La actriz ha sido nominada a los Goya por primera vez tras 53 años de profesión. En la película da vida a María, una mujer que ha vivido en Bélgica desde los años 60 y que responde a un perfil típico de la época en el que había muchas renuncias, entre ellas las del deseo y el placer sexual.¿Una sorpresa la nominación?

—Una enorme sorpresa. No he sido mucho de cine, más de teatro y televisión. Hace unos años hice La soledad, con esa película sí que pensé que me iban a nominar. Esta vez ni lo pensé. Pero La vida era eso me ha dado, entre otras cosas maravillosas, esta nominación.

Hablemos de su personaje. ¿Quién es Petra en 'La vida era eso'?

—Mi personaje es una joya. Pocas protagonistas tienen la edad que yo tengo, 77 años. Es una mujer que hace un viaje y empieza a conocer gente explosiva. Todo parte de un encuentro en un hospital con el personaje que interpreta Anna Castillo.

María, ¿una mujer que intenta recuperar el tiempo perdido?

—Es una mujer que hace un viaje físico, pero sobre todo es un personaje que hace un viaje interior brutal. En María no hay retoques, ves a una mujer con el pelo con canas, a una anciana. Ha sido muy emocionante hacerlo. Es una especie de homenaje a las mujeres de mi generación. A muchas mujeres les quitaron muchas cosas en tiempos oscuros.

María se encuentra con Verónica (Anna Castillo) y descubre, entre otras cosas, el placer sexual. ¿Hay edad para el erotismo?

—Claro que no. No es solo porque en la película se muestre que todo es posible. En la vida también ocurre. A las mujeres de mi tiempo se les arrebató el erotismo y el placer sexual cuando eran jóvenes. No disfrutaban. Por ejemplo, la masturbación era una cosa de hombres. La vida era eso es ese viaje que muchas mujeres no pudieron hacer.

¿Qué tiene usted de María?

—Muy poco. He tenido la suerte de trabajar en un teatro muy poco comercial. Era un teatro político en el que buscábamos una verdad que no la sabíamos ni nosotros. Dentro de la censura, nosotros éramos muy libres a todos lo niveles. Cuando empezaba en el teatro, yo ya estaba viviendo con Juan (Margallo) y tenía dos hijos pequeñines. Mi vida era totalmente distinta a la de muchas mujeres, yo tenía muchas más libertad que el resto o vivía la vida de una forma más libre en todos los sentidos.

¿Es más representativa de una época María, su personaje de ficción, que usted misma?

—Sí, claro que sí. María se va de su pueblo a Bélgica en los años 60. Su pueblo desaparece bajo las aguas de un pantano. Es una historia llena de símbolos muy representativos. Ella aprende francés malamente, no trabaja, tiene dos hijos y una vida muy desarraigada de su familia. Es un personaje muy interesante y resulta también interesante cómo evoluciona y cómo cambia. No sé si te sonará ese chiste que decía que a la mujer le dolía la cabeza y por eso no hacía el amor. Creo que en la mente de todo el mundo estaba que las mujeres no queríamos hacer el amor nunca.

¿Era verdad?

—Ja, ja, ja... ¿Que a las mujeres les doliera la cabeza siempre en el momento de hacer el amor? Por supuesto que no, yo no me lo creo. Lo que pasa es que la situación de años atrás no estaba hecha para que las mujeres tuvieran sensaciones de deseo. El deseo sexual en las mujeres ha estado censurado y casi prohibido. María descubre el deseo, descubre que el deseo puede existir y que ese deseo y placer puede existir contigo misma.

¿Cree que se van a ver representadas muchas mujeres?

—Imagino que sí. Es cierto que yo he vivido otros momentos muy diferentes a los de esta mujer.

Ha tocado los tres palos de la interpretación. ¿Qué es lo que más le llena?

—Me llena todo. Como te diría cualquier actor, me llena una buena historia. El teatro lo tiene todo, es un medio muy directo. Con el teatro te sientes torera, sola ante el peligro. Ensayas y ensayas, pero luego te subes al escenario y te encuentras sin red delante de público, eres muy tú, no hay nada que pueda matizar o modificar una escena. Me divierten los tres medios, quizá lo que menos el cine. El cine es más lento. Pero cuando cae en tus manos una película como esta, con un entorno como Almería, unos compañeros como los que he tenido -Ramón Barea y Anna Castillo-, y un director como el que he tenido, David Martín de los Santos, estás encantada. Como decimos todos, la historia tiene mucho que ver a la hora de centrar las preferencias. Pero no hay que olvidar a los compañeros de viaje. Son muy importantes.

¿Qué parte de culpa tiene Juan Margallo en su intensa relación con el teatro?

—Ninguna. Yo vine de Londres a los 18 años con la clara intención de hacer teatro y me metí de lleno en ser actriz. Conocí a Juan haciendo teatro. Nos hemos apoyado mucho. En Londres había leído mucho teatro y me di cuenta de que era algo que me apasionaba. Volvía a España hablando inglés y me coloqué en la embajada de Estados Unidos. Estuve un año, pero me llamaba el teatro y me metí de cabeza en ese mundo, es apasionante.

¿Va a seguir en la próxima temporada de 'La que se avecina'?

—Sí. Creo que comenzamos a grabar en marzo. Tengo también otro proyecto de televisión y en septiembre del próximo añocogeré otra vez las riendas de la obra de teatro Doña Margarita.

¿Cómo ha evolucionado el personaje de Fina en esa comunidad de locos?

—Habrá sorpresas con ese personaje al que le tengo un cariño enorme. Fina es malísima.

¡Vaya carácter!

—Es verdad. Es una mujer mala, pero muy mala, y a la vez una ingenua. Es un personaje que me gusta mucho. Voy al estudio a grabar a con una sonrisa y me lo paso muy bien.

Una mujer que prefiere a los gatos que a las personas.

—Sí. Pero no es algo que se salga del guion de la vida real. Hay muchas personas que se llevan mejor con los gatos. En eso, Fina no es nada rara. Es mala, no es rara.

¿Ha vivido muchas incertidumbres laborales? Además, su compañero también se dedicaba a la misma profesión.

—Hemos tenido mucha suerte. Su familia nos ha ayudado muchísimo. Mis cuñadas nos han ayudado con los hijos. Hemos podido hacer giras por Europa y por América y ellas se quedaban con los niños. A nivel económico, no sé qué nos ha pasado, pero siempre hemos podido tirar adelante. Lo mismo vivíamos con bastante dinero que con poco. Cuando no hay, gastamos menos. De todas formas, tampoco se consumía como ahora. No se gastaba tanto en ropa, mis hijos iban a un colegio público, teníamos una casa que la pudimos comprar con una película que hicimos con Adolfo Marsillach. Con poquito dinero, nosotros vivíamos. Si necesitábamos algo, las familias ayudaban. Pero te puedo asegurar que llevamos 53 años viviendo del teatro, del cine y de la televisión.

Mucha gente se quiere jubilar sí o sí. Da la sensación que a sus 77 años no está en esa situación.

—De momento, no. Lo que he hecho es trabajar muy tranquilamente. Me llaman para muchas cosas, pero ahora voy con mucha tranquilidad. Podría hacer más personajes, pero quiero estar con mi gente, con Juan. Son muchos años trabajando, pero hemos vivido muy bien. Claro que hemos tenido momentos difíciles. ¿Problemas económicos? Por supuesto, pero como cualquier persona que haya tenido dos hijos y una vida independiente. Sé que muchos actores lo han pasado muy mal. Nosotros hemos tenido la suerte de tener un colchón familiar y también que de una forma u otra, los dos teníamos siempre algo entre manos.

Se fue a Londres muy joven y en una época en el que las mujeres no se iban a un país extranjero solas. Una mujer adelantada a su época.

—Con 16 años, mis padres consideraron que sería bueno que aprendiéramos ingles. Éramos siete hermanos y estudiar una carrera era difícil. A Londres nos fuimos las cuatro hermanas más pequeñas, cada una en su momento.

Usted ha protagonizado una película con 77 años. Muchas mujeres actrices se quejan de que escasean los personajes femeninos, incluso en papeles secundarios, a partir de los cuarenta y tantos.

—Sí. Es cierto que hay menos personajes para mujeres que pasen de una frontera de edad. Es algo absurdo, sobre todo porque, aunque aún falta, el mundo empieza a estar en manos de mujeres. Tendría que haber más papeles de mujeres con cierta edad. También tendría que haber muchos más papeles para personas de la tercera edad. El paso que ha dado la vejez es fundamental tanto en hombres como mujeres. En estos momentos, un hombre o una mujer de setenta o setenta y tantos tienen un vida intensa. Ser mayor, ser viejo, no es estar enfermo. Creo que los mayores de ahora estamos aprovechando bastante bien la edad que tenemos. Yo veo bastante movida entre los mayores, ancianos o viejos, como quieras llamarnos.

Siempre les llaman para hacer personajes de abuelos, ¿no?

—Casi siempre. Pero no queremos que se nos refleje como a los abuelos de alguien, tienen que reflejarse vidas propias. Con los directores de ahora va a cambiar mucho, pienso que próximas generaciones vais a tener mucha suerte.

"Las personas de la tercera edad tienen una vida propia y muy intensa. Siempre digo que la vejez no es una enfermedad"

"Me tomo el trabajo con mucha tranquilidad. Podría hacer más personajes, pero quiero tiempo para estar con mi gente, con Juan"

"Mi personaje en 'La que se avecina' es malo, muy malo, pero a la vez, Fina es una mujer muy ingenua. Me gusta, estoy encantada"