Es una mujer de larga trayectoria profesional, que comenzó a los 18 años en el 1, 2, 3€ (lo que siempre parece ser garantía de éxito futuro) y desde entonces no ha dejado de trabajar en una profesión que considera tan hermosa como desagradecida. Posteriormente se hizo cargo, junto a Amparo Larrañaga y más tarde Adriana Ozores, de la presentación del programa musical Aplauso entre 1981 y 1983, tarea en la que sustituyó a Silvia Tortosa, con lo que su popularidad siguió creciendo.

Ella conoce las ventajas y desventajas del oficio desde la cuna, porque su padre, ya fallecido, fue Antonio Casal, un actor muy conocido en el cine español de los años 50, 60 y 70 (con películas tan populares como Un día es un día, La tonta del bote o Las chicas de la Cruz Roja). Su madre también era de la profesión: Carmen Mínguez. Ahora la vemos prácticamente a diario en Mercado Central y se queja, como tantas actrices de su generación, de los pocos papeles que hay para profesionales que ya han entrado en años.

¿Quién es Sofía Olmos, su nuevo personaje?

Un terremoto que te mueres. Es como un tsunami que ha llegado al Mercado Central de La 1. Los guionistas han hecho un trabajo maravilloso con este personaje. Sofía es una mujer muy egoísta, narcisista y demasiado sincera, una mujer que puede parecer detestable, pero acaba siendo entrañable e incluso graciosa.

Se le ve encantada con este personaje...

Pues sí. Todo el mundo quisiera tener una Sofía Olmos en su vida, o esa era la sensación que tenía cuando la estudiaba antes de empezar las grabaciones. Estoy fascinada y enamorada de este personaje. Fíjate, a mi edad, y con tantos años de profesión, estoy entusiasmada. He aprendido mucho de Sofía. Es un ser que va a lo suyo, pero que acaba metiéndose en un tu piel.

¿Había intervenido en alguna serie de emisión diaria anteriormente?

Solo en una, fue hace bastantes años y era de la misma productora, de Diagonal. Se titulaba Les moreres y se emitió en la televisión valenciana. Era un ritmo alto de trabajo, pero yo solo iba dos días a la semana. Mercado Central no es trepidante, es infernal. Les he preguntado muchas veces a mis compañeros cómo hacen para estudiar. Hacemos muchos minutos de emisión al día, son tres platós enormes en los que se graba de forma continua. Todo este trabajo inmenso se consigue con equipazos técnicos y artísticos. Para mí ha sido un poco voltereta, pero no me quejo; al cabo de unas semanas ya me había puesto al día y llevo muy bien el estudio y las grabaciones.

La última serie en la que le hemos visto ha sido en Vergüenza, de Movistar+.

En Vergüenza también hice un personaje tremendo. La verdad es que me están dando unos papeles increíbles, muy potentes, y tengo que decir que sentí lo mismo que dice el título, mucha vergüenza. Creo que se me está poniendo cara de señora que llega a la televisión a mover los cimientos de la gente. No pensaba que para una actriz de cierta edad iban a crear un personaje tan poco habitual y divertido.

¿Cierta edad?

Eso es, y a cierta edad lo normal es que hagas de señora amargada, cornuda, fracasada y a la que el marido no le habla.

¿No se está poniendo muy dramática? También hay muchos papeles que no tienen por qué ser el que relata.

Es que es lo que hay, o lo que hay habitualmente, pero en mi caso, no. Ha llegado Sofía, que es una mujer que puede con todo, que se ríe con todo, con todos y de todos. Es un personaje con mucha fuerza y estoy dispuesta a defenderlo a capa y espada.

Ha hecho muchas cosas en su carrera, pero en los últimos años también ha estado un poco apartada.

Nunca he parado, pero haces cosas que tienen más visibilidad a veces, y otras menos. Desde el año 2013 tengo mi propia compañía de teatro y he estrenado con ella cuatro montajes, que son míos porque los he escrito yo. El último que estamos llevando por los teatros es Ballenas asesinas. El anterior fue Te he dejado un pollo en el horno y con él hicimos una gira extensísima.

Se la ve menos en cine y televisión...

Analizando mi trayectoria, he llegado a la conclusión de que trabajo en la televisión cada dos años, y en el cine realmente no sé quién trabaja. No es un medio del que vivan la mayoría de los actores españoles, ni los técnicos.

¿Cómo calificaría al cine actual?

¿A la hora de trabajar? Elitista. El cine lo hacen algunos, pocos, pero la mayoría estamos fuera y vivimos de la televisión o del teatro.

Hubo un tiempo en el que actores consagrados no quería hacer televisión, solo cine. Veían la pequeña pantalla como un medio de segunda división.

Estoy de acuerdo, pero yo, por mi edad, he pillado una época muy mala en el cine.

Pero si se hacían muchísimas películas en los 70 y en los 80...

Ya, pero cuando empezaba era la época del destape y yo no me destapaba.

¿Por pudor?

No, era una cuestión de guion. Lo que me ofrecían no me apetecía hacerlo ni tapada ni destapada. Pienso que en esos años perdí el tren del cine. La verdad es que tampoco me arrepiento mucho. Comencé a trabajar con 18 años, que en mis tiempos no era ni mayoría de edad, porque tenías que tener 21. Los contratos los firmaba mi madre y me decía cuando había una película de esas de las que hablamos: Cuando seas mayor de edad haces lo que te dé la gana, pero mientras los firme yo, olvídate.

¿Y no se ha arrepentido de no haber hecho alguna de aquellas películas?

De la mayoría, no. Sí que hay alguna, no voy a decir cuál, de la que he pensado que era una pena no haberla hecho. No sé si he estado muy desaparecida, pero también es cierto que he vivido fuera, porque me fui de España entre 1983 y 1987. Me casé, me divorcié... No soy una persona muy planificadora a ningún nivel, y tampoco creo que esta sea una carrera que puedas planificar tú.

Fue azafata del 1, 2, 3€ en los inicios del programa de Chicho Ibáñez Serrador, un espacio que es historia de la televisión.

Y en Aplauso, que también es historia de televisión. Fueron tiempos bonitos, y además era yo tan joven que todo me parecía estupendo y un sueño. He hecho muchas cosas, pero es muy difícil para una actriz a partir de los 40 o 45 años seguir trabajando. Tampoco veo muchas carreras que se mantengan después de esa edad en el cine internacional...

"Yo no he escogido esta profesión, ella me escogió a mí"

¿Cree que hay un afán extraordinario por las interpretaciones adolescentes y juveniles?

Uf, total, y me parece muy bien, pero el mundo no solo es adolescente y joven. Hay un abanico grande que no se representa en el cine ni en otros medios. Sí en el teatro, pero no tanto ante las cámaras.

¿Tuvo más opciones siendo hija de quien es?

Yo no he escogido esta profesión, ella me escogió a mí. No sé si me hubiera dedicado a ser actriz. Mi padre, Antonio Casal, fue protagonista de treinta y nueve películas y secundario en muchísimas más.

Y usted creció en un mundo de cine y fantasía.

Pues no. Mi padre no se traía el trabajo a casa y tampoco era una persona que estuviera siempre dentro de ese mundillo cinematográfico y de teatro de la época; más bien era muy familiar. Sí que es verdad que cuando él hacía teatro iba a verle y miraba entre cajas desde el camerino. Creo que si mi padre hubiera vivido cuando empecé, yo no me habría dedicado a esto.

¿No?

No. Empecé a trabajar en este mundo artístico porque me hacía falta trabajar. Por eso estuve en el 1, 2, 3€ y en otros programas e historias de ficción, porque lo necesitábamos en casa.

Pero no intentó buscar otras salidas...

Es que esto acabó gustándome mucho. ¡La vida da tantas vueltas! Cuando empecé no sabía muy bien lo que quería. Pienso que la afición por el mundo de mi padre me entró cuando puso un pie en el teatro. Eso de estar entre bambalinas, en los ensayos, el escenario, el contacto con el público... todo es muy bonito. El teatro es un trabajo muy desagradecido, pero muy hermoso.

Hace veinte se estrenó una serie de la que usted fue una de las protagonistas: Hospital Central.

¡Qué tiempos! Esa serie supuso para mí el afianzarme como actriz dramática. Si miras mi carrera antes creo que trabajaba un poco por el físico. Hacía mucha comedia, musicales€ pero no drama. Eso sucedió cuando Imanol Uribe me llamó para hacer Extraños, película que no tuvo mucho éxito pero que fue el pistoletazo de salida para que otros directores se fijaran un poco más en mi como actriz de drama.

¿Qué recuerdos tiene de Hospital Central?

Muy buenos todos. Era muy realista dentro de lo que cabe y se hablaba mucho de las relaciones humanas. Creo que fue un gran aprendizaje para todos los actores que participábamos en ella. Trabajé con gente muy buena, gente de la que aprendí mucho, así que tengo un recuerdo buenísimo.

"Hay algo que no tiene sentido, el Metro va lleno, el teatro no"

La pandemia le cortó la gira de Ballenas asesinas, ¿cómo está ahora? ¿Puede seguir adelante con esta obra?

¡Qué va! Los bolos que teníamos contratados los quitan o los posponen. El teatro está muy mal, lo están poniendo muy difícil. Acabo de regresar de un viaje, he cogido un avión y venía lleno, mientras que los teatros están por debajo de la mitad del aforo por la nueva normativa. Hay algo que no tiene sentido, el Metro va lleno, el teatro no; Renfe va llena, el teatro no. No sé por qué está ocurriendo esto, cuando con sentido común se puede ampliar mucho más el aforo. La gente no está trabajando nada.

¿Cree que hay futuro?

¿Para los actores de teatro? No sé qué decir. Yo sigo hablando con los ayuntamientos, intento recolocar las fechas que tenía, pero no sé lo que ocurrirá. Vamos día a día. Si ya era una profesión en la que antes planificar resultaba muy difícil, qué decir ahora. No se pueden hacer planes de ningún tipo.

Cuando empezó tenía solo 18 años, ¿esperaba la profesión tal y como la ha vivido?

Tengo la ventaja de que al ser hija de un actor conocía la parte mala. Es un profesión hermosa, bonita, pero muy desagradecida. Siempre lo digo.

Pero habrá partes buenas, ¿no?

Sí, claro que las hay y son fantásticas, maravillosas, como la profesión misma. Es hermosa, con sus partes malas y con sus partes buenas, pero hermosa.