sU primera línea en solitario avanzó ayer una espontaneidad propia, en un decorado aún lagerfeldiano. La ocasión fue la muestra de la colección crucero 2019-2020, un capricho de desfile para mostrar la ropa de entretiempo entre los calendarios oficiales de las Semanas de la Moda, solo al alcance de las marcas más exclusivas. El lugar fue una vez más el Grand Palais de París, escenario por excelencia de las pasarelas de la maison, transformado en una estación de tren de principios del siglo XX, un cuadro de vagones de maderas, vías de hierro y lujosos vagones donde los invitados fueron acogidos en un desayuno antes del desfile. La idea, por supuesto, fue de Lagerfeld. El mismo que ideó en sus últimas presentaciones para la marca convertir el Grand Palais en una estación espacial -nave incluida-, un supermercado, una paradisíaca playa o una estación de esquí, dejó una última sugerencia para esta línea crucero: una estación de tren. En ella, un centenar de modelos lucieron las creaciones de Viard, más sencillas, ligeras y funcionales de lo que el Káiser acostumbraba.

Es pronto para dictar sentencia, pues la particularidad de estas colecciones crucero es precisamente su liviandad. Aún así, podría ser una pista de los cambios que introducirá en la marca la personalidad de Viard. Mientras las modelos desfilaban con gabardinas de algodón y abrigos tipo Duster desestructurados, anchos pantalones tobilleros y rectas chaquetas en piqué, algunos invitados se apresuraban a intercambiar sus primeras opiniones y recordaban, sobre todo, las fluidas siluetas de Coco Chanel, fundadora de la casa. Sus trajes de pantalón, sus camisas blancas con cuellos plisados, su combinación favorita (blanco y negro) y los versátiles vestidos rectos que vinieron a sustituir al corsé, en su ambición por liberar a la mujer, estuvieron presentes en esta línea.

El tejido tweed se vio en siluetas más diluidas, con cuello mao o sin cuello, rectas hasta la cadera y cargadas de bolsillos, mientras que la falda se llevó en corte trapecio y bastante mini, únicamente combinada con bailarinas planas, de las que Viard no quiso bajar a sus modelos. Apenas subió la altura del tacón en una serie de botas con ligera punta, en charol y bicolor, blanco y negro, en una combinación de cowboy y setentero. Aunque Viard prefirió los tejidos en algodón encerado -como el de las cazadoras Barbour- y los deportivos, incluyó el chiffon en sus chaquetas, el bordado en tops palabra de honor que destacaron por debajo de rebecas de punto a rayas, y en vestidos en sedas asimétricos con estampados que reproducían paisajes campestres, como si se contemplaran desde la ventana del tren. Cerró la pasarela un largo vestido negro con un pronunciado escote en la espalda y cuello halter, decorado con un cuello alto y blanco de camisa, un guiño al estilo con el que Lagerfeld será siempre recordado.

saludo y luto Viard salió a saludar aún vestida de negro, en señal de luto, y con cierta discreción, como si no se creyera lo que se le ha venido encima, grandes dosis de presión incluidas. A la cita de París acudió una de sus musas más históricas, la actriz Ali MacGraw, conocida por su papel en la película Love Story (1970), que le valió un Globo de Oro, una nominación al Oscar y una portada en la revista Time. En realidad, MacGraw comenzó como modelo, precisamente siendo el rostro del mítico perfume Chanel nº 5 en 1966, lo que le supuso la entrada en Hollywood. Antes de aquel salto a la fama en el cine, en los 60 había trabajado como asistente de fotografía en Harper’s Bazaar y luego como asistente de Diana Vreeland, directora de Vogue. Después fue fichada como estilista por el fotógrafo de moda Melvin Sokolsky, con el que trabajó seis años, siempre tras las cámaras. Chanel ha vuelto a utilizarla como musa a sus 80 años en el lanzamiento de la nueva edición de su reloj J12, hace solo unos días, para cuya imagen ha contado también con algunas de sus favoritas: Claudia Schiffer y Naomi Campbell, y Vanessa Paradis y su hija, Lily-Rose Depp.