UN mural de grandes dimensiones reluce en la fachada del número 1 de la Plaza de los Tres Pilares, firmado por la artista catalana de fama internacional Anna Taratiel. La obra se suma a la veintena que salpican las fachadas del barrio -recogidas en un catálogo-, firmadas por artistas como Zoer y Velvet, Aryz, Suso33 o Sixe Paredes, artistas de fama internacional con murales por todo el mundo. Cerca, muy cerca, se ubica Aldama Fabre, una galería de arte contemporáneo fundada por la argentina Eugenia Griffero Fabre en mayo de 2016. Late Bilbao La Vieja como si se hubiese inyectado una dosis de Soho londinense.

Aunque tenga la denominación de plaza, no se trata de un espacio público planificado urbanísticamente sino de la confluencia de varias calles. Resulta curioso el topónimo de Tres Pilares. Diversos estudiosos han atribuido su origen a alguna de las construcciones singulares que existirían en esta zona hasta finales del siglo XIX. En este sentido, apuntan a la existencia de una casa torre situada entre la calle de la Concepción, esquina a Miravilla y que podría ser la identificada por otros como la Torre de Bilbao La Vieja. En realidad no hay datos concluyentes al respecto, tan solo un escudo de ese linaje que se conserva en el Museo Vasco de Bilbao.

En la actualidad, en torno a esta plaza se levanta un conjunto de construcciones de cronología y estilos diversos. Destaca el edificio sito en Bilbo Zaharra 33. Es una obra ecléctica que presenta, en su planta baja, un gran arco de medio punto. Era el paso a un antiguo lavadero existente en la parte zaguera de las casas. Su historia es curiosa. En 1889 Edesio de Garamendi y González de la Mata proyectó un lavadero en esta zona, que fue construido por el contratista Gregorio de Echenagusía. Los terrenos los había obtenido el Ayuntamiento en un pleito frente a Dolores Uhagón y Ugarte. El local fue solicitado por los vecinos de Bilbao la Vieja en 1970 para emplazamiento de una piscina, solicitud que no prosperó. Hubiese sido una aportación singular a ese espacio.

En el interior de otro edificio (Bilbo Zaharra 12) se conserva una antigua escalera que en origen era exenta y que, además de dar acceso a los edificios colindantes, permitía la comunicación entre la calle y la ría. Se puede datar, como muy tarde, en el siglo XVIII. En aquella época las casas existentes en torno a la ría eran todavía exentas. Esta disposición, que se ha conservado en otros espacios portuarios (por ejemplo en Bermeo), nos recuerda el ambiente marinero de la zona. En el siglo XIX estos pasos fueron desapareciendo paulatinamente como consecuencia de las nuevas necesidades de vivienda aunque, en casos como éste, el paso fue absorbido por la nueva construcción.

Buceemos en sus orígenes. Cuentan las crónicas históricas que debe su nombre a que en este lugar estaba la frontera de la villa de Bilbao y comenzaba la calle de San Francisco, perteneciente a la anteiglesia de Abando. Los tres pilares respondían, al parecer, a otros tantos mojones en aquel suelo levantados, para demarcación y señal de límite de la Villa, mojones de piedra en forma piramidal, así nombrados desde el siglo XV. Esta zona también se denominaba antiguamente Campa de la Atalaya y plazuela de la Verónica. Hoy en día en esa zona va instalandose un universo de vanguardia, como si la modernidad hubiese emprendido una reconquista de ese punto estratégico de Bilbao La Vieja. Hombro con hombro con la plaza de los Tres Pilares se sitúa la plaza Saralegi, un topónimo que recuerda al caserío del mismo nombre que se ubicaba allí mismo. En ella se encampana la reconstrucción del antiguo horno de calcinación, una vagoneta de transporte de mineral y una placa con la siguiente inscripción en euskera y castellano: Horno de calcinación donde se transformaba el carbonato de hierro (Siderita) en óxido de hierro. Visto desde la propia plaza parece una nueva obra de arte moderna cuando en realidad es un guiño al ayer.

Entremos en ese territorio, hoy un punto arrinconado cuando todo comenzó allí. La margen derecha de la ría, lo que hoy es el Casco Viejo, era eminentemente comercial, y la margen izquierda, lo que hoy conocemos como Bilbao La Vieja, minera. Allende la Puente (nombre con el que se ha conocido a Bilbao la Vieja hasta el siglo XVIII) vivía de la extracción del hierro de las minas de la zona de Miribilla. La abundancia de este mineral y su ubicación estratégica junto a la Ría del Nervión favoreció enormemente el comercio con el exterior y, en poco tiempo, Bilbao experimentó un crecimiento sin precedentes.

Ya en el siglo XVIII, con la Revolución Industrial, la llegada masiva de trabajadores de otras provincias e incluso otros países, tuvo como consecuencia la expansión de Bilbao la Vieja hacia San Francisco. En este nuevo ensanche se instalaron familias de trabajadores, comerciantes y una pequeña burguesía. San Francisco pasó de ser el terreno de un convento franciscano bajomedieval, (de ahí su nombre), a una de las zonas más permisivas de Bilbao, centro de diversión y famosa por su agitada vida nocturna.

La creación del barrio de Zabala como tal es posterior; su urbanización comenzó a finales del siglo XIX. Como zona periférica, se situaron allí barracones, talleres y almacenes.

Esa fue la historia de la formación de Bilbao la Vieja, que luego pasó por tiempos florecientes y otros muchos más duros, denostado por la prostitución y las drogas. En los últimos tiempos, la ciudad ha apostado por una regeneración. En tierras como ésta no solo es necesario un impulso económico y una regeneración urbanística, sino también actuaciones a nivel social. Y es ahí donde Bilbao Historiko aparece. Surge en diciembre de 2010 con el respaldo de las tres asociaciones de comerciantes de la zona, Bilbao La Vieja, San Francisco y Zabala, Mercado de la Ribera y Casco Viejo, para llevar a cabo acciones de promoción y dinamización. No será fácil el rescate del inframundo en el que se sumergió la zona pero poco a poco la zona ha ido elevando su espíritu y ya se ha convertido en una zona digna de visitar, por lo diferente que se muestra y por la historia que aún puede respirarse en sus calles. Ya no hay tres pilares, eso está claro, Pero poco a poco también van difuminándose las fronteras. Allí palpita un nuevo mundo.