La palabra capharnaüm, que significa leonera, desorden o caos, es la elegida por Nadine Labaki para titular su último largometraje, que cuenta con una pregunta como detonante: “¿Por qué has demandado a tus padres?”, plantea un juez a Zain, un niño de 12 años que declara en el Tribunal Internacional. Y él es directo: por darme la vida.

El largometraje, el cuarto de la cineasta libanesa y nominado al Oscar de mejor película extranjera, recoge “un desorden” de temas y obsesiones que perseguían a Labaki, asegura ella misma. “Inmigrantes ilegales, niños maltratados, la absurda idea de las fronteras o el hecho de que necesitemos un trozo de papel para demostrar nuestra existencia son algunas de las temáticas que trata Cafarnaúm”, plantea.

Y lo hace a partir de la historia de Zain, un chico de 12 años que decide demandar a sus padres por haberlo traído al mundo cuando no pueden criarlo adecuadamente, ni siquiera darle amor. “La batalla de este chico maltratado cuyos padres no han cumplido con su obligación representa el grito de todos aquellos que nuestro sistema da de lado”, dispara Labaki, sugiriendo “una acusación universal vista a través de unos ojos inocentes”. Todo lo que viene después en el relato es hasta comprensible después de tan descarnada confesión. Es el fin de la infancia, si es que Zain ha sido niño alguna vez.

Cuenta la directora que para ella, “el cine es un medio que sirve para poner en cuestión lo que me rodea, a mí misma y al sistema actual”. Por ello le gustaría que Cafarnaúm sea “un arma”, con la esperanza de “causar un impacto en la vida de los niños, aunque solo sea ayudando a las personas a tomar conciencia de la situación”. Y los propios actores, como el pequeño Zain o su madre, son personas cuyas vidas son similares a las de su papel. “La mujer que interpretó a Kawthar alimentaba a sus hijos con azúcar y cubitos de hielo...”, revela acerca de un casting que realizó en la calle, buscando personas que “fueran ellas mismas”.

vida real Un punto que llevo a que incluso la vida real se colase en la película. “Hay una escena en la que Rahil es arrestada y la arrestaron de verdad, porque no tenía ninguna documentación. Sus lágrimas en esa escena son reales, no nos lo podíamos creer”, dice, aunque puntualiza que es una ficción, pese a haber sido testigo de las mismas situaciones que recoge el filme mientras investigaba durante su preproducción. Rodada en Líbano, Labaki piensa que si bien sí es una película libanesa, recoge una temática universal. “La historia es la historia de todos aquellos que no tienen acceso a derechos elementales, a la educación, la salud y también al amor”, cuestiona sobre “un mundo oscuro -el que muestra el filme- que simboliza una era”. “Hace tiempo que yo no lo pasaba tan mal en una película, que me afectaran tanto la angustia y la tragedia de los personajes” comentó Boyero tras el estreno en Cannes. Una angustia no ya por vivir, sino por sobrevivir.