaldía de Bilbao, cargo que volvió a ostentar en 1840.

Dicen los libros de Historia que la gestión político-administrativa de Máximo Aguirre tendió a recuperar el pulso ordinario tradicional de la villa. Cabe destacar la atención a los temas de educación y a la desamortización, dos elementos que caracterizaban su ideología liberal.