- El presidente de Cantabria nos concede la entrevista en Kobaron minutos después de la apertura de fronteras del pasado viernes. Salta hacia atrás y hacia delante en el punto en que se encuentran los territorios. “Ahora mandó yo. Ahora no. Ahora sí, ahora no. Oye, que noto que me invade el poder cuando piso tierra de Cantabria. ¿Eh? Me vengo arriba”, explica el también secretario general del PRC. “Si quieres me pongo a ese lado y te respondo en vascuence, que lo estoy aprendiendo para cuando inauguro cosas en Castro Urdiales. Me lío un poco con el nor-nori-nork aunque ya voy bien de vocabulario”, revela.

Señala a un Iñigo Urkullu que departe con otros periodistas y confiesa que “el lehendakari, en casa le llamamos Iñigo, es un cachondo. Parece seriote, pero nada de eso. Cuenta unos chistes buenísimos en la intimidad. Me parto de risa con él. Tiene un humor tipo Eugenio. ¿Sabes el del loro tartamudo?”.

Conseguimos escapar del chiste sacando un nuevo tema.

¿Qué tal ha llevado el confinamiento?

—Pues hombre, como todo el mundo. Aburrido. Además, a pesar de la edad, yo soy muy activo, un polvorilla. Y si no ando inaugurando equipamientos noto que me falta algo. Los últimos días me ponía en casa todo serio, corría la cortina del salón y decía: queda inaugurado este balcón. Luego, soltaba uno de mis discursos, repleto de anécdotas y chascarrillos. Mi mujer ha estado a punto de saltar por otra ventana. Por suerte ha preferido los ansiolíticos.

¿Se ha dedicado a la cocina como la mayoría del personal?

—Por supuesto, lin. Me he convertido en un experto en la elaboración casera de sobaos pasiegos, de los buenos, con mantequilla de aquí. Hasta me he abierto un canal de YouTube sobre tema. Ha tenido mucho éxito: ya se han apuntado todos los cargos de confianza del Gobierno. Está muy bien. He colgado unos tutoriales para cocinar tarta de sobao, bizcocho de sobao, pastel de sobao, milhojas de sobao. Y corbatucas de Unquera. En casa hemos engordado todos entre cinco y diez kilines. Si esto dura tres meses más, no salimos por la puerta. El sobao es lo que tiene. Nuestro caniche baja las escaleras rodando.

Hombre, no se deberá todo a los sobaos.

—Tienes razón, lin. Cada dos días, cocido montañés, con su alubia blanca, una buena berza y todo lo que le sale del cuerpo al chon. Un quesuco de Guriezo de postre. Y siesta. Los veganos no tienen ni idea, carajo.

Eso ya es otro tema. ¿Videoconferencias?

—SÍ. De todo tipo. Así me he quitado el monuco de participar en debates de televisión y radio. Que me apunto al que haga falta. Como durante el confinamiento solo han salido por la tele Pedro Sánchez y don Simón, me he montado videoconferencias a todas horas. En una estuve charlando con cincuenta vacas tudancas de Cabezón de la Sal. Qué hermosura. Cómo me miraban, masticando, con esos ojazos.

Arrobadas imagino. ¿Ha reservado tiempo al deporte?

—Me ha costado mucho. He tenido unas broncas con mi santa que ni te cuento, lin. Yo practico bolo palma. Claro, he armado cada cirio en el pasillo… Rompí un perro de Lladró que teníamos en el recibidor, un retrato de mi suegra - fue un accidente, lo juro- y, además, los vecinos de abajo subían cada dos por tres a montarme el pollo. ¿Jugar al bolo palma en un suelo de madera resulta ruidosillo? De acuerdo. Pero, hombre por Dios, un poco de capacidad de sacrificio por el bien vuestro presidente, leñe. Luego quieren que pelee por el Tren de Alta Velocidad ¿Sabes?

¿Tiene miedo a los rebrotes?

—Prevención y respeto. Nada de miedo. Además, yo uso el orujo de Potes para todo. Para bajar el cocido montañés, para lavarme las manos, para purificar superficies, flambear los sobaos… No constan aún estudios de la Universidad de Oxford certificando el potencial de este licor, ni falta que hacen. Ya te digo yo que el coronavirus no puede con el orujo. En Potes hay gente con más de cien años a patadas. Saca cuentas.

Esto ha sido todo, señor Revilla. Gracias y… ¿No tendrá unas latinas de anchoas por ahí para llevarme de recuerdo?

—Anda queeee… No tengo anchoas. Pero, tranquilo, si quieres un recuerduco, lo tendrás. Te voy a cantar una canción, hombre. Jem, jem. Doooo. Va: Quiero saltar de la rama de un robleeee, gritar tu nombreee y echar a volar. Tengo la fuerzaaaa del viento del norteee, y esa bravura que viene del maaaar.