- La conexión por videollamada es con la Casa Blanca. Al otro lado, la primera dama en esquijama pero, eso sí, con zapato de tacón de 15 centímetros, y maquillada como si fuera a un estreno de la ópera. La melena igual que si acabara de salir de la pelu. Ella es así. Arreglada pero informal. Habla más idiomas y ha estudiado más que su marido, lo que tampoco es mucho decir. Resulta divertida, con personalidad y cuenta con un peluquero muchísimo mejor que su marido. Melania Knauss nació en Eslovenia hace prácticamente 50 años. Nadie diría una cosa ni la otra. "Me enamoré de Donald Trump porque siempre me han atraído los hombres graciosos y con sentido del humor. Con los años me he dado cuenta que lo que yo creía que eran chistes para él son máximas filosóficas y políticas. Madre mía", confiesa ligeramente preocupada.

¿Cómo lleva el confinamiento?

—No me puedo quejar. Aquí tenemos un montón de metros cuadrados, gimnasio, spa, servicio del normal y también secreto, biblioteca, hospitalillo, un balcón del carajo de la vela y unos jardines como para jugar al fútbol americano. Lo peor es tener a Donald todo el día en casa. Antes se cogía la fiambrera y me decía: "Goodbye darling, me voy a gobernar el mundo". Se montaba en el Air Force One y a lo mejor me tiraba una semana sin verle ese pelo de estropajo que se pone. Ahora lo tengo metido aquí 24 horas, siete días a la semana. No hay cristiana que lo aguante.

Con una convivencia tan intensa surgen los roces, claro

—¿Sabes lo que es tenerle a este sin salir de casa? Estoy por pedir al psicólogo de guardia. Llama al Pentágono en calzoncillos, por Skype, y se pone a improvisar un plan para invadir Venezuela señalando un mapa de África y dibujando flechitas con rotulador rojo encima de Mauritania. Es muy fuerte lo de este tío. No sé ni cómo le aguanto. Luego se rasca la entrepierna y le ordena a su asistente: "¡Ponme con Pekín que le voy a soltar cuatro gordas al chino ese!". Y, cuando tiene al otro lado del teléfono a Xi Jinping, le dice: "A ver chinito, mándame Pato Lacado, Chop Suey de Gambas y Arroz Tres Delicias. Para dos". Y le cuelga. Así todas las noches a la hora de cenar. Cualquier día nos cae encima un pepino de 50 megatones. Esto no es vida. Claro que peor fue cuando se mosqueó con el presidente de Turquía y le encargaba dos durum y otros tantos kebab de pollo con salsa tzatziki a la hora del almuerzo.

Lo del muro en la frontera con Mexico ¿qué tal va?

—Para muro el que le voy levantar yo en el dormitorio. Ya he hablado con los de mantenimiento de la Casa Blanca. La solución es el pladur. Ronca como una marsopa fumadora de puros y usa redecilla para sujetarse el pelo. Con esa cara naranja, la redecilla, el morrito de pitiminí, sin la dentadura postiza y roncando como una motoazada, entre sábanas blancas, dan ganas de sacudirle con el orinal de loza en toda la frente€

¿Orinal?

—Sí. Porque la criatura no se levanta al baño forrado de mármol cuando le aprieta la próstata. No, orinal de loza, de los de Lladró, debajo de la cama. Hace tanto ruido con el chorrito que me levanto de golpe y arranco a correr por el pasillo pensando que es la alarma. El primer día salí al jardín a las tres de la mañana corriendo medio en pelotas y gritando "Defcon 2, Defcon 2€ Todo el mundo al refugioooo". Los marines que estaban de guardia terminaron aplaudiéndome.

Cuesta entenderlo.

—Ya te digo. Y lo peor es cuando vuelve de echar la partida de póker con sus amigotes de Wall Street. Ni te cuento. Se va a jugar a las cartas, a beber whisky y a soltar fanfarronadas. Vuelve todo cocido. En casa se marea, empieza a decir que le ha sentado mal algo frío que ha tomado, llama a gritos a su mamá y termina intentando telefonear al pentágono pero no le dejo. Con eso tengo que lidiar todos los jueves cuando no hay cuarentena o crisis mundial. Después viene el clavazo: dónde está el alka seltzer, no vuelvo más, me has escondido las vitaminas, dame lo del dolor de la gota€ Un cuadro.