A en el título de sus memorias, Relato de la parte que me tocó en suerte, como hombre, como republicano y como alcalde de Bilbao en la guerra civil de 1936 se intuye la austeridad del personaje y los tiempos duros que hubo de vivir. Las crónicas de la época le definen como un buen hombre en un mal tiempo.

Su vida está espolvoreada de sucesos y actividades que explican esa realidad. Su actitud ante la vida le vino de cuna. No en vano, Ernesto Ercoreca nació en Bilbao el 9 de noviembre de 1866. Sus padres fueron José Ercoreca, comerciante bilbaino, y Francisca Régil, de ascendencia guipuzcoana. Su padre José, de filiación liberal, combatió contra los carlistas como auxiliar en la defensa de Bilbao. Ernesto Ercoreca se casó, el 8 de febrero de 1890, con Ciriaca Uriarte Emaldi, nacida en Bilbao el 16 de marzo de 1869. Tuvieron cinco hijas y tres hijos. Digamos, siendo generosos, que esas son pinceladas amables de una vida turbulenta en la que Ernesto, sin embargo, dejó huella inolvidable.

Veamos su ascensión al Ayuntamiento de Bilbao, a cuyos pies hoy en día la ciudad le dedica, aún hoy, 65 años después de su muerte al ser golpeado por un tranvía el 22 de diciembre de 1957, una plaza. Ernesto mostró siempre un gran interés por cuestiones como la educación y las reformas sociales. A estos dos componentes debemos añadir un tercero: su vasquismo, que le llevó a defender la autonomía para el País Vasco, dentro del orden constitucional republicano. En 1911 obtuvo un acta como concejal por el distrito de la Estación en Bilbao, siendo reelegido en 1915. En abril de 1931 fue elegido concejal por la coalición republicana por el distrito de Deusto. En la constitución del nuevo Ayuntamiento, Ernesto Ercoreca fue elegido alcalde de Bilbao. El único republicano que tuvo la villa.

Nunca cobró un sueldo de alcalde, habida cuenta que todo el dinero disponible iba para la Bolsa del Obrero Parado, y nunca usó el coche oficial para uso personal. Impulsó numerosas obras públicas durante su mandato para generar empleo y apostó por el crecimiento de la inversión en educación mientras la ciudad era un hervidero por la disparidad de ideas, preámbulo de la Guerra civil.

En 1934 fue suspendido de sus funciones por el Gobernador Civil. Esta condena le obligó a alejarse de la política hasta las elecciones de 1936. Su regreso a la alcaldía se vio truncada por la sublevación de julio de 1936, ya que fue de nuevo detenido cuando regresaba de Madrid y encarcelado en Pamplona hasta el 26 de septiembre de 1936, cuando fue canjeado por Esteban Bilbao, prisionero del bando republicano. Lo que quizá no ha trascendido tanto es que años atrás fue Bilbao quién se libró de una muerte casi segura gracias a la intervención de Ernesto Ercoreca. Le buscaban para matarle sin encontrarle dado que Ernesto le había dado asilo y refugio en su propia casa.

Su último servicio como alcalde se prolongó hasta el 17 de junio de 1937, cuando siguiendo órdenes del Lehendakari Aguirre, abandonó Bilbao con destino a Francia. Cuando inició su trabajo como administrador en el Campos Elíseos, le adjudicaron a Ercoreca una casa amplia con jardín, donde vivió la familia hasta el momento del exilio provocado por la entrada de las tropas franquistas. Fue detenido por los alemanes en Biarritz y entregado a la policía española. Confinado en Valladolid, donde se inició un proceso de depuración de sus "responsabilidades políticas" y la preparación de un consejo de guerra. El propio Esteban Bilbao declaró a su favor.

Ya de regreso en Bilbao, residió con su hija Lucrecia, en su vivienda de Alameda Urquijo, hasta su muerte, provocada por aquel accidente del tranvía.

Siendo alcalde de la villa, en 1934 fue destituido y encarcelado por defender el Concierto Económico y la autonomía municipal

Impulsó las obras públicas, para generar empleo y aliviar el paro, y el crecimiento de la inversión en educación