I no te gustan nuestras reglas, sale un barco cada media hora”. Este es el cartel que reza en el puerto de Douglas, capital de la británica Isla de Man, donde se celebra la carrera de motociclismo más anacrónica y peligrosa del mundo anualmente. No en vano, esta prueba ya se ha cobrado la muerte de 254 pilotos en 110 años de historia: correr a velocidades superiores a los 300 km/h entre muros, bordillos y guardarraíles le otorga una aura especial y temeraria que atrae a muchos deportistas.

Ese fue el imán que atrajo, desde un primer momento, a l motorista bohemio que hoy nos atrae. Una furgoneta, una moto y las ganas de medirse con los mejores de la época eran todos los medios que los pilotos llevaban a los circuitos. Santiago Herrero era uno de aquellos hombres...

Santi comenzó a desarrollar su afición por las dos ruedas trabajando en un taller mecánico a los 12 años. Fue allí donde hizo sus primeros pinitos sobre las dos ruedas y tuvo la suerte de estar ante el campeón de España de 125 cc, Gabriel Corsín, quien le introdujo de lleno en el mundo de las carreras. Con 18 años fue la primera oportunidad de Herrero para estrenarse en competición. Sobre una no demasiado buena Bultaco Tralla que había podido comprar con los pocos ahorros que ahorraba, a Herrero se le abrieron las puertas de su primer proyecto serio.

Como les decía, en 1962, obtuvo su licencia para carreras, competiendo con Derbi y siendo él su propio mecánico. Pronto pasó a la ya citada Bultaco Tralla 125 y llamó la atención a Luis Bejarano, el propietario de la marca Lube quien reconoció el talento de Santiago. Bejarano le ofreció un trabajo en el departamento de competición de la marca en Barakaldo, donde Herrero residió hasta su muerte. En 1964, terminó tercero en el Campeonato de España de 125cc y en 1965, terminó segundo. Lube tuvo problemas financieros y la empresa cerró aunque su hasta entonces propietario, Luis Bejarano, dejó en manos de Herrero todo el material propiedad de la marca.

Aunque los resultados no acabaron por llegar con Lube y ante la vía muerta en la que se quedaba Herrero, su palmarés fue suficiente para llamar la atención de Ossa. La prestigiosa firma llamó a la puerta de Herrero con la mano de Eduardo Giró y Herrero no se lo pensó dos veces cuando le presentaron el reto de desarrollar un motor monocilíndrico de válvula rotativa. Era una nueva oportunidad.

Fue entonces cuando comenzó la aventura mundialista de Herrero. El piloto quería conquistar el Campeonato del Mundo de Velocidad, como cualquier piloto con aspiraciones, pero Ossa no podía permitirse tal dispendio por lo que acabó llegando a un acuerdo con el piloto: Ossa puso la moto, Herrero su vieja furgoneta y juntos se lanzaron a la aventura. En su segundo año con la Ossa, Herrero cerró el año en el tercer puesto de la clasificación general. Ya era algo más que una promesa.

En la primavera del año 1970 el mundial desembarcó en el TT de Isla de Man, una prueba que a Santi Herrero le cautivó desde que puso un pie en la isla. Herrero no ignorara el peligro al que se enfrentaba en Isla de Man. Él tenía obsesión con esta particular carrera, para él equivalente a ganar un mundial. Iba tercero en el Westwood Corner cuando llegó el tala accidente. La muerte de Herrero a los 27 años conmocionó al mundo del motociclismo. Desde entonces la Federación Española de Motociclismo no otorga licencias a los pilotos españoles que quieren correr en la Isla de Man.

Tras la tragedia, Ossa se apartó de la competición. La marca no volvió a fabricar motos de carreras. Santiago Herrero está enterrado en Derio, su tierra de adopción.

El nombre de Santi Herrero, madrileño afincado en Barakaldo, ha quedado ligado para siempre a la isla británica

Santi tuvo un accidente en ese circuito en el punto denominado Westwood Corner cuando iba el tercero en la última vuelta