UENTA la leyenda que la orden fue tajante: que se construya sobre unos terrenos que miren al mar. Y siendo tan cierto que la contemplación del Cantábrico, como la de tantos otros océanos, es sanadora; no lo es menos que no hay vista humana que alcance playas ni acantilados desde Basurto, enclave donde se levantó el hospital que hoy nos ocupa, sobrecargado de milagros y desgracias, de historias y anécdotas que se cobijan tras sus muros. No fue la única rareza de los orígenes, No en vano, después de veinte años de tentativas infructuosas y de otros diez años de obras, llegó el momento en el que Bilbao iba a inaugurar su nuevo hospital, construido en el barrio de Basurto. El rey Alfonso XIII no podía acudir a la ceremonia por motivos de salud y había delegado su representación en su primo y cuñado, el infante Fernando de Baviera y Borbón. La ceremonia estaba prevista para el 11 de noviembre de 1908; pero un telegrama del presidente del Consejo de Ministros recibido el 8 de noviembre comunicaba que el infante sólo tenía como fecha útil el día 13. Se fijó la hora a las once de la mañana; el Infante acudiría a Basurto desde la estación del ferrocarril y se alojaría en el palacio de Zabálburu, propiedad de los condes de Heredia Espínola. Ya era hora.

En 1877 el hospital de los Santos Juanes, enclavado en tierras de Atxuri, adquirió el grado de Santo Hospital Civil de Bilbao. Pronto fue quedándose pequeño, al mismo compás que el desarrollo industrial hacía que Bilbao fuese agrandándose. Así que en 1895 el arquitecto municipal Enrique Epalza y José Carrasco, médico y entonces director del mencionado hospital, por orden de Gregorio de la Revilla, presidente de la Junta de Caridad, recorrieron las principales ciudades europeas en busca de inspiración para construir un centro nuevo y moderno. La encontraron en Hamburgo, concretamente en el Hospital Eppendorf (1870), uno de los más modernos de la época. Ya había espejo en el que mirarse.

Regresaron con una idea fija de allí: construir pabellones independientes a modo de fronteras,, para el traslado de enfermos. Como remate, las zonas ajardinadas ejercían de trincheras.

Aún en el siglo XIX, Europa seguía luchando contra terribles enfermedades infecciosas. En las Guerras Napoleónicas, al no tener donde alojar tantos heridos, se habían construido barracones independientes y se había observado que la mortalidad se reducía; lo mismo ocurría después en la Guerra de Secesión americana. Tras examinar estos hechos y con la firme convicción de que un hospital no debería añadir quebranto a los enfermos, se libró la batalla contra el temido y atroz contagio.

La construcción fue sufragada con las donaciones de los vecinos de la villa, en especial por las familias más acaudaladas. Había poca ayuda de la Administración. Apellidos como Gandarias, Gurtubay, Revilla, Jado, etc., forman parte de la historia del centro y actualmente siguen dando nombre a varios pabellones del hospital. Asimismo destacó la donación de doña Casilda Iturrizar, que ascendió a 500.000 pesetas, una cifra muy elevada teniendo en cuenta que el coste total de la obra fue de seis millones de pesetas.

La ubicación estaba un poco alejada del centro de la villa pero bien comunicado por el tranvía, el cual se utilizó para el traslado de enfermos desde el viejo Hospital de Atxuri al nuevo centro sanitario, con capacidad para 800 camas. Fue el primer hospital general en España con un pabellón para niños y otro para enfermos mentales, y uno específico para tuberculosos.

Fue un progreso continuo. El Gobierno vasco, presidido por el lehendakari José Antonio Aguirre, inauguró el 1 de diciembre de 1936 la Universidad Vasca en el Hospital Civil de Bilbao, con la primera Facultad de Medicina. La Guerra Civil provocó que tuviese una existencia efímera, cercenada con la toma de Bilbao en 1937. En los tejados de las quince edificaciones modernistas se dibujaban cruces que hacían el papel de bandera blanca: allí había un hospital que no debían bombardear.

Casi cuatro décadas después, en 1970, se retomó en Basurto la Facultad de Medicina y a esta le siguieron la Escuela de Enfermería y la de Fisioterapia. En 1992, se produjo un significativo cambio con la integración del Santo Hospital Civil de Bilbao en Osakidetza, el Servicio Vasco de Salud. El centro pasa a denominarse Hospital de Basurto.

Fijémonos en algunos detalles más. El reloj de consultas externas reproduce el himno del Athletic en días de partido. Hay que mirar también su jardinería. Ya en la entrada, aparecen longevas Palmeras Canarias que resisten bien el frío y, sin embargo, recuerdan días de sol y descanso. Los magnolios que crecen entre Allende, Jado y Makua sorprenden con su porte elegante y el aroma de sus delicadas y blancas flores; su aceite esencial es muy apreciado en aromaterapia. Visitantes, pacientes, personal sanitario, incluso paseantes ocasionales, se encuentran tilos de más de veinte metros de altura entre Revilla y Aztarain. Sus hojas ofrecen la que dicen es la miel más delicada del mundo, además de aliviar el estrés y las tensiones, los dolores de cabeza, el insomnio y los catarros. Castaños de Indias con múltiples usos medicinales, jacarandás, madroños (cuenta la leyenda que esta especie nació de la sangre de un gigante llamado Gerión...) una secuoya gigante, robles, plataneros, avellanos, olivos, rosales y toda una exhibición botánica.