LA putxera es el emblema gastronómico de Balmaseda, del que hacen gala en Pintxo i Blanco. Allí, las elaboran al estilo tradicional, como puede comprobarse ya a las puertas del establecimiento, donde la olla ferroviaria perfuma el ambiente con el humo de su lento hervor. De ello dan fe en la Guía Repsol, donde han plasmado en un reportaje su “buen hacer” en la materia. No en vano, es miembro de la Cofradía de la Putxera creada en esta localidad de Enkarterri en 2018.

El cocido de alubias rojas llega a la mesa recién hecho, tras cinco o seis horas de cocción, acompañado de todos los sacramentos (costilla, chorizo, morcilla y panceta), que el cliente podrá tomar al gusto, como plato único o después de la preciada legumbre, bien seleccionada en caseríos cercanos o de Label de Gernika. Y para culminar el ágape, nada como un postre refrescante basado en la cuajada, que elaboran con maestría para hacer más digestivo el condumio.

En Pintxo i Blanco preparan putxera todos lo sábados y domingos, y prácticamente todos los días entre semana, si bien de lunes a viernes es preferible encargarla. Además, dispone de carta de restaurante al uso y en sus dos comedores para 20 y 16 personas, decorados con pinturas de arte contemporáneo de artistas vascos de renombre en su mayoría, sirven menús concertados.

En su afán por recuperar guisos típicos, su actual reto son las patatas con antxoas, al estilo balmasedano, que José Ángel Saratxaga y su equipo de cocina están intentando recuperar. De hecho, ya pueden probarse previa reserva. Así, con la introducción de estos sabores de antaño aportan a la cocina slow food un componente añadido, el de la más sabrosa tradición.

En cuanto a su bodega, ofrece más de 15 blancos por copa y siete txakolis, perfectos para tomar en barra con cualquiera de sus pintxos. Y en el aperitivo, los fines de semana las rabas son especialidad de la casa, con chipirón troceado y frito con una tempura muy fina.