bilbao- Cayetano Luis Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart ha venido "a ver el barrio obrero de Neguri, que dicen que ha mejorado mucho". Se refiere a Bilbao. "Una pena que no queden ya minas, ni mineros; según mamá le daban un aire muy popular a todo esto. Ahora está todo tan limpio y ordenado, es tan burgués, tan europeo, que no le encuentro ese atractivo tipismo de antaño", añade. En realidad, el duque de Salvatierra siente cierto rechazo por esta zona porque le pesa el apellido. "Cada vez que me presentan a alguien nuevo como Cayetano Martínez de Irujo ocurre lo mismo, el desconocido replica: ¿No jodas que eres pariente del pelotari? ¿Me puedes conseguir un autógrafo? ¡Qué bueno, chico!". Cayetano lo lleva fatal según sus allegados. Pide caviar iraní y champán francés en un local de Neguri. "Me gustan las tascas populares, para que luego vayan diciendo por ahí que soy un estirado", argumenta tras llamar al camarero con un "¡garçon!".

Es usted rico de toda la vida.

-De varias vidas, muchacho, de varias vidas. Se dice que mi familia ya tenía una parcelita con viñedos en el Paraíso Terrenal, donde Dios puso a vivir a Adán y Eva. De hecho, Dios nos pagaba una renta por la parcela, le hacíamos precio de amigo, claro. Lo seguro es que el ángel que expulsó a Adán y Eva de allí era empleado nuestro. Se abonaba él mismo su Seguridad Social y nosotros el salario se lo dábamos bajo cuerda, eso sí. Era un ángel muy formal, trabajador y respetuoso; no quería saber nada de sindicatos y liantes de esos. ¿Por qué te crees que Dios expulsó a Lucifer de los cielos ¿eh? Porque se las daba de enlace sindical.

Jamás lo hubiera pensado. La vida es fácil siendo rico ¿verdad?

-¡Qué va! La vida de rico es muy dura. Más de lo que podéis sospechar las gentes del pueblo llano. Lo primero es aprenderte los nombres de todo el personal de servicio. Cuando has memorizado los de los treinta que trabajaban en el Palacio de Liria, llegaba el verano y venga, al Palacio de Dueñas. Otra vez lo mismo. Yo tenía un cacao de nombres que no era ni normal. Me producía angustia equivocarme y que mamá le ordenara al mayordomo que me diera un capón. Después, de niño, jamás tienes esa sensación de aventura, de adentrarte por el bosque en busca de ranas o nidos. Es imposible: caminas medio día por el campo y sigues en el jardín de la casa de mamá. Eso te fustra. Me acuerdo de mi Primera Comunión, solo vinieron 575 invitados, me regalaron 150 relojes, 85 bicis, 25 escalextric. A mi hermano Jacobo le regalaron más cosas. ¿Y qué me dices del Día de Reyes? A mi casa no venían nunca. "Estamos enfadados con esa parte de la familia", nos decía mamá. No fui un niño feliz.

Pero su juventud ya fue otra cosa.

-Peor. Más triste. Más líos. Salía por Madrid. Bueno, primero tenía que elegir si lo hacía en el descapotable, el cabrio, las motos o el resto de los vehículos. Eso me producía un estrés terrible. Los amigotes venían a buscarme y hacíamos lo que el resto de la gente de nuestra edad: jugábamos al kinito con Möet Chandon, nos íbamos a cenar unos bocatas a Lhardy y después, a una discoteca que cerrábamos para nosotros solos y nuestras amigas. Me aburría una barbaridad. Así no se puede vivir. Eso me llevó al caballo.

¿Tuvo usted problemas con las drogas?

-Me refería a la hípica, cretino. Decidí consagrarme a la monta. Gracias al caballo me evadía de mis problemas de ricachón, de esa tensión insoportable que produce estar invitado a dos fiestones de la pera la misma noche y verte obligado a elegir. La gente vulgar no sabe lo que se sufre cuando te sucede eso. ¿Qué van a saber? Ignorantes. Pero una persona sensible, alguien amante del roastbeef de calidad y de los vinos de mil euros la botella, conoce de lo que estoy hablando. Montar me relajaba. Llegué a competir en las olimpiadas. Los técnicos hicieron un gran trabajo con aquel caballo. Y a mí me dieron la clave estratégica con unas palabras que nunca olvidaré: deja en paz al caballo y procura no caerte. Aún resuenan en mi cabeza. Me emociono al recordarlas. La semana siguiente a la prueba dejamos que el caballo completara el recorrido de salto él solo? y sacó mejor puntuación. Era un fenómeno.

¿Qué hay de cierto en su fama de Casanova?

-No me gusta el juego. Jamás he entrado a un casino.

Casanova, latin lover, don Juan.

-Perdona, es que mis conocimientos de italiano no dan para entender tecnicismos como ése. Creía que te referías a la ruleta y eso. Yo siempre he tenido facilidad para enamorar a las chicas. Creo que se debía a mi personalidad, gallardía, facilidad de palabra, las cien mil pelas que llevaba en el bolsillo, el Mercedes, el rólex y los vaqueros de veinte mil. Es increíble, porque en igualdad de condiciones muchas me preferían a mí, sin saber quién era, antes que otro chico de mi misma edad que a lo mejor era rubio y muy buen conversador. Yo lo achaco a mi magnetismo natural. Esto era peor que lo del servicio, jamás me aprendí los nombres de todas. Y eso te produce una incomodidad, como un resquemor.

Comienza a llorar. Parece muy afectado por sus sufridas vivencias. Repentinamente se levanta y se va sin despedirse. Ni pagar la cuenta.