La crisis sanitaria ha servido para poner en valor las posibilidades que tiene una herramienta sencilla, pero que es capaz de poner en la calle productos con una velocidad que no habíamos visto en toda la revolución posindustrial. Desde máscaras protectoras hasta complejos respiradores, todos los makers, que es la manera de llamar a estos nuevos profesionales, se han puesto manos a la obra para sacar a la luz todos estos productos en una velocidad récord. Las impresoras 3D no están pensadas para hacer largas producciones. Son ideales para tener prototipos o diseñar una solución hardware que de otra forma no podemos obtener. Imagina una batidora a la que se le ha roto la tapa, pero que el fabricante cerró hace años. La única solución es dejar de usarlo, pero con una impresora en unas horas podemos tener una nueva tapa y hacer que el pequeño electrodoméstico vuelva a recobrar la vida. Pero no todo es tan fácil y sencillo como estoy empezando a escuchar. Da la impresión que vamos a tener en cada hogar una impresora 3D y que tiene que ser el regalo estrella de las próximas navidades, pero esto no debería de ser así.Por desgracia, a día de hoy, no se pueden considerar una utility, no es un electrodoméstico que sacamos de la caja, lo enchufamos y nos ponemos a imprimir juguetes para los niños de forma inmediata. Esa realidad todavía está lejos. En cierto sentido me recuerda a mi primer PC. Lo sacábamos de la caja, lo enchufábamos y no salía nada. Teníamos que ponerle la tarjeta gráfica. Después necesitábamos insertar el disquete de 5 ¼ pulgadas, para que arrancara el sistema operativo. Dar las instrucciones adecuadas (Format C:) para que el disco duro cobrara vida y poder instalar allí todo el sistema con el que más adelante y mediante comandos hacer que un programa se pudiera ejecutar. Los que han vivido esa época saben muy bien la de veces que nos llamaba el vecino porque acababan de venderle un ordenador y no sabía ponerlo en marcha. Hoy en día un ordenador portátil es simplemente, plug and play, enchufarlo y en minutos empezar a funcionar. Bueno, pues las impresoras 3D todavía están en esa fase de los albores del PC, las tenemos que calibrar, programar y cada vez que necesitemos imprimir, pasar por un largo proceso hasta obtener un resultado que lo habitual es que nos salga bien al tercer o cuarto intento. “Pero si es muy fácil”, le solía decir yo al vecino cuando iba a su casa a instalar el sistema operativo. Lo mismo decimos los makers de la impresión 3D, pero yo no me lo creo.

Impacto en la industria

Está claro el impacto positivo que pueden tener dentro de la industria. El abaratamiento de costes y la inmediatez con la que se pueden resolver los problemas de mantenimiento de las máquinas más grandes es una realidad. En la enseñanza se debería disponer de una de estas máquinas para entender las posibilidades que tienen y hacer que nuestros escolares empiecen a pensar también como pequeños inventores. Pero si estás pensando en tener una en tu casa, es muy probable que antes de un año acabes desesperado y la impresora quede olvidada en el trastero. El gran fallo suele ser el de no darse cuenta que para poder imprimir una pieza, lo primero es tenerla diseñada en un plano digital (CAD). Es verdad que hay miles de bibliotecas con estos diseños, que se pueden usar de forma gratuita, pero casualidad, la tapa que necesitamos diseñar es de 5 mm. y solo encontramos de 9 milímetros con rosca y de 12 milímetros pero acabado en chaflán. Si no tienes alma maker te toca esperar.

@juandelaherran