bilbao- Greta Thunberg es una adolescente como las demás: da discursos en la ONU, protagoniza cumbres internacionales y viaja en catamarán. Ella es así. Cuando nació, la matrona le dijo a su madre: ha tenido usted una líder internacional. Después organizó la primera huelga de chupetes caídos en la zona de incubadoras del hospital en protesta contra los pañales de celulosa y las leches maternizadas.

La entrevistamos a su paso por Otxandiano mientras regresa de Madrid a Estocolmo a lomos de una bicicleta de cartón reciclado, seguida por una caravana de apoyo que lo rueda y transmite todo a tiempo real. “¿A Estocolmo? De eso nada, voy a Laponia a protestar ante la casa de Santa Claus. Le exigiré que salve el clima. Tranquilidad”, puntualiza Greta.

Así es la joven de 16 años que se ha convertido desde hace tiempo en gurú de masas y líder mundial. Ella marca el camino. Millones de adultos bien formados, concienciados y responsables, la siguen.

¿A qué se debe su compromiso con el movimiento en contra del cambio climático?

-A los ocho años me di cuenta de que está todo fatal. Alguien me dijo que el ratoncito Pérez deja un huella de carbono tremenda. Y me revelaron el secreto de Santa Claus: no transporta los regalos en un trineo tirado por renos, el muy sinvergüenza lo hace mediante grandes aviones de carga y barcos enormes llenos de contenedores. Eso es insostenible. Me dio una bajona muy gorda. Disgustazo. Cuando le vea ahora le voy a cantar las cuarenta. No llevo una carta para él, llevo un manifiesto con exigencias.

Siempre ha sido usted muy de movilizarse...

-Si, claro. Ya fui delegada de clase en primaria y monté alguna huelga chachi. Como por ejemplo, la de usar solo energía solar para las calefacciones de los colegios. La verdad, en la zona del Ártico, esa que permanece meses a oscuras, me dijeron unas cosas muy ordinarias cuando fui con la propuesta. Comprenda usted que hay muchas personas muy poco sensibilizadas con estos asuntos. Me pasó igual cuando encabecé las movilizaciones para que dejaran de usar excavadoras y gigantescos camiones diésel en las minas de hierro de mi país. Claro, no les hace gracia picar a mano y emplear unos modernos vagones tirados por mecanismos a pedales que he diseñado yo misma.Hay gente con muy poca información sobre el planeta.

¿Cuándo traspasó las fronteras nacionales?

-Como cualquier niña, a los 12 años intenté extender la conciencia por el clima más allá de las fronteras. Me dije: vamos a un país hermano, Noruega. No sé por qué, en Noruega todo el mundo pasaba de mí. Me daban palmaditas en la espalda y me invitaban a ir a cocinar: a freír espárragos, concretamente. Aún no lo entiendo. En Noruega las personas tienen gran formación, son muy solidarias y usan muchísimo la bici en las ciudades?

Si me permite, le indico un detalle tonto: además de criar salmones, en Noruega extraen petróleo a mansalva del Mar del Norte. El gran nivel de vida del país depende en buena parte de eso.

-Algo era ello. Claaaro, por eso se empeñaban en que cocinara espárragos a la sartén. Qué gente más interesada. Las señoras y señores de la ONU, en cambio, son mucho más simpáticos.

Las limusinas blindadas, los helicópteros, aviones privados, yates, relojes de oro, diamantes y móviles de 3.000 dólares que usan tierras raras extraídas de manera discutible, relajan bastante.

-Me prometieron que detendrían el cambio del clima.

Y antes, que pararían las guerras, el hambre en el cuerno de África, la violación de los derechos humanos en ambos hemisferios?

-¿Es ironía?

No del todo. ¿Cree que su familia tiene algo que ver en qué usted se haya convertido en un fenómeno mediático?

-Que mi madre haya sido cantante de ópera, mi padre actor y mi abuelo director de cine, es algo puramente casual. Si mi madre hubiera sido conductora de tranvía, mi padre charcutero y mi abuelo peón caminero todo sería exactamente igual. No me cabe duda.

Greta sigue hacia el norte, en la dirección que apunta su GPS, sistema que emplea satélites lanzados al espacio mediante la quema de miles de toneladas de queroseno enriquecido. Ella ni come carne ni viaja en avión, justo dos de las cosas con las que sueñan cada noche decenas de millones de personas que habitan en países empobrecidos. La cuestión no es que Greta sea así, que ha optado por un compromiso que considera fundamental. La cuestión es que quien es así es la especie humana.