- El horror extremo de una madre andina a la que le roban su hija recién nacida le ha servido a Melina León para trazar Canción sin nombre, su aplaudida opera prima en la que la cineasta peruana refleja lacras como el machismo, la injusticia o la violencia desde la perspectiva del abuso a los indígenas. “Lo que vi en Pamela Mendoza (la protagonista) es una enorme dulzura en su mirada, vi esperanza, vi alegría. Eso es lo que quería porque hay mucha gente estúpida que cree que el andino es triste per se, desconociendo toda la historia de colonialismo, de abuso, de explotación contra el andino. Y contra la mujer, el pobre, el diferente...”, explica León a Efe. “Es todo lo contrario: es pura luz. Pero claro, pasan estas cosas que evidentemente dañan a cualquiera (...) El andino, como el negro en los Estados Unidos, tiene que soportar en el día a día un abuso”, añade. Tras recorrer certámenes de todo el mundo, incluido Cannes como parte de la Quincena de Realizadores, Canción sin nombre se estrena hoy en Estados Unidos de manera virtual con Pamela Mendoza y Tommy Párraga al frente.

El origen de esta durísima a la vez que lírica cinta conecta los turbulentos años 80 de Perú con la propia familia de León. “En mi familia no hay cineastas, pero hay contadores de historias”, dice esta hija de un periodista y una antropóloga. “Yo estaba estudiando cine (en la Universidad de Columbia en Nueva York) y estaba buscando mi primera película, una primera historia. Y en eso me llamó mi papá y me dijo: No vas creerlo. Me ha llamado una mujer francesa que resultó ser una de las bebitas que fueron robadas allá por los años 80 en aquel caso que te conté”, detalla. Inspirada por las investigaciones periodísticas de su padre sobre los niños robados en Perú, León llevó a la gran pantalla la situación de un país al borde del precipicio. “En 1988 es cuando se agudiza la crisis económica en Perú, la crisis social y el descalabro total que fue el gobierno de Alan García”, opina. “La mejor manera de entenderlo es si te lo imaginas como una versión peruana de Trump”, concreta sobre una película que, como telón de fondo, muestra el terrorismo de Sendero Luminoso, la violencia militar, la injusticia, y la pobreza de unos campesinos obligados a migrar a las ciudades en condiciones penosas.

Con partes en quechua, una fotografía en blanco y negro e imagen en cuatro tercios (un formato “modesto” como la protagonista), Canción sin nombre relata la odisea desesperada de Georgina (Pamela Mendoza) por recuperar a su hija. Y aunque la historia es ficción, Mendoza pasó por algo similar cuando, siendo una niña, unos policías confiscaron el carrito de venta ambulante de su madre sin ver que había una pequeña dentro. “Pamela recordaba los gritos de su madre explicándole a la Policía que había una niña ahí. Que si se querían llevar la mercancía, que se la llevaran, pero que sacaran a la niña. Esas cosas están en el recuerdo de Pamela. Y esa es la energía que has visto en la película”, indica León.

La realizadora también habla de la posición de los andinos en el Perú contemporáneo. “Creo que hay algunas luces de cambio, pero estructuralmente sigue igual. Ahora lo estamos viendo con la COVID-19: tienes a poblaciones indígenas del norte huyendo a buscar atención de salud a Ecuador”, cuenta. “Han sido dejados, olvidados, no tienen a qué hospital acudir. Y fíjate que ahí está la mina de oro más grande de Perú, Yanacocha, pero dónde está ese dinero, dónde se fue (...). Ayer fue el robo de niños, hoy la gente no puede respirar porque no hay balones de oxígeno”, agrega.

Finalmente, comenta con ironía la comparación que, desde la prensa anglosajona, emparenta su cinta con Roma (2018) de Alfonso Cuarón. “Reflexionando ya con el paso del tiempo, tú dices: ¿Qué más quieres que te comparen con una película que costó un montón de plata dirigida por un directorazo? No seas tonta...”, explica entre risas.