I a cualquiera de ustedes le dicen que un suceso determinado, un tiempo definido, una persona o un objeto singular de una tienda de antigüedades "tiene un largo pasado", prepárese para escuchar una historia interesante. Da igual si sucedieron o vivieron en una era glacial, hace un siglo o apenas hace un minuto. Son historias del ayer que estaban envueltas en un sinfín de perspectivas. Algunas se cumplieron y otras no. Pero los viejos sueños eran buenos sueños y hay que alegrarse de haberlos tenido, se hayan cumplido o no. Cuesta imaginarse con qué ilusiones se regodeaban los protagonistas de la historia que hoy les traigo. Lo que sí está muy claro es que somos su descendencia.

Pongamos esta historia, escrita en 180 metros de pared, sobre el papel. Se trata de una de las últimas intervenciones patrimoniales marítimo-portuarias, realizada en un lugar cercano a la ría, sí; pero que pasa casi desapercibida. Los vecinos del entorno de las calles Artasamina, Tiboli, La Salve o de la plaza Moraza saben bien de qué les hablo. Y ni qué decir tiene los habitantes de Goaz Museum, la sede de la Fundacón Sabino Arana. Miran al espacio elegido a los ojos, cara a cara. Se trata de una exposición excelente, compuesta a modo de collage por grandes fotografías que muestran la actividad portuaria industrial que incluye al Bilbao de los puertos, durante los años treinta, cuarenta y posteriores. Para su instalación se ha aprovechado un gran muro (de 180 metros de longitud, como les dije). Está cercano a la boca del metro del barrio de Matiko que se soterró. Es un hermoso retablo de fotografías de valor testimonial, procedentes del archivo histórico de la Autoridad Portuaria de Bilbao. A los pies de Ciudad Jardín y en la azotea del Funicular de Artxanda, por ir ubicándonos.

Antes de sumergirnos en su relato, es conveniente echar un vistazo técnico. Se trata de una intervención relacionada con el acondicionamiento de la nueva. La realización corrió a cargo de Estudios Durero (2016) con imágenes cedidas por la Autoridad Portuaria, recuperadas, coloreadas y montadas sobre el muro de este lugar colindante a la estación. Una estrada de altura. Las imágenes están reproducidas sobre un tipo de panel arquitectónico (VIVIX de Formica Group) que por medio del servicio Younique permite serigrafiar e imprimir imágenes digitalmente en un producto resistente a la humedad, al desgaste y a la decoloración; de fácil limpieza y larga vida útil, tal como exige su presencia exterior. Las imágenes, cedidas por la Autoridad Portuaria de Bilbao, han sido procesadas y tratadas por Estudios Durero, como les dije, en colaboración con el estudio bilbaino Paradox.

En aquellos años de puerto y altos hornos fue ahormándose un Bilbao al que fue llegando una fuerte corriente migratoria. En 1943 se creó el Plan de Ordenación Comarcal en el que, por primera vez, se realizó un plan de ordenación de la metrópoli de Bilbao en su conjunto y no de soluciones parciales, como se habían producido hasta ese momento. Ello fue el preludio de la creación en 1945 de la Corporación Administrativa del Gran Bilbao. Eran días de crecimiento, primero despendolado y poco a poco más ordenado, a medida que la ciudad iba construyéndose un nombre de ciudad grande y todopoderosa.

El mural representa acciones y trabajos propios del puerto, en la época en la que se ubicaba en pleno centro neurálgico de la ciudad. En ellas, por ejemplo, se puede contemplar el Evaristo Churruca recién construido, un barco emblemático valorado patrimonialmente que fue construido en 1953 en los Astilleros Ruiz de Velasco de Erandio. También se recoge en una de las láminas, el puente de Isabel II, fechado en los años treinta, antecesor del puente del Arenal. Algunas voces subrayan que en una de las imágenes pueden contemplarse los astilleros que la familia Arana gastaba en el muelle de Ripa. Quién sabe.

En el hermoso collage, con los barcos ladeados debido a la marea baja y como se puede apreciar en las ilustraciones mostradas, detalles de la vida y actividad portuaria, sacados de los archivos y convertidos en patrimonio visual público y exterior. Algunas de las escenas rescatadas del ayer parecen cobrar vida con la presencia de hombres desarrollando diversos trabajos portuarios de estiba y mujeres dedicadas principalmente a la carga y descarga de mercancías.

Quien se detenga en la contemplación podrá observar las gabarras y demás barcazas en los muelles de Uribitarte, un cartel de la hostelería que se ubicaba en el Arriaga, la Universidad de Deusto en la orilla de enfrente, con grúas en primer plano; el barco Cabo Sacratif atracado en puerto y al que la guerra había sorprendido navegando por aguas del Mediterráneo. Durante uno de sus viajes tuvo que entrar de arribada en Tarragona, en el mes de marzo de 1937, perseguido por un submarino italiano. En la imagen aparece tras el Evaristo Churruca así que no está claro que se trate del mismo barco aun llevando el mismo nombre, aunque la historia le da épica al relato.

Da un nosequé contemplar ese mundo, la vida de una ciudad que se nos fue. A la lupa uno puede detenerse a leer los carteles: Sierra a vapor, Almacenes de madera y cosas así. Puede observarse, por ejemplo, cómo se desembarcaban sacos a través de un tren de transporte o un coche de época, negro charol y reluciente, aparcado junto a los muelles. También se ve a la autoridad de aquellos años, acechante, vigilante o de cháchara.

Recorrer el ramal de Tiboli que discurre paralelo a la calle Artasamina deteniéndose en cada detalle de las inmensas fotografías es algo que debiera calificarse de imprescindible, no solo para los habitantes de la villa sino también para todos los visitantes que deseen conocer cómo fue aquella ciudad pujante que tanta fortuna hizo.

En un nivel inferior de la calle Tiboli, compartiendo espacio visual con las imágenes del Bilbao más industrial, la artista Eva Mena crea un mundo lleno de color, de grandes flores que nos transporta hasta la Calle la Salve. Es el contrapunto a color de aquel fabuoso Bilbao en sepia que dijo adiós.